Domingo 24 de agosto 2025

El nombre y más allá del nombre

Redaccion Avances 24/08/2025 - 06.00.hs

Aunque coinciden sus nombres (David Diop) y sus huellas (Senegal), ambos escritores resignifican sus vínculos con África y la experiencia negra común, la rebelión contra los valores colonialistas y la nostalgia por la belleza y la gloria de la herencia de la negritud.

 

Sergio De Matteo *

 

Muchas veces los libros, los trabajos de investigación o los artículos surgen de un interrogante, de una sorpresa, de una coincidencia. En este caso, impulsa la nota que trata respecto a la identidad, al nombre. Es decir, como sabemos, en este mundo no sólo tenemos un doble, alguien que se nos parece, sino que a veces se da la particularidad hasta que coincida en nombre, pero más inquietante es que se repita en la misma profesión, en el mismo destino. Es el caso de David Diop, poeta nacido en 1927 en Burdeos, pero de origen senegalés, y de David Diop, novelista nacido en París en 1966, con raíces también en Senegal.

 

La marca del nombre.

 

El nombre es parte esencial de la formación de la identidad de una persona, forma su autoestima y su propia percepción. Cuando un niño o una niña escuchan sus nombres, van agregando elementos a su modo de pensar. El nombre propio da sentido de pertenencia dentro de la familia, la comunidad y el mundo entero; ya que indica quién está, quién falta, a quién se dirigen ciertas cosas; lo que también es la razón de que vaya acompañado por el apellido.

 

Jorge Luis Borges expresa en su poema “El Golem” que “el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de ‘rosa’ está la rosa y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’”, hay cierta consecuencia, correspondencia, donde un hilo los une y reúne. Tenemos como referencia la creencia antigua -por ejemplo, en Platón, a partir de Cratilo- de que las palabras no son una creación arbitraria, sino que conllevan una carga significativa, existiendo, por ende, una relación natural entre éstas y las cosas que representan. Esa relación, “la que se hace presente entre verba y res, entre palabras y cosas, entre el referente lingüístico y lo referido extralingüístico, constituye un tema clásico de reflexión en el ámbito filosófico”, como señala la psicóloga Alejandra Tomas Maier. ¿Y qué podemos expresar en relación con el nombre propio?, es decir, aquella palabra designada por otros para referenciar nuestra existencia, ¿qué lugar ocupa en nuestra realidad singular? o siguiendo al escritor irlandés James Joyce: “¿qué hay en un nombre? eso es lo que nos preguntamos en la niñez cuando escribimos el nombre que nos han dicho que es el nuestro”. El nombre nos sitúa, nos otorga anclaje, nos marca en nuestra propia materialidad humana. Pensemos casos extremos, donde el nombre es eliminado, borrado, como le pasó a Oscar Wilde. Cuando se publica la Balada de la cárcel de Reading en 1898, el poema aparece bajo el nombre C.3.3, que refería al bloque de celdas C, piso 3 y celda 3, que ocupaba el poeta/escritor. El régimen nazi en los campos de concentración aplicaba diferentes clasificaciones: se registraba a las y los prisioneros con un número que sustituía a su nombre de pila; esto suponía una primera fase del proceso de deshumanización; pero también desarrollaron un código de categorías para distinguir a los prisioneros según su origen: los judíos llevaban una estrella amarilla; los prisioneros políticos, un triángulo rojo; los homosexuales un triángulo rosa y los criminales comunes, un triángulo verde. ¿Monstruoso, verdad?

 

Volviendo a “El nombre de las cosas”, este es un concepto que se utiliza en varios contextos, incluyendo la literatura, el arte y la ciencia. En general, hace referencia a la importancia del lenguaje para nombrar y comprender el mundo. Se puede referir a la idea de que el nombre que se da a algo puede influir en la percepción y significado de esa cosa. Tenemos la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa (1980); donde el ciego bibliotecario Jorge de Burgos es el propio Borges.

 

En fin, Lacan, en el capítulo 6 del Seminario IX, “La identificación” (1961-62), ubica a la función del significante como el punto de “amarre donde un sujeto se constituye”, ubicando en ese lugar la función del nombre propio como marca ligada a la escritura, al Otro. Así también, en el mismo Seminario, indica que el nombre propio está “más o menos ligado al trazo de su unión, no al sonido sino a la escritura”. Nombrar, escribir, marcar, dejar huella, actos que se entrecruzan entre el poeta David Diop y el novelista David Diop, ambos franceses pero amarrados en la escritura a Senegal, a África. Por lo tanto, el nombre propio retiene en sí la actividad fantástica de la creación en la constitución subjetiva, es huella de la falta, lugar de la ley, ideal que opera en la borradura de la verdad inenunciable sobre el ¿quién soy?, ¿qué soy? ¿soy? sí, soy…

 

David Diop.

 

Nació en 1927 en Burdeos, de madre camerunesa y padre senegalés. Aunque creció en Francia y residió allí la mayor parte de su vida, Diop pasó un tiempo considerable viviendo y enseñando en África, en Senegal y Gambia; lo que contribuyó a reforzar su oposición a la sociedad europea. Por ello, muchos de sus poemas hablan de su empatía con África y del movimiento independentista de los colonialistas franceses.

 

Una de sus primeras influencias fue Aimé Césaire, poeta y presidente de Martinica. A los 15 años sus versos aparecen en la revista literaria Présence Africaine. También cinco de sus poemas se publican en la Antología de la nueva poesía negra y malgache de Léopold Senghor, que había sido su profesor en la escuela, además de poeta y presidente de Senegal.

 

David Diop sólo publica un poemario breve en su corta vida, titulado Coups de pilon (Golpes de mortero) en 1956, que son protestas airadas y representaciones de los males de la esclavitud y el colonialismo. También es autor de varias reseñas y ensayos, que lo consolidaron como un escritor importante del movimiento de la negritud y uno de los literatos más respetados de África Occidental. Fallece en Dakar en un accidente aéreo en el año 1960.

 

La mayor parte de su obra fue destruida, incluyendo el manuscrito de su segundo volumen de poemas y un manual de lectura. Lo que queda de su obra lírica son los 22 poemas que fueron publicados antes de su trágica muerte.

 

Coups de pilon.

 

Es un himno a la libertad, un grito de rebelión contra todas las formas de opresión que sufrió África durante la era colonial. Es también una celebración de la lucha del pueblo negro por su independencia política y la afirmación de su identidad. La rehabilitación de la raza negra, del hombre oprimido, se logra, en primer lugar, mediante la revalorización de la cultura negra africana y el cuestionamiento de los valores del invasor.

 

Nos cuenta Adama Ndao, profesor de literatura en Dakar, Senegal, con una maestría en literatura comparada y un posgrado en literatura africana, que “el mortero es el instrumento doméstico que las mujeres usan para moler el grano. Es, por lo tanto, un instrumento de transformación que permite a David comparar su utilidad con la de la poesía africana, que debe buscar transformar la conciencia africana. Más allá de eso, el título es también una metáfora que extiende las raíces del poeta y su apego a África”.

 

 

África mía, África./ África y los orgullosos guerreros en los ancestrales desiertos./ África, mi abuela canta/ al borde de su lejano río./ Yo nunca te conocí,/ pero mi mirada está llena de tu sangre,/ tu buena sangre negra derramada sobre los campos./ La sangre de tu sudor,/ el sudor de tu trabajo,/ el trabajo de la esclavitud,/ la esclavitud de tus hijos./ África dime, África:/ ¿eres tú entonces esa espalda que se curva/ y cae bajo el peso de la humillación?/ ¿esa temblorosa espada marcada de rojo,/ que dice ¡sí! al látigo en las carreteras del mediodía?/ Entonces, gravemente una voz me responde:/ impetuoso hijo, ese joven y robusto árbol,/ ese árbol allá abajo,/ espléndidamente sólo entre flores marchitas,/ es África, tu África que renace otra vez;/ que vuelve a brotar pacientemente, obstinadamente,/ cuyos frutos adquieren, poco a poco,/ el amargo sabor de la libertad”.

 

David Diop.

 

Nacido en París en 1966 y fue criado en Dakar, Senegal. Es un novelista y académico francés especializado en literatura francesa y africana francófona del siglo XVIII. Edita en 2018 su trabajo académico La retórica negra en el siglo XVIII, que trata sobre la representación de los africanos en los escritos de viajes y textos aboli / cionistas de dicho siglo.

 

El otro Diop, poeta, recordemos que descendía de madre camerunesa y padre senegalés, en cambio este Diop, de padre senegalés y madre francesa. En una entrevista con la periodista cultural Marta Ailouti, en The Objetive, Diop resalta: “Tener dos sensibilidades culturales, me dio la oportunidad de tener puntos de vista matizados sobre la vida. En ese sentido, creo que escribir me permite conciliar mis dos culturas”.

 

Jefe del Departamento de Artes, Lenguas y Literatura de la Universidad de Pau en el suroeste de Francia, Diop es de la opinión de que, por suerte, se ha roto con la imagen estereotipada sobre África que imperaba en los siglos pasados. “Lo cierto es que aún queda mucho por hacer para dar a conocer mejor la historia milenaria del continente, pero, aparte de aquellos nostálgicos de un orden mundial en el que África fue colonizada, se ha evolucionado”. Sin embargo, lamenta, “sí que creo que hay un racismo subyacente en todas las sociedades que, según la época, es más o menos virulento. Con demasiada frecuencia, los partidos políticos utilizan el racismo para tratar de atraer a gente descontenta que creen que todos sus males provienen de afuera”. En este sentido, “la literatura y la historia pueden ayudar a aclarar los males que todavía afectan a muchas personas hoy en día, ya sea en África o en las diásporas negras de todo el mundo”.

 

Las novelas de Diop.

 

David Diop publica su primer libro en 2012, una obra de ficción histórica titulada 1889, la atracción universal. La novela describe las experiencias de once miembros de una delegación senegalesa en la Exposición Universal de 1889 en París.

 

En 2018 aparece la segunda novela de David Diop, Hermanos del alma, que entrelaza la historia de la Primera Guerra Mundial con la historia del colonialismo. Esta obra describe las experiencias de los tiradores senegaleses que luchaban por Francia en las trincheras: “Yo, Alfa Ndiaye, el último hijo del anciano, vi los proyectiles malignos, a los enemigos de ojos azules, el vientre desgarrado de mi más que hermano, Mademba. ¡Por Dios!, oí al capitán Armand y su silbido agonizante, los gritos de mis camaradas. Dicen que merezco una medalla, que mi familia estaría orgullosa de mí. Yo, Alfa Ndiaye, el último hijo del anciano, soy un fusilero senegalés”.

 

La tercera novela de David Diop se publica en 2021, se titula La puerta del viaje sin retorno, y se ambienta a principios del siglo XIX. Trata sobre la obsesión de un francés con el misterioso destino de un esclavo fugitivo en África, en el contexto de la ocupación colonial francesa.

 

En 2024 se publica el libro El país de Rêve (Sueño), considerada una nouvelle (novela corta) o relato dividido en partes o capítulos breves. Este relato de David Diop, El país de Rêve, nos recuerda un poco a aquella historia de Gabriel García Márquez que se desprende de la monumental novela Cien años de soledad, hablo de La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, que escribe en 1972 y aparece en 1974. En la obra publicada en 1967 García Márquez hace una breve mención a Eréndira y su abuela, a través de un personaje llamado Aureliano Babilonia, quien se sumerge en la lectura de manuscritos y rememora historias de Macondo; entre esas resignificaciones incluye la de Eréndira, una joven obligada a prostituirse por su abuela. La novelita del Nobel colombiano explora temas como la explotación infantil, la pérdida de la inocencia, la crueldad y la búsqueda de la libertad. Si apelamos al concepto de literaturas comparadas, que explora las relaciones entre diferentes tradiciones literarias, podemos analizar las correspondencias y las diferencias de las dos historias y la fábula subyacente, la de las complejas relaciones humanas, la pobreza, la miseria, así como también la utopía y la esperanza. De un lado “la abuela desalmada” prostituyendo a Eréndira y, por el otro, una abuela haciendo lo posible para que Rêve (Sueño) tenga una vida digna y dichosa.

 

Donde se apoya el cielo, recientemente publicada, es la última novela de David Diop. Esta obra cuenta la historia de Bilal Seck, un hombre que, tras una peregrinación a La Meca, regresa a su Senegal natal tomando un camino mítico que lo conecta con sus antepasados egipcios y su búsqueda de una tierra prometida, donde el cielo se inclina.

 

El doble andante.

 

Habíamos planteado que todo ser humano tiene un doble, una especie de gemelo en el mundo. El doppelgänger es una réplica física de una persona, alguien muy parecido pero sin que exista parentesco entre ellos. La palabra proviene del alemán y significa “doble andante”. Pero también dijimos sobre la particularidad de que se llame de la misma manera, como es el caso de David Diop, y además que compartan en sus carreras profesionales la misma actividad, pues, ambos, son escritores.

 

Hablamos sobre la importancia del nombre, de la identidad, y mucho más en este caso donde está involucrada la escritura, es decir, trazo, la huella. Decíamos que la fundación del nombre ocurre cuando se logra conjugar lo real, lo simbólico y lo imaginario; que es uno de los tantos planteos realizados en la psicología.

 

En fin, los dos Diop, el poeta nacido en Burdeos en 1927 y el novelista venido al mundo en París en 1966, ambo con raíces en Senegal, en África, nos legan sus obras, más allá de la repetición del nombre, del juego de dobles, repeticiones, ambas vuelven resignificadas desde en la lectura desde la “negritud” con sus problemas políticos y culturales, además de estéticos.

 

* Colaborador

 

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