Miércoles 27 de marzo 2024

El paraíso perdido

Redaccion Avances 18/09/2022 - 07.00.hs

El cambio climático, de la mano negra del humano que todo lo sobreexplota, llegó para quedarse y hacer de las suyas con los recursos naturales. En La Pampa ya perdimos el río Atuel, y un gran humedal del que nadie habla.

 

Fabián Tittarelli *

 

El cambio climático está con nosotros. Llegó hace unas décadas el problema que nosotros mismos originamos y que muchísimos trastornos nos traerá. Por largo tiempo fue una amenaza silenciosa que incluso muchos se negaban a aceptar, a pesar de que la ciencia lo venía advirtiendo desde hacía varias décadas.

 

El problema es grave y aún no hemos tomado la conciencia necesaria para tratarlo realmente como lo que es, una seria amenaza para la permanencia del ser humano sobre la tierra. Como afirma Johan Rockström, somos la primera generación que sabe que está socavando la capacidad del sistema Tierra de sustentar el desarrollo humano.

 

Los humedales constituyen los ecosistemas más biodiversos del planeta, los que más beneficios ofrecen a las personas y los más eficientes para hacer frente al cambio climático. Según la Convención Ramsar sirven de sumidero a prácticamente el 40 por ciento del carbono que se genera en el planeta. También se encuentran entre los ambientes más amenazados a nivel global.

 

El problema del calentamiento global del planeta se debe precisamente a la liberación a la atmósfera de cantidades crecientes de CO2 y otros gases de efecto invernadero, provenientes de la quema de combustibles fósiles y por la desaparición de nuestros bosques, humedales.

 

Nuestra provincia poseía uno de los más grandes humedales interiores de la Argentina. Los humedales de los que nadie habla, recordaba Walter Cazenave en una nota reciente. Los viejos no hablan de ellos porque los olvidaron, los niños porque nunca los conocieron. Cinco mil kilómetros cuadrados que desaparecieron como consecuencia de los desmanejos, la avaricia y la mezquindad de la provincia de Mendoza.

 

Y también por la falta de sensibilidad y respeto hacia la naturaleza, la misma que nos dio vida y nos sigue sustentando a pesar de todo.

 

Sin el Atuel.

 

La pérdida del río Atuel en La Pampa constituye uno de los más grandes ecocidios registrados en nuestro país. Éramos nosotros o el ambiente, manifestaba hace poco tiempo el superintendente de irrigación mendocino, como si se pudiera separar una cosa de la otra, como si fuéramos una especie que puede vivir fuera del mundo natural del cual evolucionamos. Subyace siempre la utópica intención de querer explotar nuestros ecosistemas discrecionalmente, pensando que son inalterables.

 

La idea de que podemos extraer y disponer de bienes esenciales para la vida de manera infinita, en un mundo con claros límites finitos, no puede conducir a otra cosa que no sea una catástrofe ambiental.

 

Mientras Mendoza sigue disfrutando de las bondades del río que debería compartir con La Pampa, la desolación y el deterioro continúan avanzando aguas abajo. Cada año en el oeste pampeano la arena, la sal y las especies exóticas invasoras, se adueñan del sombrío páramo que debería ser un inconmensurable humedal. Y también avanza la muerte.

 

En los contados años en que el agua llega a activar las lagunas en la parte final de la cuenca, Urre Lauquen, La Amarga y La Dulce, solo por nombrar algunas, cuando llega el verano se produce la catástrofe. La mortandad de peces es incalculable. Esparcidos por el piso de lo que hasta poco tiempo atrás fueron maravillosas lagunas rebosantes de vida. Todos los años lo mismo, el agua queda en Mendoza, la muerte desparramada por doquier en nuestros campos.

 

Unos años atrás tuvimos la triste experiencia, en cercanías de La Puntilla, de poder observar una inmensa colonia de nidificación de aves acuáticas que cuando se encontraban en plena tarea reproductiva, el humedal se secó. Era un panorama penoso. Allí quedaron miles y miles de nidos, algunos con huevos, otros con pichones pequeños, otros a punto de abandonar el nido, todos muertos por la falta de agua. Incluso algunos adultos que no quisieron abandonar a sus crías recién nacidas también quedaron allí como mudos testigos del atroz ecocidio que se produce año tras año cuando los bañados de nuestro río Atuel desaparecen. 

 

En otra oportunidad, en los amplios bañados que se forman en cercanías de Algarrobo del Águila, pudimos observar otra desgarradora escena producto del corte abrupto del agua y la desecación de las lagunas. Al bajarnos de la camioneta nos llamó la atención ver dos coipos (Myocastor coypus) muertos debajo de unos arbustos. Si bien son animales muy acuáticos, tienen una gran capacidad de desplazamiento como para retirarse sin problemas a medida que el agua va desapareciendo.

 

La situación resultó ser mucho peor de lo que pensábamos. Cuando comenzamos a mirar con mayor detenimiento pudimos observar que al lado del cuerpo de cada adulto había una cría de coipo recién nacida. Las madres se habían resistido a abandonar a sus crías y ambos habían muerto por la falta de agua. Cientos de madres con sus crías recién nacidas habían quedado esparcidas por la tierra reseca, seguramente esperando el regreso del agua.

 

¿Cuantas veces se habrá repetido esta escena durante los últimos 75 años?, seguramente muchas… Y seguramente habrá habido otras situaciones de mortandad de fauna similares o peores que no hemos visto.

 

Oasis de producción para Mendoza, de desolación y muerte para La Pampa.

 

Quien sabe cuánto tiempo y cuánta más muerte nos costará restaurar nuestros ecosistemas naturales. Cuando fuerzas demasiado un sistema ecológico, de repente todas las leyes cambian, afirmaba Robert Paine, y es absolutamente cierto. Es imperioso que nuestro río vuelva a recorrer nuestra provincia y a activar los bañados, que son la vida misma para nuestro oeste.

 

Vida para la exuberante biodiversidad que pueden albergar y que son la base para construir sociedades sanas y felices. 

 

La célebre frase de John Burroughs, “voy a la naturaleza para calmarme y curarme y para que mis sentidos vuelvan a sintonizar una vez más”, debería estar más presente que nunca en nuestras mentes y corazones para no perder de vista nuestro objetivo más inmediato y valioso, que es ni más ni menos, que nos devuelvan lo que nos robaron, que nos devuelvan el Atuel.

 

* Facultad de Ciencias Exactas y Naturales - UNLPam

 

Subsecretaría de Ambiente

 

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