Domingo 06 de julio 2025

El regreso de un fantasma

Redaccion Avances 06/07/2025 - 06.00.hs
Al centro, Cacique Tripailaf, a la izquierda capitanejo Trecalenñ y a la derecha el lenguaraz Juan Marin. Gral. Acha, 1900.

El 22 de junio se cumplió un nuevo aniversario de la restitución de los restos del cacique Mariano Rosas a su tierra natal, hecho ocurrido en el 2001. En esta edición de Caldenia, a 24 años, pondremos el foco en ese importante hecho histórico para la provincia.

 

José Depetris *

 

Invierno del año 2001. Una multitud abigarrada contempla y participa en medio del campo a la vera del cuenco vacío que una vez fuera laguna, de los fastos populares de restitución del cráneo de Mariano Rosas a su lugar natal. Un regreso con mucha pompa desde los depósitos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde posó en vitrinas durante un siglo, primero, y luego quedó en anaqueles vedados a la curiosidad y asombro. Se realizó para la trascendente ocasión, una sentida Noche de Vela de los restos por los paisanos ranqueles y el Homenaje Oficial de autoridades civiles y políticas. Ambos en el Salón Municipal de Victorica. Anticipando la inhumación al día siguiente en el mismo sitio de donde fue extraído en 1878 por las tropas expedicionarias.

 

De esta manera se cerraba un circuito de iniquidades y desconsideraciones. Desde que Lucio V. Mansilla con su Excursión sobregirada en autorreferencialidades finalizaba en 1870, la carnadura de su calavereada militar que dio lugar al libro cabecera de su frondosa vida intelectual. Dejaba atrás para siempre a Leubuco y el mundo fronterizo para llevarse la historia consigo mismo a otras quimeras públicas y literarias. Incluso con un nebuloso y lucrativo cargo oficial de embajador itinerante por Europa.

 

Increíblemente, ahora la memoria popular comarcana cancelada y prescindente, casi no guardaba recuerdos precisos de todo aquello que era necesario reconstruir en el imaginario pampeano. Hasta había quienes negaban la posibilidad de que este sitio fuera el mítico Leubuco de los ranqueles donde tantas cosas pasaron y sucedieron. Hasta que se perdieran en el ocaso de la “barbarie” dejando en suspenso una nube de polvo de la misteriosa tierra adentro que tapó sus huellas. Según lo afirmara aquel General Procesista -ya visiblemente beodo- a los postres del almuerzo popular del “Asado del Siglo” en ocasión del festejo en el club Cochicó del centenario de la ciudad.

 

Claro, con posterioridad a la apropiación de sus territorios y destrucción de su modo de vida por parte del Estado Nacional vía manu militari, los ranqueles sobrevivieron bajo identidad enmascarada. Con manifiesta negación del idioma, tradiciones y cultura por vergonzantes. Con el costo adicional de acriollarse en todos los ámbitos posibles. Rurales, urbanos, laborales, escolares. La temprana tarea de investigadores comarcanos, músicos, periodistas y literatos populares lentamente fue abriendo huella en la consideración popular territoriana.

 

Diversidad de ideas.

 

La sonada repatriación de los restos del cacique Mariano Rosas tuvo la característica de la diversidad de ideas y miradas al respecto según la usina generadora. Tal vez allí radique la particularidad del largo proceso restaurativo. De lo que recuerdo -por mi acotada participación en algún segmento-, es que el reclamo del cráneo fue un salto de visibilidad pública en nuestra provincia conjuntamente o tal vez a consecuencia del auge de los estudios de historia y cultura indígena, - denominados “Jornadas Ranquelinas”- y la sucesión de libros y publicaciones periodísticas salidos de esa frondosa cantera que agrupo paulatinamente en torrentera a estudiosos del género. Incluso allegados desde otras latitudes nacionales. También de profesionales del Departamento de Investigaciones Culturales del Gobierno Provincial e investigadores de nuestra Universidad de La Pampa. Inmediato a esto, con la integración de las primeras Comunidades Originarias de reciente formación en paralelo allá por el año 1989, se completó el mosaico de intereses y esfuerzos confluyentes. Entre ellos, el del Area de Patrimonio Histórico de La Pampa que comenzó a intervenir en 1988 el gran espacio adyacente a la laguna con emplazamientos alusivos a la significación y pasado histórico del sitio.

 

Tras un periodo de amalgamas no exento de altibajos en los objetivos y respuestas dilatorias de las autoridades del Museo de La Plata, finalmente en 1992 en el ámbito de las Primeras Jornadas Ranquelinas realizadas en Río Cuarto, se toma la decisión con el acuerdo expreso de los referentes carismáticos ranqueles de entonces, de requerir formalmente la devolución de los restos de Mariano Rosas. Contó con el decidido apoyo del gobierno de La Pampa.

 

Es que el cráneo condensaba una serie de valoraciones, intereses y formas de significar contrapuestos. Era considerado como Patrimonio Nacional por su poseedor, el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, arguyendo la entidad que ella misma era el reservorio de la Identidad Nacional y de la actividad Científica. En una mirada retardataria anclada en el Catálogo del antropólogo H Ten Kate con el número de orden 292 que lo despersonalizaba ex profeso con números e inscripciones y señalaban el ánimo oficial pretendidamente aséptico respecto a los pueblos originarios.

 

Para el gobierno pampeano, que lo reivindicaba para aventar el pasado territoriano con peso inmigratorio y dependiente de un lejano poder nacional, significaba profundizar y ampliar la cultura de “ la pampeanidad” en general por esta vía de lo étnico. Por lo tanto era considerado Patrimonio Provincial. Como tal lo reclamaba oficialmente. Surgieron algunas posturas que finalmente confluyeron con la posición de las comunidades indígenas.

 

Porque los ranqueles -por su parte- esgrimían por medio de sus representantes comunitarios y líderes políticos la vigencia irrestricta de la identidad como pueblo y nación, el reconocimiento de la ancestralidad recuperada y el sagrado derecho de enterrar sus muertos en su tierra con implicancias sociales y culturales.

 

Se iniciaba así la etapa donde los activistas del pueblo ranquelino que impulsaron desde entonces la restitución, finalmente se transformaron en reclamantes reconocidos públicamente aunque sujetos a la pugna con las autoridades del Museo Platense. Este solo se avenía a despojarse de lo que consideraba “su patrimonio”, únicamente si una Ley Nacional así lo disponía y mandaba. “ …y solo ante el reclamo de descendientes directos, aunque no creemos que existan”, según expresó públicamente el Director en declaraciones a La Arena el 28/12/96.

 

Como contrapartida y estrategia política los ranqueles se vieron obligados a buscar y presentar un familiar sobreviviente y directo descendiente de Mariano Rosas. Hasta entonces sin certeza de su real existencia. Fileteando así la lábil frontera entre el conjunto “abstracto” del reclamante pueblo ranquelino reasumido como tal y un deudo específico. Descendiente directo y fehacientemente acreditado como tal. Asegurándose así su inapelable derecho a la obtención de los restos del famoso antepasado.

 

En medio de estas circunstancias y por publicaciones y estudios previos desarrollados en el campo de la investigación histórica y rastreo de linajes indígenas de la región, recibimos formalmente la convocatoria desde la Presidencia de la Comisión del Senado de la Nación que trataba especialmente la situación. Aceptando y concurriendo en persona “como presencia técnica suplementaria no indígena”, -tal el término usado en la cita- por sugerencia de las autoridades del pueblo ranquel en el marco del Programa de Participación Indígena.

 

La Comisión de Poblamiento y Desarrollo de la Cámara de Diputados de la Nación requirió la documentación probatoria exhibida y llevada exprofeso para dirimir las decisiones futuras de los Diputados con más certezas y precisiones en el expediente y actuaciones necesarias para confeccionar la ley respectiva de repatriación y el sitio donde concretarla.

 

En la ocasión concurrimos al encuentro acompañados por Ana María Domínguez en su carácter de dirigente de la comunidad indígena con expresas y precisas instrucciones de veedora por sus mandantes ranqueles.

 

Mi tarea al respecto en aquella recordada jornada, consistió en exponer por extenso en el ámbito de reunión parlamentaria los resultados de una investigación histórica-antropológica realizada con anterioridad. Se basó en fundamentaciones con documentos oficiales, fotografías y fallos judiciales que establecían la cadena genealógica y señalaban claramente la identidad del descendiente exigido, en un anciano octogenario habitante de la ciudad de General Acha. Hasta entonces ajeno al movimiento político indígena pero entendiendo el mismo que los restos debían regresar a Leubuco. Convirtiéndose a la sazón en el pivot necesario en torno al cual giraba el pueblo ranquel para concretar sus aspiraciones. Y las del conjunto de deudos más lejanos que permitía ensamblarse a través de retazos de memorias, apellidos, residencias, desplazamientos espaciales, parentescos, actuaciones de época y documentación de registros civiles, con la biografía personal del bisnieto y la general más amplia y colectiva, dispersa o aletargada hasta entonces.

 

Expediente.

 

A los resultados de la mecánica de rastreo y armado genealógico, se le adosó al informe como pieza importante un inesperado documento hallado fortuitamente en el Archivo Judicial de La Pampa durante el periodo de búsqueda al que hacemos referencia. Que en términos reales significó la piedra angular que le dio sostén, vigor y celeridad resolviendo las pretenciones demoradas por años en los pasillos oficiales de la metropoli.

 

Nos referimos al expediente sobre el pedido de filiación legítima fechado en la (entonces) capital del territorio, General Acha, en julio de 1900. El exp. 100/1.900. Leg. 932 iniciado por el causante Don Amunao Rosas que se dirigía al Sr Juez Letrado como “.… indígena de 64 años, no bautizado ni registrado mi nacimiento en el registro civil por no usarse ninguno de estos requisitos en mi tribu en los años que nací; y teniendo necesidad de acreditar mi filiación legitima como hijo único sobreviviente del cacique general Mariano Rosas y de la indígena Tripaiman, ambos fallecidos en este territorio; suplico a Ud. se sirva admitir la información sumaria que a tal fin ofrezco producir y se citen a los vecinos de esta, Don Ramon Tripailaf, cacique araucano y teniente coronel del escuadrón Alsina y a Don Francisco Callulén (a) “ Trecaléñn”, capitanejo ranquelino y teniente de las fuerzas que mandaba el cacique coronel Don Ramón Cabral, para que con las formalidades presten declaración… Será Justicia”.

 

El expediente a través de su docena de fojas contiene detalles precisos en las actuaciones e interrogatorios a los testigos con la traducción del indígena “lenguaraz” Juan Marin citado por la Justicia dado que los testigos no hablaban castellano. Quienes confirmaron o modificaron algunas cuestiones repetidas por ciertos frondosos escritores de la extensa literatura sobre la épica de la Conquista.

 

La importancia de las precisas declaraciones que son transcriptas de los propios protagonistas “hablando” y registrándose en el expediente como Información Sumaria Oficial para comprobar la filiación a quien el Juez Baltasar Beltrán, reconoce finalmente como único hijo natural sobreviviente de los nombrados Mariano Rosas y Tripaiman al causante Amunao Rosas. Punto de partida para el extenso árbol genealógico que se derrama hasta la actualidad ordenando las épocas, las sucesivas identidades familiares y el intricado camino de regreso a su tierra del gran paisano ranquel 120 años más tarde de su muerte.

 

* Investigador

 

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