La Junta Luz
Un repaso por la obra “La Junta Luz”, un libro de Juan Gelman publicado por primera vez en 1985 y dedicado a las Madres de Plaza de Mayo. Una obra lírica a la que el autor convierte en narrativa.
Nilda Redondo *
En 1985 Juan Gelman publicó “La Junta Luz””, obra que, como nos indica siempre el poeta, escribió en París en 1982. En esa primera edición de la editorial Tierra Firme, aparece un subtítulo en la tapa: “Oratorio a las Madres de Plaza de Mayo”. En la edición de Seix Barral de 2001, titulada “Anunciaciones y otras fábulas”, la encontramos en el centro del libro, entre “Fábulas” y “Anunciaciones”. En esta edición la obra aparece dedicada a las Madres de Plaza de Mayo.
A pesar de que en todos los casos que refiero, se trata de obras líricas, este poeta tiene la particularidad de convertirlas también en narrativas, o dicho de otro modo, atrapa la profundidad del instante lírico que le permite manifestar lo subjetivo y los afectos a la vez que discurre en el tiempo. “La Junta luz” en sí concentra y contiene cinco obras poéticas escritas poco tiempo antes, entre 1978 y 1980 en el exilio. Me refiero a “Notas”; “Carta Abierta”, dedicada a su hijo Marcelo; “Si dulcemente”; “Comentarios” y “Citas”, ambas dedicadas a su país.
En la edición de 2001, con “Fábulas”, escrita en Buenos Aires, 1971, y “Anunciaciones”, París, 1987, el recorrido temporal es mucho más amplio y abarca exactamente la revolución, la derrota y la resistencia, en medio de la ignominia e impunidad. Recordemos que el 29 de diciembre de 1986, en Argentina, se había votado la ley de Punto Final y el 9 de junio de 1987, la de Obediencia Debida; con ellas se garantizaba la impunidad a la abrumadora mayoría de responsables por crímenes de lesa humanidad producidos en contexto de genocidio durante el terrorismo de Estado constituido entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre 1983.
“Lo que no pasó”
“La Junta Luz” es el momento del amor místico, tan intenso que enceguece. Enceguece por su potencia, su luminosidad, porque es inalcanzable y en esa inalcanzabilidad produce dolor y a la vez deseo. ¿Qué desea el poeta?: regresar a su país, que su hijo Marcelo Gelman no haya sido secuestrado y desaparecido; que sus amigos, poetas, narradores, intelectuales, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti, no hayan sido secuestrados o asesinados de manera directa como Paco; que los “queridos compañeros/ moridos// en combate o matados a traición o tortura/” (Nota XXV) vuelvan a sus vidas. Que lo que sucedió, la derrota del proyecto revolucionario con responsabilidades de la propia cúpula en el caso de Montoneros -así lo considera Juan Gelman- no haya tenido lugar. Como dice en “Anunciaciones”: “siempre me acuerdo de lo que no pasó” (2001: 116).
Se trata de un absurdo, de una imposibilidad si se lo evalúa con el sentido común de las clases dominantes triunfantes y beneficiadas con el ahogamiento de la lucha revolucionaria desplegada en Argentina entre fines de los 60 y principios de los 70 del siglo XX. Pero desde el punto de vista de un pensamiento artífice de las palabras a través de “la señora” como le gustaba decir a Juan Gelman al referirse a la poesía, no. No es absurdo: es una manera, por un lado de realizar un profundo balance político del propio campo en el que se inscribió; por otro, esa construcción utópica hacia el pasado le permite mantener la tensión para la construcción utópica necesaria en el presente y orientada al futuro, para que ese futuro sea nuestro.
Pedazo de sol.
Respecto del balance político, en “Notas” en particular, encontramos una reivindicación cargada de ternura, de los jóvenes que se sumaron a la lucha revolucionaria llevados por una ilusión, una luz, una convicción; a la vez hay una crítica a la conducción montonera, como lo dirá de manera clara y directa en sus conversaciones con Roberto Mero, en 1988. En Nota XIII se dice: cada compañero tenía un pedazo de sol/en el alma/ el corazón/ la memoria/cada compañero tenía un pedazo de sol/y de eso estoy hablando no estoy hablando de los errores que nos llevaron a la derrota/por ahora/ no
estoy hablando de la soberbia/ la ceguera/ el delirio militarista de la conducción/estoy diciendo que cada compañero tenía un pedazo de sol que le iluminaba la cara/(…) (1994: 109)
Recordemos que esta crítica había sido hecha entre 1976 y 1977 por Rodolfo Walsh, en cartas que había enviado a la cúpula de su organización sin obtener respuesta alguna (Baschetti, 1994: 206-240). Sin embargo esto no coloca ni a Walsh ni a Gelman en el campo del enemigo sino todo lo contrario: fueron lúcidos intelectuales que supieron decir la palabra justa en el instante de peligro.
Lluvia de sangre.
En “Si dulcemente” se mantiene en alto la tensión entre el largo territorio de dolor a recorrer y la esperanza en un triunfo final; el poema “El frío de los pobres” aparece completo en “La Junta Luz” en boca de la madre-coro: el frío de los pobres que un día triunfarán/ cruje en el fondo del país/ torturado/ callado crepita otoñando padeceres/se le caen hojitas/ olores secos/compañeros/se pudren alimentando furias que vendrán/alma mía que así crecés contra las bestias/dame valor o fuego/ pueda podrirme/ continuar/para que coma la victoria/ (2001: 96)
En la escena IV aparecen algunos versos de Nota IX que remiten a la tradición del castigo divino señalada en el Apocalipsis bíblico, pero que también tiene que ver de manera literal con el genocidio que se está perpetrando en Argentina en dictadura y de la cual ha sido víctima, además, su propio hijo. Así es que aparecen los versos: “talmente llovió sangre/sangre llovió por mi país/”.
Las preguntas de la ausencia “Carta abierta” en “La Junta Luz” nos remite a la desesperada búsqueda de Marcelo, de 20 años, secuestrado en noviembre de 1976 junto a su esposa María Claudia García Irureta Goyena,19 años, embarazada de siete meses. “La JuNta Luz” nos envía a las distintas maneras de imaginarlo en ese tiempo en blanco y en suspenso que tiene desde su desaparición. De esta manera el poeta padre es también como las madres; es una madre-padre que busca la fusión con su hijo-hija. En la escena VII madre-coro (candice): ¿almás?/ ¿bellísimo?/ ¿te descansás/del desamor?/¿amás?/ ¿alma que tierra/abierta al sol de la justicia?/ ¿hijás?/¿incansable de puro desufrir?/ (2001:100)
Es la reiteración de preguntas ante la desesperación de una ausencia sin respuestas porque detrás de esas palabras aún no se halla nada ni nadie; sólo es el silencio y la negación por parte de los genocidas (en aquel tiempo pasado y aún en el presente).
El 14 de octubre de 1989 fueron encontrados sus restos que, mezclados con cemento y arena había sido arrojados al Río Luján (Gelman, 1997: 28).
La patria esquiva.
“Citas” es el que le da el nombre y el sentido a la obra dramática. En la “Cita XX (santa teresa)”, ese poema de fusión amorosa absoluta y completa, en donde el alma nada en el cuerpo como el cuerpo en el alma, dice: de vos/ natural tímido/ bajo/que se alza a arder en tu paladar mismísimo como desapariencia de tu ser/o cuerpo dulce al que entrás como.limpia juntadora de luz?/ moro tu absorta aparición de vos en estas vidas/en estos tiempo/ tan subidas unas/escribidas por vos sobre mi sangre (1994: 278)
“Comentarios” y “Citas” están referidos a esa ausencia amorosa y ese doloroso desgarro que produce el exilio forzado. En este estado de subjetividad roída por el dolor, el poeta se vuelve hacia San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, poetas místicos descendientes de judíos conversos al cristianismo de la España del siglo XVI. Aunque también va a reescribir letras de tango de Homero Manzi, Lepera, Homero Expósito, Cátulo Castillo.
En 1979 Juan Gelman era un exiliado de su país y de su organización quien lo había condenado a muerte por renunciar a la organización Montoneros en disidencia con la determinación de llevar a cabo la llamada Contraofensiva, dada en Argentina entre 1978 y 1979 y que costó aproximadamente 600 víctimas entre los y las combatientes enviadas (Gasparini, 1999). De Argentina había marchado hacia Europa antes del golpe, en 1975, enviado por su organización a cumplir funciones políticas que tenían por objetivo denunciar la represión llevada a cabo por la Triple A. Luego ya no pudo regresar. Ni siquiera durante el advenimiento de la democracia porque era uno de los siete jefes de la guerrilla que tenían orden de captura así como las tres primeras juntas de la última dictadura, a propósito del Juicio a las Juntas de 1985 (Crenzel, 2008). Cuando Carlos Saúl Menen inició el proceso de indultos a todos y todas aquellos y aquellas condenados y condenadas en el Juicio a las Juntas -comienzan en octubre de 1989 y culminan en diciembre de 1990 (Ageitos, 2011)-, Juan Gelman, desde México, rechazó ese indulto por considerarlo ignominioso. Es que estaba siendo tratado en igual nivel que los responsables de los crímenes de lesa humanidad, replicándose de esa manera la “Teoría de los dos demonios”, consagrada por Ernesto Sábato como representante de las CONADEP, en el prólogo del “Nunca más” de la primera edición.
Es decir, Juan Gelman es un exiliado con profundo sufrimiento que pudo dar en las palabras y construcciones poéticas las posibilidades de recorrer esos dolores y de convertirlos en justicia y belleza.
Madres de Plaza de Mayo.
“La Junta Luz” coloca en el centro de la escena a la tortura; lo hace porque es la práctica habitual realizada en comisarías y centros clandestinos de detención -campos de concentración- que en Argentina, en 1982, alcanzaban un número de 340. Los más importantes eran El Vesubio y Campo de Mayo en las afueras de Buenos Aires, la ESMA y Club Atlético en la Ciudad de Buenos Aires y la Perla en Córdoba.
La tortura, esa forma de convertir el cuerpo de otra, de otro, en instrumento al que se lo somete a un inconmensurable dolor físico y psíquico, con el fin de obtener información, a la manera de la antigua Inquisición española o de los franceses en Argelia contra el Frente de Liberación Argelino y los EEUU en Vietnam contra el Viet cong. Aunque también con un alto componente de sadismo y odio (al comunista, a la comunista; al judío, a la judía, a la mujer en particular, a homosexuales), esa, la tortura, es colocada en el centro de la escena V, a partir de testimonios tomados de “Todos somos subversivos” de Carlos Gabetta, como nos indica el poeta en el epílogo del libro:
niña (candice): un auto/ dos hombres/me vendan los ojos/en la ciudad/ en la ciudad/el día/ el día/el subsuelo/la escalera/la pieza/¿dónde está tu familia?/la picana/los pechos/la vagina/¿dónde está tu familia?/querosén en los ojos la boca la nariz/desnuda yo/¿dónde está el tiempo?/el tiempo que/la picana/¿dónde está tu familia? el tiempo/la mañana/ (2001: 83)
Las Madres y quienes se organizaron en torno a ellas desde la primera ronda a la Plaza de Mayo, en 30 de abril de 1977, tuvieron la consigna “con vida los llevaron, con vida los queremos”, ante la negación sistemática por parte de las Juntas Militares respecto de la desaparición de personas llevada adelante por el Terrorismo de Estado. Además, se garantizaba la continuidad de la lucha “hasta encontrarlos”. Ese eco aparece con claridad y contundencia en “La Junta Luz”, en particular a través de las indicaciones de representación escenográfica dadas por el poeta- dramaturgo. En la escena I nos dice: “(al fondo, vuelve la manifestación de las madres silenciosas, alzan un cartel que dice: “¿hasta cuándo?”. Baja. sube otro. dice: hasta encontrarlos”) (2001: 68); concluye luego: “(al fondo, la manifestación ahora es de obreros. corean: los desa/pare/cidos//que digan/ dónde/ están/)” (2001: 69).
Resistencia y palabra poética.
Durante el terrorismo de Estado en Argentina, existió oposición obrera (Pozzi, 2008); resistencia de las madres de Plaza de Mayo y otros organizamos de Derechos Humanos; prensa clandestina como la de Rodolfo Walsh (Verbitsky, 1985), que rompía el cerco puesto a la información, durante el primer año de la dictadura; todo en el propio territorio de la patria ensangrentada. Pero en el exilio se articularon los militantes políticos de las principales organizaciones revolucionarias y constituyeron la CADHU (Comisión Argentina de Derechos Humanos) con sedes en España, Francia, México, EEUU, Países Bajos. Publicaron “Argentina, proceso al genocidio” en enero de 1977; recibieron testimonios de sobrevivientes tempranamente; lograron que Amnistía Internacional denunciara los crímenes de lesa humanidad cometidos por los defensores del mundo occidental y cristiano. Que la ONU recibiera las denuncias a partir de su Comisión de DDHH (Investigar en el Archivo, 2022).
Juan Gelman, exiliado político, escribió su poesía y denunció al mundo la lluvia de sangre que se cernía implacable sobre nuestro país: denunció, lloró, se desconsoló, puedo vivir con su palabra poética. Este es su testimonio: el momento de la luz enceguecedora que concentra el más profundo dolor y la más profunda convicción de que los pobres algún día triunfarán.
Pero ese triunfo sobrevendrá luego de la catástrofe apocalíptica; se constituirá un mundo otro con el árbol de la vida en su centro, tal como concluye, alegórica, “La Junta Luz”, en donde jamás se abandona el no, la resistencia, la búsqueda: “(al fondo, a la izquierda, las madres que giran en torno al árbol de la vida. Caen patrulleros- se oyen sirenas, pero música que da la sirena policial-, las madres alzan los brazos, se inmovilizan, un foco proyecta sus sombras enormes contra el fondo, los brazos inmóviles pero las manos vuelan)” (2001: 94).
Contra esa potente fuerza hoy se planta el gobierno nacional y los partidos que lo sostienen.
No la destruirán.
* Investigadora. Autora del libro “Anunciación de la esperanza en Juan Gelman” (2014).
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