Sabado 23 de marzo 2024

Los lápices aún escriben

Redaccion Avances 04/12/2022 - 06.00.hs

La obra “Lápices, un musical con memoria” cerró su primer año de funciones en el salón de la Usina de la CPE. A sala llena y en un marco de emoción y nostalgia, el grupo de jóvenes lo dio todo... una vez más.

 

Sergio De Matteo *

 

Una vez más lo hicieron… Estxs jóvenes, tanto el equipo técnico como actores y actrices, fueron ovacionados de pie, despedidos sin querer que se termine la función, que continúe sonando la música y se siga entretejiendo aquella historia de la década del ‘70 con el presente; y que los lápices nunca más dejen de escribir.

 

Ratifico cada palabra y la reflexión vertida en el artículo publicado el 17 de abril del corriente año en el suplemento de cultura Caldenia, del diario La Arena, donde señalaba, respecto a los efectos de la obra, sobre su resignificación: “De atrás para adelante, desde los sedimentos que deja en el público la representación artística de temas medulares de la historia, la política y la identidad”.

 

En ese sentido, sólo agregaría algunas breves apreciaciones de esa lectura de una de las primeras presentaciones de Lápices. Ante todo, con el rodaje de las funciones cada una y cada uno de los personajes fue consolidando su presencia en el escenario, fue encarnándose en las interpretaciones la conciencia de los ausentes; en sus voces, en las canciones y en la gestualización retornaron al presente les estudiantes organizados que reclamaban por el boleto estudiantil. De dicho modo, la representación artística logra vapulear la interdicción del relato de la historia oficial; pero, además, también, como pretendía Bertold Brecht, genera “Verfremdungseffekt” (efecto de distanciamiento o efecto de extrañamiento), que es una forma de teatro que consiste en que la obra se centra en las ideas y decisiones, y no en intentar sumergir al público en un mundo ilusorio, para así evitar la catarsis. El público no debe sentirse uno de los personajes y representarse en él, sino que debe distanciarse de lo que está viendo, para así tomar una postura crítica. Incluso resalta el autor de La excepción y la regla que “el principio que yo he querido aplicar al teatro es que es preciso no concentrarse con dar una interpretación del mundo; también se debe transformarlo”. En distintas entrevistas o en el cierre de la obra, tanto equipo y autores, han recalcado la idea de un futuro mejor, de transformar la realidad, o el mundo. En el programa de mano se resalta: “Creemos en la premisa de que el arte puede transformar para mejorar. Cambiar nuestro mundo, nuestra casa. Por eso luchamos”. Esta afirmación encaja perfectamente en el teatro brechtiano, es decir, el teatro épico o dialéctico.

 

Ruptura.

 

Otro punto que infiere una vuelta de tuerca de la obra, la cual se ve modificada por la interacción con los asistentes, es la ruptura del espacio del cuerpo actoral sobre el escenario con el público. Aunque desde el estreno la estudiantina circulaba entre las personas o la irrupción de las “Madres”, secundadas por las FF.AA., cerca de la gente, ampliaba el registro de la composición escenográfica; haberle sumado al cierre del musical que les actores canten entre los espectadores, que se convierte en uno de los momentos de mayor efervescencia, implica que la tensión de la historia y el devenir de esas y esos jóvenes atraviesa por los cuerpos y las cabezas, anudando a todes en las premisas que se han convertido en políticas de Estado, como “Memoria, Verdad y Justica”, “Nunca Más”.

 

Destaco la fuerza que tienen las palabras, el lenguaje, tal cual lo planteaba en la nota “Lápices, musical y memoria”: “La lengua y la canción aúnan y reúnen, dan sentido a la lucha y a la resistencia. La lengua se transforma en el hilo que trama la historia de vidas de los sobrevivientes con los ausentes”, o “El lenguaje como espacio de lucha. Lenguaje represor y lenguaje liberador. Una hegemonía cívico-militar-eclesiástica-comunicacional que perseguía las ideas y castigaba los cuerpos”. El lenguaje es una herramienta fundamental, porque es integra el discurso social y, además, constituye la base fundacional de los imaginarios. Los imaginarios son impuestos por la hegemonía política, son el reservorio de su poder dominante que trasiegan de generación en generación, hasta que otra hegemonía los reemplaza o renueva.

 

Vuelvo a Brecht: “Contra la barbarie creciente solo hay un aliado: el pueblo, que tanto sufre bajo ella. Solo de él puede esperarse algo. Por lo tanto es lógico dirigirse al pueblo y, más necesario que nunca, hablar su lenguaje”. Ese giro que toma el musical al finalizar es un hallazgo importante, porque, de alguna manera, hay una reunión, una conjunción profunda con el público, la obra trasciende actores y asistentes al espectáculo, los aúna en la categoría pueblo, los interrelaciona y hermana.

 

Musical que integra.

 

Apuntes de lo sucedido, una posible mirada y unas cuantas observaciones que, seguramente, habrá por cada persona que tuvo la posibilidad de ver, sentir y pensar junto al musical; que es integrador, inclusivo. Aún así, con el paso del tiempo, la obra no sólo consolidó el funcionamiento de sus partes, sino que logró una proyección que ha implicado la asistencia de públicos diversos, desde los colegios hasta les adultos.

 

Sin saber qué les depararía el destino, en aquel momento arriesgaba: “Hemos dicho que Lápices, que se sostiene sobre la espalda de jóvenes, interpela a la sociedad, ‘la sociedad del silencio, del olvido y la memoria’, como postulara Daniel Bilbao, y, por sobre todo, a la historia y a la política. No cabe duda, ante el resurgimiento galopante en el mundo del fascismo y el neonazismo, que Lápices debe integrar la agenda cultural de todos los municipios de la provincia de La Pampa en este año 2022”. Fueron 10 localidades, 28 funciones, con alrededor de 7000 espectadores; y ese guarismo para la provincia de La Pampa no está nada mal.

 

Por último, acorde al teatro épico, al efecto de distanciamiento, no obstante, esa historia pasada cobra mayor relevancia al ser resignificada, al ser puesta en escena en el presente y que, además, fricciona con la realidad. Quizás algunes se queden sólo con las canciones, otres con las escenas dramáticas o con el baile; pero, aún así subyace y late en la representación artística lo político, lo ideológico. Su potencialidad histórica y revelación profunda de los sentimientos avala lo que dijera Pablo Díaz: “Yo respondo por mi juramento, que está basado en los últimos minutos de convivencia. Ellxs me gritaban que no lxs olvide y que lxs recuerde siempre. Como sobreviviente respondo a eso”.

 

En tiempos de excepción, abyectos, esta rememoración y rememorización de lo vivido como pueblo, cobra vigencia con una fuerza inusitada y la obra interactúa poniendo luz sobre las sombras que avanzan no sólo en nuestro país, sino en el resto del mundo. Este musical interpela lo pasado pero también a este presente donde los discursos de odio, la violencia, la necropolítica (política de la muerte), el intento de magnicidio de la vicepresidenta, son la refracción del pensamiento de una parte de la sociedad. Por eso el alto significado de esta obra, como construcción histórica y artística, que reside latente en esa categoría pueblo, pero que a su vez, es integrada por cada ser humano. Si no hay transformación en el ser, en el individuo, es imposible que eso se refracte en el conjunto. Esta obra reenciende esa conciencia, como también activa la memoria y nos une a aquellos pibes y de aquellas pibas que nos observan desde el pasado, hablándonos hoy a través de Pablo Díaz, y por medio de cada una y cada uno de les protagonistas de Lápices.

 

PD: Fuera de la obra, festejo el involucramiento de la CPE y la UNLPam, y más en estos temas espinosos, pero que nos conforman como comunidad. Y como socio de la Cooperativa me enorgullece la decisión de que se representara Lápices en la vieja e histórica Usina.

 

* Colaborador

 

 

Lápices, en la CPE (por José Depetris)

 

En el Centro Cultural La Usina de la CPE, los lapices siguieron escribiendo…

 

Colmada la capacidad del recinto, la memoria, la verdad y la justicia, en clave teatral combinando danza, música y exquisita actuación, consolidaron los conceptos necesariamente urgentes de una fuerte reivindicación de la participación militante de la sociedad en su conjunto.

 

Va de suyo, también de las instituciones populares. Como la de la Cooperativa Popular de Electricidad y su decisión trascendente que honra sus noventa años de trayectoria y que destaca en la grave contingencia actual, la necesidad de recuperar y valorar pautas democráticas de convivencia y tolerancia.

 

Y si…, los lápices siguieron escribiendo anoche…

 

Y lo seguirán haciendo, porque estas historias sintetizadas, garantizan y van guiando el sentido de nuestra lucha comunitaria. Nuestras reflexiones y desvelos aportando desde nuestro lugar de usina, de conocimiento real, en la configuración y carnadura de una sociedad más justa y democrática.

 

Nuestras vidas han perdido una tranquilidad que necesitamos recuperar. La violencia que tuvo el clímax en el reciente atentado de magnicidio echa raíces previas muy profundas. Claramente en las rémoras de los años de plomo, pero también de años mas cercanos en los que dejamos que avanzara esa locura de que se puede insultar, denigrar, escrachar, vilipendiar, y no pasa nada.

 

Es urgente arrancarnos el pesimismo porque eso es lo que pregona intencionadamente la ultraderecha. Entre prometer regresar para hacer en 100 días lo que quedó inconcluso y pedirle a alguien que se calle porque si no le rompen la cara, hay una lógica. El goce de la figura del “pater nostrum” o el del emperador, que decidía quién vivía y quién no. Porque es obvio que no solo están dispuestos, sino convencidos de hacerlo.

 

 

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