Reeditan Don Pascual
Un grupo de teóricos de la cultura del comic puso en circulación en dos tomos una notable edición de las aventuras concretas de uno de los personajes más emblemáticos de la revista Don Pascual.
Walter Cazenave *
Para quienes transitan por encima de los setenta a veces una revista, un dibujo, una historieta traen un montón de recuerdos propios de una época en que la electrónica estaba en pañales. Es el caso de Patoruzito, una publicación infantil y juvenil vigente por los años cincuenta del siglo pasado, plena de historias y personajes entrañables; la serie completa de uno de ellos acaba de ser reeditada.
La publicación sigue la tendencia de presentar en muy buenas ediciones de alta calidad a los clásicos de la historieta, iniciada más de una década atrás en Europa. Literatura dibujada que le dicen: Hugo Pratt, Dino Battaglia, René Goscinni, Milo Manara...
Con algún retardo también entre nosotros se dio esa tendencia con memorables ediciones de Oski, Breccia, Solano López… en sus recordados y expresivos dibujos, con argumentistas de primer nivel. La situación económica (y alguna censura mal disimulada) dieron por tierra esa manifestación de las muy buenas historietas argentinas, acaso las mejores del mundo en ese momento.
En los días que transcurren, un grupo de teóricos de la cultura de ese rubro (el comic, como lo nombra la postura anglofilizante) en una iniciativa apoyada por Juan Sasturain, director de la Biblioteca Nacional hasta el advenimiento de Milei, ha puesto en circulación en dos tomos una notable edición de las aventuras concretas de uno de los personajes más emblemáticos de aquella revista mencionada a la iniciación de esta nota: Don Pascual, una tira que también supo salir con el título de Mangucho y Meneca y de Mangucho con todo. De allí que la recopilación y reedición sorprende muy gratamente, trayendo evocaciones infantiles y juveniles. También replanteando la trayectoria de Roberto Battaglia un gran dibujante de misteriosa trayectoria.
Historieta y surrealismo.
La trama argumental es simple y, en principio, gira a través de tres personajes principales: Mangucho y Meneca (que por entonces inicialmente daban nombre a la tira, que luego cambiaría) y el propio Don Pascual, un típico almacenero de barrio de mediados del siglo pasado, con características comerciales y humanas afines. Al poco tiempo de aparecer se incorporan -entre otros- Zazá (novia de Don Pascual, de la que sus principales rasgos son los celos y el fumar toscanos); Taraletti, un mensajero de pies descalzos y hablar problematizado, que con el trascurso de la historieta se hace amigo de los demás personajes y el sapo Felipe.
Pascual, un Todo el conjunto dentro de una trama subrayada por el absurdo gráfico y argumental que, sin embargo, se ubica claramente en la sociedad argentina, porteña mas bien, de los años cincuenta. En ese esbozo se destacan el policía Grapini y el curandero Pulguetti. La vigencia de la inmigración, todavía manifiesta por aquellos días, aparece clara en la presencia de arquetipos como el prestamista judío, la tía de Italia (con un carácter “de aquellos”…) y la plática anglófila de los dos mozos gallegos (siempre presentes en un segundo o tercer plano del dibujo) que van variando su escueto y repetido diálogo a lo largo de todos los números aparecidos. Ese surrealismo gráfico, desconocido hasta entonces en la historieta argentina, es una de las características más recordadas de la tira por lo insólito de la mini situación que planteaba.
Sutilezas políticas.
Uno de los rasgos notables de la historieta es que desde el comienzo unitario de un simple relato por cada número de la revista, en el que se abre y cierra el argumento, a través del tiempo se enriquece en ese aspecto y en algunos temas pasa a tener ligazón, finalizando en uno o dos números con el clásico “continuará”.
Se diría que el autor, dentro de lo suyo fue ganando en audacia, en atrevimiento.
Hay aventuras de varios números, en las que se acentúa el grotesco argumental y aparecen nuevos personajes absolutamente originales, como el señor Seviene y la profesora Geografiola, Bebota y Bobona y el paranoico Agustín, trasparentes caricaturas de gentes barriales que la agudeza del autor supo captar. También surgen algunas sutilezas que bien pueden tomarse por alusiones políticas, caso de Alvaro Alsogaray, ministro del entonces presidente Frondizi (quizás el único que aparece caricaturizado gráfica y claramente). También son evidentes ciertas expresiones inconfundibles de aquel primer peronismo masivo, que se trasmitían a través de la radio y que Battaglia ironiza con mayor o menor agudeza.
En un cambio llamativo, que bien puede interpretarse como un afán evolutivo del autor, en 1954, a partir del número 470 de la revista la historieta pasa a llamarse Mangucho ¡con todo!, a secas y a partir de mayo de 1957 el protagonismo, y el nombre, pasan a ser de Don Pascual ya consolidado como personaje central y con rasgos de la Argentina de ese tiempo.
La sensibilidad de Battaglia con su medio y su tiempo se evidencian también en las muchas constancias de letras musicales contemporáneas al autor, tangueras sobre todo, que se insertan con justeza en los pertinentes cuadros de la historieta; sirven también como indicadores de las distintas épocas y características de llegada al país de las modas en la materia.
Esta reedición, que acaso se continúe con otros autores, tiene el mérito de la nostalgia pero también, innegablemente, el de la calidad. En el recuerdo de los años de infancia, la historieta –dibujo y argumento- se lee con el interés de aquel tiempo cuando, es bueno recordarlo, también los adultos la frecuentaban.
El misterioso Roberto Battaglia.
La trayectoria de Roberto Battaglia es una de las más singulares –por no decir misteriosas- en la actividad. Después de haber colocado con éxito algunas tiras bien personales (Motín a bordo, Nos tientan, María Luz…) súbitamente partió a los Estados Unidos, cuyo mercado laboral había atraído ya a otros dibujantes argentinos. En esa partida acaso tuvo que ver la muerte de su primera esposa y también sus ironías sobre el peronismo, que no caían muy bien al régimen. A partir de ese viaje y durante muchos años, casi hasta la actualidad, se pierde su rastro y se abre la leyenda: que fue camionero y conductor de autobuses, que trabajó como fotograbador, que tuvo una empresa de pintura…. Una de las páginas de la edición está firmada en “Nueva York, 1958”, lo que evidencia que siguió colaborando desde los Estados Unidos, al menos durante un tiempo.
Acaso influidas por su residencia en el país del norte las andanzas de Don Pascual y demás personajes comenzaron a tener evidentes rasgos políticos, apenas disimulados: el Telón de Acero, la cohetería espacial, las explosiones atómicas…
Era la Guerra Fría a la que no podían sustraerse las historietas, y menos en uno de los países protagonistas.
Pasados los años sesenta las cartas de Battaglia comenzaron a espaciarse hasta que, finalmente, no se supo más nada de él. Después de mucho tiempo se conoció que había muerto en el año 2005, junto con el sitio donde está sepultado.
Tal como señala la información de Internet “Roberto Battaglia está considerado el creador de una narrativa historietística imaginativa y desbordante, única en el género. Y los especialistas lo tienen en el podio de los grandes”.
* Colaborador
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