Versos calcinados
Desde la propia cancionística se engendra el poema, como desde la misma poesía nace la canción. Ambos géneros dialogan, se conjugan con su originalidad en la voz y la escritura de la artista María Costilla. “Ahora soy un pájaro” se presentará el 10 de agosto en 451 Libros.
Sergio De Matteo *
Cuánto de racional y cuánto de instintivo conlleva la creatividad artística?, es una pregunta que recorre toda la historia del arte y sobre la que se han elaborado estéticas, decálogos e infinidad de teorías. Muchas veces se resuelve en el acto mismo, en la génesis de una obra, con la ulterior, o no, explicación y fundamentación de lo gestado. También puede suceder que en la misma productividad surjan los interrogantes sobre la acción inventiva y se cuele en su propio cuerpo.
María Costilla participa y procura darle sustento a ese cuestionamiento, como a otros, que integran el proceso creativo. Primero y principal, asienta su obra sobre dos vertientes profundamente ligadas y ejercitadas en La Pampa, la relación entre canción y poesía o poesía y canción.
El poema canción.
En nuestra provincia deberíamos remitirnos a un pasado ancestral para dar cuenta de este vínculo, con la consiguiente combinatoria, transposición, conversación del canto y la poética, desde el Taïel y el Ülcantum, hasta los cancioneros contemporáneos, sea el que fuera consignado en 1973 por el investigador Rubén Evangelista o el histórico “Cancionero de los Ríos” (1985, 2001, 2007 y 2015), titulado de esa manera por el escritor Walter Cazenave, los libros de investigación de Rubén Evangelista sobre el folclore pampeano, así como el punto neurálgico de 1954 cuando el poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz y el compositor Guillermo Mareque crearon la “Canción Para la Niebla Puelche”, primera obra del repertorio folclórico pampeano.
En esta tradición, también sobresaliente en otras regiones y latitudes, no podemos ignorar los intensos encuentros entre Joan Manuel Serrat y Antonio Machado o Miguel Hernández, de José Martí o Nicolás Guillén con la trova cubana, de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla o Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, entre muchos ejemplos más.
Desde lo instintivo a lo racional se escribe, se canciona y se poetiza. Se procura, siempre, sujetar lo que se ha perdido, lo que ya es parte del pasado (“Todo lo que recordaba, cada línea.../ tuvo su momento”), bosqueja Costilla, lo que bulle en el presente (“Es la hora de lo humano”), pero también lo que se vislumbra hacia el futuro, esa utopía que nos hace andar, explorar, vivir.
Quien escribe se interpela a sí mismo, pero, a su vez, interpela a la comunidad. “¿Quién soy?/ Con el rostro descubierto de máscaras/ rota la piel de la memoria”. Lo real se anuda a los simbólico, a lo imaginario; desde ahí interroga el verbo, inquiere el sujeto inmerso en la cotidianidad, se religa con la otredad y el universo, se anuda, por lo tanto funda su nombre, fecunda la triada poética (sujeto simbólico, sujeto imaginario y figura del autor), el autor como gesto, como deslizamiento de lo experimentado: “Yo soy un camino [...] Yo soy en una voz./ Lo soy”.
El poema presente.
A pesar de la intemperie, de lo efímero ante la magnanimidad del universo, se está presente dice Costilla “entre lo permanente y lo efímero: la línea de papel”. Es el lugar elegido para dar testimonio (“Mi alma es un ensayo buscando sosiego”), la palabra escrita, la palabra cantada. Y es una práctica donde pulsan las heridas, donde se revisitan los dolores del mundo, pero es el sendero elegido, aunque “Se vuelve insistente sobre las líneas/ de la vida que una quisiera desterrar”. Es así esa lucha con el signo, entre lo racional y lo instintivo subsiste, se alimenta secretamente, la obsesión. Es lo que empuja el carro de la memoria, de los símbolos, de los colores y los sonidos. El poeta, la cantora, es decir, María Costilla, encrecen arrojados al caldero de la pulsión de vida y de muerte, busca, se busca, nos busca, y no hay otra trayectoria que el sacrificio, despuntar las letras, los acordes hasta el alba, trasudar la noche, el día: “A más hacha, más leña,/ y a más leña más fuego”.
La poeta Louise Glück argumenta en la colección de ensayos “Proofs and Theories” (“Pruebas y teorías”) que “Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, es decir, plasma una concepción del mundo poético como si fuera una dimensión que traspone el propio lenguaje (pero transcurre en el lenguaje: como recepción y proyección) y toda materialidad (hasta la materialidad humana). Costilla procesa presencias, objetos, la naturaleza será el recipiente en donde combustiona el devenir del amor, la vida en comunidad, la voz que ata y replica historias: “Es la poesía/ quien nos tomará por las narices/ y desde el reverso de la piel/ nos quitará los nardos;/ pétalo por pétalo,/ nos lavará las orejas/ y sólo por sus más íntimos pretextos/ anudará a cada cuello/ otra vez sus fragancias:/ tintas, cuarzo y oropel”.
El poema escrito.
En Ahora soy un pájaro comparten las páginas estos dos modelos, estas dos formas de significar, más allá de la discusión respecto de que si antes fue la canción o la poesía. Jorge Luis Borges nos había orientado en su exposición sobre la “Divina Comedia”, cuando señaló que “El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue canto”. Lo importante es reconocer ambos géneros y las posibilidades que dialoguen y se nutran mutuamente, conservando sus particularidades, sus orígenes fundantes. También, en nuestro pago, el poeta Edgar Morisoli ha indagado en tal disputatio, resaltando que “la canción fue la madre ancestral de la poesía” y que “como escritores ese tránsito del poema a la canción no sólo nos interesa, sino que nos apasiona”.
En ese sentido, en esta comunión entre canción y poesía, resguardando cada una su lugar, Costilla nos cuenta que “Desde antiguo/ la ligazón entre seres humanos/ proviene del canto”, por ende aflora en sus letras y en sus poemas una instancia en donde destilar el devenir existencial (“Quiero con el don de una guitarra/ curar desdichas!”), que rumbea entre acordes y silabeos a un “próximo diamante” en el que “el destino es el canto”.
Mínima antología
II
Exploré en la Tierra de los Locos
la hiedra del dolor,
el ocaso de una flor marchita.
Tejí con mis venas abiertas
la humedad de una lágrima
en la escuela de la vida.
Antes de partir
germiné con otros
el poder de las semillas.
XII
Asisto a la caída de los ídolos.
Uno a uno, figurillas de barro
que la lluvia estremece.
Los héroes del Olimpo
ya no tienen mi cielo.
No les tiendo la mano.
No los invito a subir sobre mi cabeza.
No los tiño de arcoíris.
No los guardo
como estampita sobre mi pecho.
Asisto a la caída de los ídolos;
sin congoja.
Es la hora de lo humano.
XX
Celesteando la flor
del agapanto.
Cantando,
sin preguntarlo,
todo ese mar es de lágrimas.
Celesteando la flor
del agapanto.
XXX
Es la poesía
quien nos tomará por las narices
y desde el reverso de la piel
nos quitará los nardos;
pétalo por pétalo,
nos lavará las orejas
y sólo por sus más íntimos pretextos
anudará a cada cuello
otra vez sus fragancias:
tintas, cuarzo y oropel.
Es la poesía,
con esa sutil forma de arrinconar versos,
la que blandirá el campanario
donde los pájaros
sellen en la luz
esas últimas configuraciones del olvido.
Es la poesía:
señora ama de llaves.
Suyos son los secretos del amante.
Los cordones del zapato perdido
de un pie que nunca halló la medida justa.
Es en esta poesía sin cifras
donde se escabullen las sombras,
todas las angustias.
Es en esta última pronunciación
donde se entierran las cenizas
de un rincón sin raíces,
un instante inerte del ayer
que sólo obtuvo, para sí,
su piedra y nombre.
XXXI
El Pasado resucita
en momentos en que nadie lo llama.
Se vuelve insistente sobre las líneas
de la vida que una quisiera desterrar.
A más hacha, más leña,
y a más leña más fuego.
¿Quién me quita las astillas rotas del alma?
¿Y estos versos calcinados?
A más hacha, más leña,
y a más leña más fuego.
XXXVI
Desde antiguo
la ligazón entre los seres humanos
proviene del canto.
Un fino hilo de oro
sujeta al hombre y a la mujer,
al ritmo íntimo de la vida.
Una raíz infinita
se extiende por toda la tierra
y reclama para sí
la voz madura de su tiempo.
Todo ha de volver a ser
el polvo primigenio
de la creación.
Milonga
Milonga para tus manos
Vos me pediste
Milonga que suene a campo
Sombra interior
Milonga de tierras indias
La mensajera
Milonga que venga dentro del corazón.
Milonga la mañanita
La noche entera
Milonga por los senderos
Saldré a buscar
Yuyitos, cantos silvestres
De mil colores
Los grillos con mi garganta te cantarán.
Milonga no me desaires
Porque yo muero
Milonga por tu regreso
Yo cantaré
Las cuerdas de mi guitarra
Serán poesía
Acordes y melodías
Por si volvés.
Vidalí
Otra mañana llegó
la simiente de un bosque germinó
y en las alas del viento una canción.
un fuego que arde
lluvia del cielo
la voz del alma
del mundo entero.
En las orillas
de algún lugar
ya no está sola
la soledad.
Voy a despertar
voy a ir a buscar
cruzaré los mares
para dar…
La flor del jardín
el mapa de un sueño
y la luz del día
Vidalí…
* Colaborador
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