Miércoles 07 de mayo 2025

Versos calcinados

Redaccion Avances 04/08/2024 - 09.00.hs

Desde la propia cancionística se engendra el poema, como desde la misma poesía nace la canción. Ambos géneros dialogan, se conjugan con su originalidad en la voz y la escritura de la artista María Costilla. “Ahora soy un pájaro” se presentará el 10 de agosto en 451 Libros.

 

Sergio De Matteo *

 

Cuánto de racional y cuánto de instintivo conlleva la creatividad artística?, es una pregunta que recorre toda la historia del arte y sobre la que se han elaborado estéticas, decálogos e infinidad de teorías. Muchas veces se resuelve en el acto mismo, en la génesis de una obra, con la ulterior, o no, explicación y fundamentación de lo gestado. También puede suceder que en la misma productividad surjan los interrogantes sobre la acción inventiva y se cuele en su propio cuerpo.

 

María Costilla participa y procura darle sustento a ese cuestionamiento, como a otros, que integran el proceso creativo. Primero y principal, asienta su obra sobre dos vertientes profundamente ligadas y ejercitadas en La Pampa, la relación entre canción y poesía o poesía y canción.

 

 

El poema canción.

 

En nuestra provincia deberíamos remitirnos a un pasado ancestral para dar cuenta de este vínculo, con la consiguiente combinatoria, transposición, conversación del canto y la poética, desde el Taïel y el Ülcantum, hasta los cancioneros contemporáneos, sea el que fuera consignado en 1973 por el investigador Rubén Evangelista o el histórico “Cancionero de los Ríos” (1985, 2001, 2007 y 2015), titulado de esa manera por el escritor Walter Cazenave, los libros de investigación de Rubén Evangelista sobre el folclore pampeano, así como el punto neurálgico de 1954 cuando el poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz y el compositor Guillermo Mareque crearon la “Canción Para la Niebla Puelche”, primera obra del repertorio folclórico pampeano.

 

En esta tradición, también sobresaliente en otras regiones y latitudes, no podemos ignorar los intensos encuentros entre Joan Manuel Serrat y Antonio Machado o Miguel Hernández, de José Martí o Nicolás Guillén con la trova cubana, de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla o Astor Piazzolla y Horacio Ferrer, entre muchos ejemplos más.

 

Desde lo instintivo a lo racional se escribe, se canciona y se poetiza. Se procura, siempre, sujetar lo que se ha perdido, lo que ya es parte del pasado (“Todo lo que recordaba, cada línea.../ tuvo su momento”), bosqueja Costilla, lo que bulle en el presente (“Es la hora de lo humano”), pero también lo que se vislumbra hacia el futuro, esa utopía que nos hace andar, explorar, vivir.

 

Quien escribe se interpela a sí mismo, pero, a su vez, interpela a la comunidad. “¿Quién soy?/ Con el rostro descubierto de máscaras/ rota la piel de la memoria”. Lo real se anuda a los simbólico, a lo imaginario; desde ahí interroga el verbo, inquiere el sujeto inmerso en la cotidianidad, se religa con la otredad y el universo, se anuda, por lo tanto funda su nombre, fecunda la triada poética (sujeto simbólico, sujeto imaginario y figura del autor), el autor como gesto, como deslizamiento de lo experimentado: “Yo soy un camino [...] Yo soy en una voz./ Lo soy”.

 

 

El poema presente.

 

A pesar de la intemperie, de lo efímero ante la magnanimidad del universo, se está presente dice Costilla “entre lo permanente y lo efímero: la línea de papel”. Es el lugar elegido para dar testimonio (“Mi alma es un ensayo buscando sosiego”), la palabra escrita, la palabra cantada. Y es una práctica donde pulsan las heridas, donde se revisitan los dolores del mundo, pero es el sendero elegido, aunque “Se vuelve insistente sobre las líneas/ de la vida que una quisiera desterrar”. Es así esa lucha con el signo, entre lo racional y lo instintivo subsiste, se alimenta secretamente, la obsesión. Es lo que empuja el carro de la memoria, de los símbolos, de los colores y los sonidos. El poeta, la cantora, es decir, María Costilla, encrecen arrojados al caldero de la pulsión de vida y de muerte, busca, se busca, nos busca, y no hay otra trayectoria que el sacrificio, despuntar las letras, los acordes hasta el alba, trasudar la noche, el día: “A más hacha, más leña,/ y a más leña más fuego”.

 

La poeta Louise Glück argumenta en la colección de ensayos “Proofs and Theories” (“Pruebas y teorías”) que “Los poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, es decir, plasma una concepción del mundo poético como si fuera una dimensión que traspone el propio lenguaje (pero transcurre en el lenguaje: como recepción y proyección) y toda materialidad (hasta la materialidad humana). Costilla procesa presencias, objetos, la naturaleza será el recipiente en donde combustiona el devenir del amor, la vida en comunidad, la voz que ata y replica historias: “Es la poesía/ quien nos tomará por las narices/ y desde el reverso de la piel/ nos quitará los nardos;/ pétalo por pétalo,/ nos lavará las orejas/ y sólo por sus más íntimos pretextos/ anudará a cada cuello/ otra vez sus fragancias:/ tintas, cuarzo y oropel”.

 

 

El poema escrito.

 

En Ahora soy un pájaro comparten las páginas estos dos modelos, estas dos formas de significar, más allá de la discusión respecto de que si antes fue la canción o la poesía. Jorge Luis Borges nos había orientado en su exposición sobre la “Divina Comedia”, cuando señaló que “El verso siempre recuerda que fue un arte oral antes de ser un arte escrito, recuerda que fue canto”. Lo importante es reconocer ambos géneros y las posibilidades que dialoguen y se nutran mutuamente, conservando sus particularidades, sus orígenes fundantes. También, en nuestro pago, el poeta Edgar Morisoli ha indagado en tal disputatio, resaltando que “la canción fue la madre ancestral de la poesía” y que “como escritores ese tránsito del poema a la canción no sólo nos interesa, sino que nos apasiona”.

 

En ese sentido, en esta comunión entre canción y poesía, resguardando cada una su lugar, Costilla nos cuenta que “Desde antiguo/ la ligazón entre seres humanos/ proviene del canto”, por ende aflora en sus letras y en sus poemas una instancia en donde destilar el devenir existencial (“Quiero con el don de una guitarra/ curar desdichas!”), que rumbea entre acordes y silabeos a un “próximo diamante” en el que “el destino es el canto”.

 

 

Mínima antología

 

 

II

 

Exploré en la Tierra de los Locos

 

la hiedra del dolor,

 

el ocaso de una flor marchita.

 

Tejí con mis venas abiertas

 

la humedad de una lágrima

 

en la escuela de la vida.

 

Antes de partir

 

germiné con otros

 

el poder de las semillas.

 

 

XII

 

Asisto a la caída de los ídolos.

 

Uno a uno, figurillas de barro

 

que la lluvia estremece.

 

Los héroes del Olimpo

 

ya no tienen mi cielo.

 

No les tiendo la mano.

 

No los invito a subir sobre mi cabeza.

 

No los tiño de arcoíris.

 

No los guardo

 

como estampita sobre mi pecho.

 

Asisto a la caída de los ídolos;

 

sin congoja.

 

Es la hora de lo humano.

 

 

XX

 

Celesteando la flor

 

del agapanto.

 

Cantando,

 

sin preguntarlo,

 

todo ese mar es de lágrimas.

 

Celesteando la flor

 

del agapanto.

 

 

XXX

 

Es la poesía

 

quien nos tomará por las narices

 

y desde el reverso de la piel

 

nos quitará los nardos;

 

pétalo por pétalo,

 

nos lavará las orejas

 

y sólo por sus más íntimos pretextos

 

anudará a cada cuello

 

otra vez sus fragancias:

 

tintas, cuarzo y oropel.

 

Es la poesía,

 

con esa sutil forma de arrinconar versos,

 

la que blandirá el campanario

 

donde los pájaros

 

sellen en la luz

 

esas últimas configuraciones del olvido.

 

Es la poesía:

 

señora ama de llaves.

 

Suyos son los secretos del amante.

 

Los cordones del zapato perdido

 

de un pie que nunca halló la medida justa.

 

Es en esta poesía sin cifras

 

donde se escabullen las sombras,

 

todas las angustias.

 

Es en esta última pronunciación

 

donde se entierran las cenizas

 

de un rincón sin raíces,

 

un instante inerte del ayer

 

que sólo obtuvo, para sí,

 

su piedra y nombre.

 

 

XXXI

 

El Pasado resucita

 

en momentos en que nadie lo llama.

 

Se vuelve insistente sobre las líneas

 

de la vida que una quisiera desterrar.

 

A más hacha, más leña,

 

y a más leña más fuego.

 

¿Quién me quita las astillas rotas del alma?

 

¿Y estos versos calcinados?

 

A más hacha, más leña,

 

y a más leña más fuego.

 

 

XXXVI

 

Desde antiguo

 

la ligazón entre los seres humanos

 

proviene del canto.

 

Un fino hilo de oro

 

sujeta al hombre y a la mujer,

 

al ritmo íntimo de la vida.

 

Una raíz infinita

 

se extiende por toda la tierra

 

y reclama para sí

 

la voz madura de su tiempo.

 

Todo ha de volver a ser

 

el polvo primigenio

 

de la creación.

 

Milonga

 

Milonga para tus manos

 

Vos me pediste

 

Milonga que suene a campo

 

Sombra interior

 

Milonga de tierras indias

 

La mensajera

 

Milonga que venga dentro del corazón.

 

Milonga la mañanita

 

La noche entera

 

Milonga por los senderos

 

Saldré a buscar

 

Yuyitos, cantos silvestres

 

De mil colores

 

Los grillos con mi garganta te cantarán.

 

Milonga no me desaires

 

Porque yo muero

 

Milonga por tu regreso

 

Yo cantaré

 

Las cuerdas de mi guitarra

 

Serán poesía

 

Acordes y melodías

 

Por si volvés.

 

Vidalí

 

Otra mañana llegó

 

la simiente de un bosque germinó

 

y en las alas del viento una canción.

 

un fuego que arde

 

lluvia del cielo

 

la voz del alma

 

del mundo entero.

 

En las orillas

 

de algún lugar

 

ya no está sola

 

la soledad.

 

Voy a despertar

 

voy a ir a buscar

 

cruzaré los mares

 

para dar…

 

La flor del jardín

 

el mapa de un sueño

 

y la luz del día

 

Vidalí…

 

 

* Colaborador

 

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