El poder de la inclusión
ISABELLA CURSA EL TERCER AÑO DEL COLEGIO TOMAS MASON
El trabajo de las y los docentes de Apoyo a la Inclusión se destaca en los distintos establecimientos educativos de la provincia, un puente hacia el aprendizaje en sus distintas formas y posibilidades.
Sonó el timbre que marcó el fin del recreo y, de a poco, el aula se empezó a llenar. La profe de Historia ya estaba en su escritorio y tenía preparado un examen. Pero había otros planes. Y nadie estaba dispuesto a cambiarlos. Apareció una torta, masitas bañadas en chocolate y bizcochuelos. “Isa” supo que era una mañana distinta y su alegría se hizo indisimulable. Estaba su mamá Ana, sus docentes Mariana y Carlos pero sobre todo ese grupo de chicos y chicas con los que transita cada mañana dentro del aula y que se unieron para cantarle el ‘feliz cumpleaños’ y posar para las fotos. Y para comer algo dulce, claro.
“Hoy Isa está en su lugar, está feliz porque es respetada, es partícipe de sus propios aprendizajes y el cambio que tuvo es muy notorio. Aprendió los tiempos de espera, a respetar al otro, todos esos ‘no’ que tuvimos que atravesar fueron el impulso para lograr este presente. Y lo más importante es que ella lo disfruta”, resalta Ana Inés Vásquez (39), la mamá de una adolescente que celebró su cumpleaños número 16 rodeada de afecto y sonrisas.
Isabella tiene parálisis cerebral y cursa toda su trayectoria en el secundario en el colegio Tomás Mason, en el barrio santarroseño de Villa Alonso. Durante este año, junto a ella están Mariana Aquino y Carlos Clement, dos Docentes de Apoyo a la Inclusión (D.A.I.) que pertenecen a los equipos creados especialmente por el Ministerio de Educación de La Pampa, una política que es resaltada, tanto a nivel nacional como internacional, por su trabajo y por sus resultados.
“Nosotros arrancamos en este 2024 con Isabella, cada año comienza con nuevas docentes de Apoyo a la Inclusión y eso está bueno porque se renuevan los vínculos, las relaciones, porque acá lo importante es el vínculo afectivo con su docentes, con quienes trabajamos en forma conjunta y por eso estamos dentro del aula”, detalla Aquino justamente en un espacio que rompe con la tradición de los edificios educativos más antiguos. Desde afuera ingresa una abundante luz natural y un gran ventanal interno comunica con el pasillo principal del colegio.
A través de ese vidrio se puede ver todo el aula y allí los y las alumnas están ubicados en forma de U. Todos los pupitres (24 en total) se ubican eventualmente para trabajar en grupo y también la silla de ruedas que utiliza Isabella.
“Me tocó acompañar toda la trayectoria escolar de Isa y comprobar en ese camino la transformación del sistema. Cómo fue cambiando, y aunque hubo muchos momento difíciles y obstáculos, hoy ella está muy bien. Isabella hizo el nivel inicial y cuando quisimos inscribirla en un colegio privado nos dijeron que no, ese fue el primer gran escollo. Pero volví a la educación estatal y me permitieron elegir así que la primaria la hizo en la Escuela 218, ya con docente de Apoyo a la Inclusión. Ella tiene una patalogía muy compleja y el trabajo de las docentes de apoyo ha sido fundamental en todo este camino”, resalta a LA ARENA Ana, que llega al Tomás Mason luego de una reunión escolar por otro de sus hijos, Ignacio, de 5 años.
Isabella es la mayor, Mora tiene 14 años e Ignacio, el más chiquito de los tres hermanos, tiene un diagnóstico de autismo.
“Somos una familia de cuatro en mi casa porque estoy sola con mis tres hijos. Por suerte Isa hace muchísimas actividades: va a rehabilitación, a natación, entrena y en ese sentido participó en la última maratón de A Pampa Traviesa, bajo la lluvia. Fue algo increíble porque llegó al colegio con su medalla y todos la aplaudieron. Fue una gran emoción para nosotros y ahora ya quiere prepararse para hacer los 42 kilómetros el año que viene. En mi caso estoy todo el día yendo y viniendo con mis hijos pero para Isa hay un transporte que la lleva y la trae al colegio. Es un apoyo muy importante en ese sentido”, subraya Ana, que cuando terminó el secundario estudió (y completó) la carrera de Administración de Empresas, una profesión que en algún momento espera ejercer.
Puente.
El aula está alborotada y hay ambiente de celebración. Isa recibe saludos y abrazos y se canta el tradicional feliz cumpleaños. Las servilletas de papel envuelven las porciones de torta que se reparten hacia las distintas manos y por un rato el aula sale de su cotidaneidad. Los rayos del sol de una mañana pre primaveral que se cuelan por el ventanal vidriado, completan la escena en el curso del tercer año del Tomás Mason.
“Isa es una adolescente, ya tiene 16 y tiene su individualidad. Ella transita un gran año pero llegar hasta acá costó trabajo. Y yo siempre fui insistente para derribar barreras, por ejemplo en primer año nos dijeron que haga una sola vez educación física. Y yo dije no, que haga las dos clases de la semana como todo el resto. A veces las familias tenemos que hacer los puentes para que se abran las cosas y en ese sentido desde Educación han acompañado y generado cambios”, remarca Ana al unir el presente y el pasado reciente de su hija.
“En un momento me fui al Fleni, en Buenos Aires, a buscar un andador porque ella no daba un paso, Isa estaba muy enojada y no quería. Pero fuimos trabajando y hoy anda con su andador para todos lados. Hay que cuidar su físico, sus caderas, sus articulaciones. Pero hoy camina y corre con el andador, insistimos hasta que se pudo”, resalta la madre de una chica que, en una mañana de septiembre, disfruta de su cumpleaños en el aula de un colegio donde la inclusión le dio su lugar. El de una más.
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