Martes 23 de abril 2024

Gastronomía con altura

Redaccion Avances 18/03/2023 - 12.20.hs

El negocio que lleva adelante Marcelo Pinciaroli tiene una larga tradición en la ciudad. Desde el mercadito de origen familiar a este presente donde trabaja junto a sus hijos.

 

“Es raro, siempre estás a contramano del resto, cuando todos están de fiesta vos estás laburando pero, como a todo, uno se acostumbra y cuando no tenés ningún evento te sentís extraño, te falta algo”, reflexiona sobre el final de la charla y a modo de resumen sobre una trayectoria de décadas, que no sabe de cansancio y sí de lucha y sacrificio para que su negocio, que se fue transformando, expandiendo y ramificando, siga vigente gracias a su calidad y buen servicio. Porque ‘Catering 111’ ya es un clásico de la ciudad, tanto con los menúes diarios para llevar como en la organización de eventos sociales.

 

“Mis viejos tenían el mercadito, que inicialmente estaba en el pasaje 111 y que hoy se llama pasaje Lagos García, y por eso el nombre de 111. Es algo que quedó y la gente nos identifica de esa manera aunque hoy se llame Catering junto con ese número particular”, explica Marcelo Pinciaroli  que, a sus 57 años, sigue al frente de un emprendimiento que nació con espíritu familiar y hoy lo ratifica a través del aporte de Matías (26) y Nicolás (23).

 

El “Gringo”, como lo conoce la mayoría, nació en la localidad bonaerense de Pigüé, pero el traslado de su padre a Santa Rosa por cuestiones laborales cuando él solo tenía 4 años lo convirtieron “en un pampeano más”. Hizo la primaria en la Escuela 1 y luego tuvo una extensa y destacada trayectoria como basquetbolista que lo llevó a jugar principalmente en el club All Boys pero también en Atlético Santa Rosa, en Estudiantes, en Independiente de General Pico además de ciudades de otras provincias como Chivilcoy, Mar del Plata o en la cordobesa de Justiniano Posse.

 

“Siempre me destaqué por la altura y una vez que me enganché con el básquet no lo dejé más. Se dieron oportunidades muy lindas en los lugares que estuve y con la gente que me llamó para jugar, incluso en la selección pampeana que tuvo una actuación histórica en el Campeonato Argentino que se disputó en Jujuy y en el que llegamos a semifinales”, recuerda con alegría el ‘Gringo’ en su oficina del local de la avenida Ameghino 585 (el WhatsApp para los pedidos de comida es el 2954-305222 y para los eventos es el 2954-697766).

 

Cambio de rumbo.

 

Más allá del profesionalismo que significaba su vida deportiva, Marcelo siempre estuvo atento a qué haría una vez que el básquet, o el cuerpo, dijera basta. Estudió hasta tercer año la carrera de Geología en la Universidad Nacional de La Pampa y el Mercadito que manejaba su familia siempre estaba a la espera de su desembarco.

 

“El hecho de trabajar en el negocio fue medio fortuito, vertiginoso diría, porque en un momento yo tenía todo arreglado para ir a trabajar a Fábrica Militar de Río Tercero, en Córdoba, era cuestión de esperar un llamado así que en ese interín nos casamos con Graciela, que es la mamá de los chicos, pero el llamado se demoraba. Pasaban los días y como no pasaba nada mi viejo me ofreció hacerme cargo del negocio porque él estaba cansado y yo necesitaba hacer algo. Dije que sí y justo me llamaron otra vez de Independiente de Pico que me querían para jugar, y me tenía que ir ya 20 días a una concentración a Buenos Aires, así que fue todo medio caótico. Y justo un amigo, Sergio Mayer, estaba sin trabajo así que le dije si no quería trabajar en el negocio junto con mi pareja de entonces, él aceptó así que en ese tiempo yo venía apenas me daban algún día y así íbamos llevando el negocio”.

 

Al poco tiempo, quien era dueño del actual local de la avenida Ameghino, le ofreció trasladarse allí y una vez que el básquet cerró su último capítulo profesional, Marcelo se metió de lleno en el emprendimiento. “En la casa de mi vieja siempre funcionó una casa de comidas así que me interesaba todo ese mundo, por eso se me ocurrió que al autoservicio se le podía ir agregando comidas para llevar. Le fuimos metiendo y en un momento una vecina de siempre, ‘Pochita’ Fernández, que tenía un servicio de catering, me dijo que me querían vender todo. Me parecía una locura porque yo no tenía plata además de que no tenía ni idea sobre lo que era el rubro, pero me dijo que se lo vaya pagando cuando y como pudiera así que un día vino y me dejó todo: mantelería, platos, copas, ollas”, reseñó Marcelo sobre ese hecho clave que significó un paso fundacional para el presente de hoy.

 

Pandemia.

 

La dinámica del trabajo pero sobre todo los vaivenes económicos del país fueron transformando el emprendimiento. “El negocio fue sobreviviendo a todas las situaciones, pero fuimos quitando todo lo del autoservicio y nos quedamos con la comida y con los eventos. Claro que fue tremendo lo de la pandemia, teníamos toda una estructura y de pronto no había ni un ingreso, con un montón de obligaciones que afrontar y en caja no había nada. La caída de las ventas fue mortal y los eventos desaparecieron, por supuesto, así que contábamos hasta los billetes de 10 pesos para poder juntar algo”, cuenta el ‘Gringo’ que en ese momento también manejaba el Salón Sur, uno de los lugares de fiestas más grandes de la ciudad. “Cuando se abrió un poco nos dejaban que entren 58 personas, dos veces por semana, algo imposible de sostener con semejante infraestructura”, lamenta sobre ese pasado reciente.

 

En Catering 111 ofrecen un menú fijo diario, que se programa semanalmente, y que se destaca por su variedad, calidad, abundancia y buen precio. “La otra posibilidad que tenemos es una mesa de ensaladas que tiene todos los ingredientes para que el cliente arme y desarme a su gusto. Es una modalidad que veía hace muchos años en Buenos Aires y la traje para acá al igual que la comida por kilo, es algo que funciona muy bien”, resalta.

 

Marcelo asegura que pueden cubrir hasta tres eventos por noche, para unas 600 personas en total, y se ríe cuando recuerda la respuesta habitual de su madre cuando le enumera la actividad de un sábado. “Ella se agarra la cabeza y me dice: ‘¿pero nene cómo hacés? Es una locura eso’ y yo me río porque de eso se trata este rubro. Es cierto que es complicado porque vas al revés del mundo y un detalle te puede derribar todo, se vive con mucha presión, pero es lindo y hoy tengo a los chicos cerca así que es un incentivo cuando pienso hacia adelante”, dice el Gringo con una de sus habituales sonrisas. Esas que se consiguen al degustar un plato de un lugar que tiene, sobre todo, gastronomía con altura.

 

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