Sabado 20 de abril 2024

Una receta infalible

Redacción 17/09/2022 - 00.24.hs

Hace diez años, Nicolás Arnauti hizo unos sorrentinos y los vendió de inmediato. Hoy tiene “Pilu”, una fábrica que llega a despachar hasta 3 mil docenas en una semana. Colegios, clubes, iglesias y otras entidades se proveen de una receta que nunca falla: calidad y buen precio.

 

“En cada caja de Pilu dejamos amor, buenas pastas y el deseo de que las disfrutes con quien más querés, tanto como nosotros disfrutamos de hacerlas”. No siempre la descripción propia de lo se hace es lo más ajustado a la realidad. Hay que elegir bien las palabras y conformar un concepto. Y sin dudas que en este caso el objetivo se cumplió claramente, porque si hay algo que se conjuga en esos exquisitos sorrentinos es el amor y el disfrute por la buena pasta. Como desde hace una década, cuando Nicolás se animó a su receta casera y nunca imaginó que hoy abastecería a buena parte de las mesas santarroseñas.

 

“Desde que trabajo siempre lo hice en comercios y en repostería, estuve un tiempo con Mónica Fuertes y después entré en una oficina de en una obra social, en donde sigo trabajando. La idea de los sorrentinos surge de los tiempos libres porque mi horario es hasta las 15 y Glenda también trabajaba en un negocio hasta el mediodía así que teníamos la tarde libre. Yo juego al bowling y no teníamos plata para viajar, en un momento un chico que jugaba al sóftbol me dijo de hacer pastas y que a él le daba resultado así que me animé”, cuenta Nicolás Arnauti (37), que junto a su pareja Glenda (41) son los responsables de ‘Pilu”, una fábrica de sorrentinos artesanales.

 

“Arranqué con la pastalinda, hicimos una primer tirada y me gustó. En la oficina hay varias docentes y ellas me sugirieron la idea de vender en los colegios a los chicos para recaudar cuando hacen las bajadas, los bailes, los viajes de egresados. Eso fue en 2012, hice unas 300 docenas y volaron enseguida. Ahí arrancó el boca a boca y se fueron sumando escuelas y colegios y fui sumando clientes. En principio lo teníamos como un extra de nuestros trabajos, pero se empezó a correr la bola y se sumaron muchas instituciones como clubes, iglesias, centros de jubilados; de todo. Eso fue el puntapié para decir ‘vamos por acá’, y así fue”, resume Nicolás.

 

La gran combinación.

 

Hoy es habitual ver en un club o escuela mesas repletas con cientos de docenas de cajas de ‘Pilu’. El método es simple y muy rendidor: grupos de personas con un objetivo común de recaudación se juntan, salen a vender los sorrentinos y cuando tienen la cantidad le encargan a la fábrica santarroseña. Y no falla, a todos les gusta la receta y esa combinación de calidad y sabor.

 

“Vendemos todo de jamón y queso para esos pedidos grandes, y la verdad que da resultado porque es comida, en las familias les gusta a todos, son fáciles de hacer, ricos, se pueden guardar en el freezer y en cualquier momento te salvan. Cierra por todos lados”, pondera Nico.

 

“Y eso sí, la receta nunca cambia. Lo hacemos bien artesanal, seguramente que con un método más industrial podríamos hacer mucho más y trabajar menos, pero no vamos a resignar nuestra calidad porque es lo que nos diferencia y por lo que la gente nos busca”, añade convencida Glenda, que trabaja junto a su hijo Matías mientras que Agustín, hermano de Nicolás, se encarga del transporte y también vende por su cuenta. Una minipyme bien familiar que sabe de trasnoches para cumplir con los pedidos que llegan al número de WhatsApp (02954) 69-3855.

 

“Hace poco llegamos al máximo: hicimos 3 mil docenas en una semana. Fue una locura, pero una vez que tomaste el pedido tenés que cumplir sí o sí, no hay lugar a fallas porque vos ya tomaste el compromiso. Cuando hay pedidos así mis viejos ayudan, todos en la familia: hemos estado a las 2 de la mañana elaborando sorrentinos porque había que entregar a primera hora, así que el apoyo es fundamental para seguir creciendo”, resalta Arnauti.

 

Fábrica.

 

El crecimiento de “Pilu” fue sostenido. La demanda se hizo cada vez mayor y por eso el próximo paso era abrir un lugar específico que funcione como fábrica y centro de distribución.

 

“Ya teníamos todo listo, estábamos con el pie adelante para dar el paso y abrir pero nos agarró la pandemia, así que como tantos otros planes en ese momento hubo que frenar o cambiar. Aguantamos un tiempo hasta que el año pasado sí, finalmente abrimos nuestro espacio”, cuenta Nicolás en su lugar de la calle Neveu al 600.

 

“Estamos habilitados solo para producción pero no para venta al público, por eso si alguien quiere hacer pedidos de manera individual lo puede hacer y nosotros hacemos el reparto a domicilio”, detalla Glenda y añade que fabrican cuatro gustos de sorrentinos: jamón y queso, ricota, jamón y muzzarella y de ricota, muzzarella y nuez.

 

“Desde el primer día que usamos exactamente la misma materia prima e ingredientes, y eso nos dio el respeto de la calidad. Está todo hecho a mano, el jamón y el queso son muy buenos y no hay un proceso industrializado, pero por un lado esto está bien pero por otro estamos un poco estancados porque tenemos límite para producir, por eso estamos viendo la manera de industrializar y a la vez mantener lo artesanal, combinar las dos cosas pero sin perder calidad”, señala Nicolás sobre los próximos objetivos. En ese sentido, ya armaron “una carpeta para presentar en el Ministerio de la Producción y poder solicitar un crédito, cuyo monto sería para sumar máquinas”.

 

Mercado.

 

En “Pilu” también apuntan a vender en otras localidades fuera de Santa Rosa y cada sábado tienen un puesto fijo en el Mercado Municipal, sobre la ruta nacional 35 hacia el norte de la ciudad.

 

“Estamos en el Mercado todos los sábados, antes que se arme preguntamos en la Municipalidad qué posibilidades había y nos dieron un puesto, así que abrimos de 9 a 14 y lo bueno es que por ahí circula mucha gente y se lleva distintas cosas como carnes, verduras y por supuesto tienen la chance de nuestra pasta”.

 

Otro objetivo de la mini pyme es extender y diversificar su producción para que no decaiga tanto en los meses de verano, cuando no hay clases, los clubes reducen sus actividades y el movimiento en general es escaso.

 

“Tenemos nuestra temporada fuerte pero eso después cambia, a partir de diciembre, entonces nuestro objetivo es tener nuestra actividad y presencia todo el año, al tiempo que ir anexando otras cosas, diversificar nuestros sabores”, coinciden Glenda y Nicolás, que si hay algo que no tendrán son dudas a la hora de elaborar su receta: con los ingredientes justos de buena pasta, disfrute y amor.

 

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