Lunes 22 de abril 2024

Hacia la igualdad de género en el empleo

Redacción Avances 30/04/2021 - 21.30.hs
zzzznacg2NOTICIAS ARGENTINAS BAIRES, FEBRERO 17: El movimiento feminista Ni Una Menos (NUM) realiza una manifestación frente al edificio de Tribunales porteño por el femicidio de Úrsula Bahillo y contra la inacción de la justicia y la policía en los casos de denuncias de violencia de género. Foto NA: MARCCELO CAPECEzzzz

El 1º de Mayo es, para las mujeres e identidades feminizadas, de esos días que aún hoy, conquistas y leyes de cupos mediante, se celebran con muecas que ya quisieran ser sonrisas. Porque, en un mundo diseñado por y para varones, la discriminación y la violencia de género alcanzan cada rincón de la existencia femenina por lo que el ámbito laboral no escapa a las garras patriarcales.

 

Con los roles de género a la orden del día, el hogar continúa perpetuándose como espacio de exclusiva responsabilidad de la mujer, encargada de la reproducción y el cuidado, mientras el varón sigue encarnando el rol histórico de proveedor.  Es ese varón quien detentará los puestos jerárquicos y los mejores salarios allá afuera. Y por si fuera poco, todavía se legitima la explotación más perversa del sistema capitalista patriarcal a través del disfraz de “trabajo sexual” de niñas, adolescentes y mujeres para quienes la esclavitud es dolorosa realidad en un mundo que se jacta de haberla abolido hace siglos.

 

Discriminación, acoso, trata y femicidios. ¿Por qué en las entrevistas de trabajo las preguntas sobre cantidad de hijos e hijas y/o planificación familiar recaen sobre mujeres? ¿Por qué hay licencias por maternidad y por paternidad son, con suerte un par de días? ¿Por qué si existe igualdad de acceso a categorías y cargos, los puestos jerárquicos tanto en el empleo público como en el privado continúan siendo ocupados por varones? ¿Por qué las mujeres son complicadas para trabajar frente a los racionales, pragmáticos y resolutivos varones? ¿Por qué a las mujeres que logran ascensos se adjudica su éxito profesional a favores sexuales y no a su capacidad productiva e intelectual? ¿Por qué existen protocolos contra el acoso laboral especialmente diseñados para la protección de trabajadoras? ¿Por qué la enfermería y la docencia son ámbitos de extensa presencia femenina frente a las varoniles ingenierías? ¿Por qué el derecho penal es para varones y el derecho de familia para mujeres? ¿Por qué quienes realizan voluntariados y trabajo comunitario son en su mayoría son mujeres? ¿Por qué las mujeres son niñeras y empleadas domésticas y los varones albañiles y taxistas? ¿Por qué mujeres que han ido a pretensas entrevistas laborales son víctimas de abusos y femicidios?¿Por qué con el engaño de un trabajo, adolescentes y mujeres son captadas por redes de trata? La lista continúa y la respuesta es la misma: porque el patriarcado en pleno 2021, pandemia y legislación para la equidad de género mediante, continúa gozando de buena salud.

 

De la casa al trabajo.

 

Con la revolución industrial y especialmente, en el período de postguerras, es que las mujeres de las ciudades comienzan a salir de sus casas hacia fábricas y oficinas, comenzando a irrumpir en un espacio siempre asignado al varón en la repartija sexual de roles. La paulatina ocupación de espacios laborales abrió camino para luchas aún vigentes y es en este marco de conquista de derechos laborales que se inscribe el 8 de marzo, fecha que en sus inicios conmemoraba al día de la mujer trabajadora, en homenaje a las obreras muertas en Nueva York en 1908 en la fábrica donde ejercían su derecho a huelga para mejores condiciones de trabajo e iguales remuneraciones que sus compañeros. Si bien de aquel entonces a hoy, los espacios laborales han logrado mayor presencia femenina, los lastres de la división sexual del trabajo continúan marcando los modelos de producción, educativos y domésticos, y aquellos reclamos de principio de siglo XX se mantienen. Porque el sistema patriarcal comulga con el capitalista, que advirtió desde un principio el incremento productivo con mano de obra más barata aún a partir de la irrupción laboral de mujeres y aprovecha hasta nuestros días del tan económico recurso humano femenino. Tal es así que, a escala mundial, las mujeres perciben 77 centavos por cada dólar que ganan los varones y conforme el registro del Ministerio de Desarrollo Productivo, en Argentina la brecha salarial de género es del 24%.

 

División sexual del trabajo.

 

En la repartija de roles y estereotipos, al varón le toca el papel de productor que sale del hogar en busca de sustento económico, mientras la mujer queda en el hogar, ocupada de ser ama y señora de ese espacio harto romantizado. La asignación patriarcal de funciones y características en función del género no sólo oprime a las mujeres relegándolas exclusivamente a lo doméstico, sino que asfixia también a varones con la presión de ser exitosos proveedores en la llevada de pan a la mesa. Bajo tamaño binarismo acuciante, las mujeres que trabajan fuera de casa y los varones encargados del hogar aparecen como disidencias todavía heréticas en pleno 2021. Para el caso de quienes se revelan al rol de madres y cuidadoras 24×7 para zambullirse en espacios históricamente masculinos, los reproches sexistas y los techos de cristal hacen que cualquier trabajo sea aún más trabajoso. Desde las críticas familiares que las tachan de madres abandónicas por no postergar la carrera profesional hasta percibir sueldos menores y no acceder a puestos de decisión, autopercibirse mujer y salir a trabajar es caer en la cuenta, una vez más, que el mundo es más difícil para nosotras. Con las tareas domésticas todavía arraigadas a nuestra condición de género, las estadísticas de la ONU dan cuenta que en Argentina las mujeres dedican casi el doble de horas al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que los varones, y esto impacta en nuestra trayectoria educativa, la participación en el mercado de trabajo y en la vida política y social. Además, esos datos dan letra a las alineadas con el patriarcado para responsabilizar a las feministas por complejizar la existencia al exigir espacios en el mercado laboral, por patear el tablero de roles binarios y barajar de nuevo. Es que, como todo sistema de opresión, el machismo debe su éxito a lograr adhesión incluso entre los y las mismísimas oprimidas. 

 

Esclavitud sexual.

 

Entre las oprimidas y quienes oprimen también se filtra el discurso que disfraza de trabajo a la explotación sexual de niñas, adolescentes, mujeres, travestis y trans en todo el mundo. Los cuerpos feminizados son territorio de uso, abuso, compra, venta y alquiler en un sistema que mercantiliza la esclavitud con el slogan de trabajo sexual. El márkting romantiza la prostitución para vender la mentira de que, en un mundo capitalista y patriarcal, hay mujeres que libremente eligen que sus cuerpos sean usufructuados para el placer de extraños. Así, el reglamentarismo mercantilista y sinvergüenza habla de libertades en un mundo de cadenas queriendo maquillar con el cuento de la prostituta feliz historias de pobreza, exclusión y marginalidad.  Conforme los datos de la Organización Internacional del Trabajo, la esclavitud laboral sólo en América Latina afecta alrededor de 1,2 millones de personas impactando de manera desproporcionada en mujeres y niñas: el 99% de las víctimas son captadas por la industria sexual comercial y el 58 % en otros sectores.

 

El trabajo de luchar.

 

La lucha por la equidad de género en el empleo incluye la erradicación de la discriminación, la violencia y el acoso y hasta nuestros días ha logrado conquistas con acciones positivas del Estado, como son las leyes de cupo femenino y trans, los protocolos contra el acoso laboral. Y aún así, pisar espacio laboral significa, para mujeres, trans y travestis, doble trabajo: además de desempeñarnos laboralmente demostrar que podemos hacerlo. Como si estuviéramos en un eterno período de prueba, trabajar fuera de casa importa para las identidades feminizadas la labor agotadora de exponer que podemos, que lo conseguimos y lo mantendremos, a pesar de los techos de cristal a los que apedreamos con la esperanza de algún día, romper. Con la carga doméstica aún sobre nuestros hombros. Con las exigencias patriarcales que siempre presionan con más vueltas de tuercas sobre nuestros cuerpos agotados de trabajadoras, madres, hermanas, compañeras. El sistema desgasta y la marcha se hace pesada por el cansancio de pocas horas de sueño y muchas de trabajo, del remunerado y del no. Sin embargo, el trabajo de luchar nos retribuye con empoderamiento, con alegrías por cada ascenso, cada espacio, cada derecho adquirido para vivirlo pleno. La lucha paga con la convicción de que ya jubiladas veremos a las nuevas generaciones eximidas de trabajar por la igualdad entre los géneros; ya llegarán los días de disfrutar del tiempo ocioso en un mundo por fin más justo, más igualitario y libre.

 

Por Victoria Santesteban

 

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