Lunes 28 de julio 2025

"Soy cartonera y a mucha honra"

Redacción 30/12/2012 - 06.13.hs
MARIO VEGA - El cartonero/a es la persona que se dedica a recolectar en las calles cartón y derivados del papel, pero que además pueden incluir otros productos de residuos urbanos usados más tarde en el reciclaje.
Muchas veces, en la comodidad de la Redacción -trabajando en computadoras, discutiendo porque el aire acondicionado produce más o menos frío en el ambiente-, con el termo de mate o el café en una mano, solemos discurrir y decir en broma -siempre en broma- que en realidad trabajar es otra cosa.
Es que acostumbrados a regímenes más o menos laxos y no exento de algunas comodidades -aunque siempre como trabajadores tenemos el derecho de reclamar por algo más- sabemos que hay otros oficios o profesiones donde trabajar significa lisa y llanamente poner el físico. Poner el cuerpo ante las inclemencias del tiempo, ante el calor agobiante del verano a pleno sol, o frente a los fríos inclementes del invierno, y soportando cuando es necesario el viento y la lluvia. A veces uno admira a esos tipos que subidos a andamios a una altura considerable levantan edificios, y volean ladrillos o revocan una pared. O a otros que sin ser albañiles tienen también oficios duros que los obligan a exponerse al aire libre: basta pensar en los canillitas que todos los días se enfrentan con el clima hostil, con el tránsito peligroso, y que tienen que cumplir con una tarea en la que no importan ni el viento ni la lluvia, ni nada. Son nada más que un par de ejemplos de que, además, trabajar puede ser otra cosa que esto de ser periodistas porque ninguna ley no los prohíbe, como solía decirme un poco en serio y un poco en chiste un amigo que ya no está ante alguna discusión planteada en torno a nuestra profesión. Y a lo mejor algo de razón tenía...

Poniendo el cuerpo.
Lo cierto es que hay oficios y oficios. Están los laburos tradicionales, los que uno ve en todo momento casi como naturales, y otros que se nos ocurren distintos. Por su metodología, por sus peculiaridades, porque los vemos diferentes y porque al cabo, esto es verdad, no son trabajos formales.
La tarea a la que voy a referirme seguro viene de mucho tiempo atrás, pero hace algunos años no vamos a decir que se puso de moda, pero tuvo muchísimos más adeptos en una Argentina que parecía iba a partirse en mil pedazos. Los hemos visto suficientemente en los medios - sobre todo en la televisión-, miles de hombres y mujeres en esos momentos difíciles de nuestro país andar las calles de la gran ciudad buscando entre la basura y los deshechos el modo de ganarse el sustento, aunque el producido fuera mínimo. Andaban por las noches de Buenos Aires y constituían un ejército de argentinos que, desesperados ante la crisis, buscaban en las calles la posibilidad de ganarse un dinero, aunque fuera un monto magro. Y así aparecieron ante la sociedad los cartoneros. Toda una metáfora de ese momento del país.
Eran los tiempos de la desesperación -¿se acuerda usted que después de 2001 se organizaban espacios para llevar adelante el trueque (esto de te doy una pizza y me llevo tomates; o un mueble por una bolsa de comida, o cualquier cosa)? Era sí, cuando estábamos al borde del abismo, del que por suerte hoy aparecemos tan lejos más allá de los agoreros oportunistas que pretenden otra cosa.

 

Cartoneros de aquí nomás.
Pero no quería referirme a esos cartoneros aparecidos en los momentos de la crisis. Esto es mucho más vernáculo, más limitado, y podría decirse que tiene que ver con nuestras historias mínimas, cotidianas, las de todos los días.
Carmensa Yedro de Martel (64) es una simpática señora que vive en una modesta pero confortable casita de Villa Parque, junto a su hijo menor, Carlos (23), y a la que muchas veces hemos visto patear las calles de Santa Rosa, guiando un pequeño carrito de sólida contextura en el que va cargando su mercancía. "Soy cartonera y a mucha honra", me dice como para no dejar dudas, de entrada.
Nacida precisamente en Carmensa (o San Pedro del Atuel), Mendoza, el paraje donde murió acribillado el mítico Juan Bautista Bairoletto, es hija de Mario Díaz -"mi papá vivía de changas, mi madre se llamaba Irma Rosario y tuve un solo hermano, Antonio", refiere-, Carmensa se habría de casar por primera vez en General Alvear y de ese matrimonio nacerían Ivana, Graciela y Daniel, sus tres primeros hijos.

 

Su llegada a Santa Rosa.
Más tarde, ya afincada en Santa Rosa, donde llegó "sola y siendo una mocosa", se instaló en una casa de zona norte, en lo de "la señora Ester Ballesteros, que me ayudó mucho y además me enseñó costura. Ahí ya me inicié en esto de empezar a juntar botellas, cartones, diarios y de todo un poco". Carmensa acopiaba lo que iba consiguiendo en el patio de la vivienda que compartía con la familia Ballesteros.
Lo que me llamó la atención de Carmensa son un par de aspectos que la convierten en hábil en relaciones públicas. En principio una compañera de redacción me vino con el dato de la tarea que llevaba adelante: "La encontré en la plaza y me dijo lo que estaba haciendo y me pareció bueno para que hicieras una nota", me comentó mientras me daba una primorosa tarjeta personal en la que rezaba: "Carmensa Yedro de Martel, cartonera desde 1985"; y ofrecía allí otros detalles como dirección y su número de celular.
Por otra parte me extrañó un poco la amabilidad extrema de la mujer, al punto de hacerme creer de entrada, en su saludo, que me conocía vaya a saber de dónde. Suele ser ese tipo de deferencia que es casi un recurso más del comerciante, del que quiere agradar para llevar adelante algún negocio. Se lo digo y sólo sonríe, casi concediendo que es así.
Carmensa me recibe en su casita de Villa Parque, mientras ata a uno de sus cinco perros. "Es el más bravo", me dice en tanto agrega que esas presencias caninas evitan que algún desprevenido pueda entrar a robarle.

 

El carrito, una cuna.
La mujer señala que sólo fue "hasta segundo grado" pero que "en la calle se aprende mucho. De todos modos lo mío ha sido trabajar duro, con honestidad y sin molestar a nadie. Empecé hace mucho tiempo, cuando mi hijo menor era un bebé, y ese carrito, así como lo ven era su cuna cuando andábamos al principio con mi esposo por las noches. Hacía frío, calor o lloviera y nosotros salíamos a buscar cartones, botellas y lo que venga... Después mi esposo falleció y yo seguí trabajando en la calle, pero cambié de horarios y empecé a salir temprano a la mañana. Si habremos chupado fríos y calores andando con el carrito por todos lados: por el Colegio de Abogados, la Cámara de Diputados, el Hotel Calfucurá. En muchos lugares me estaban esperando para darme papeles y cartones, y eso me permitió criar a mis hijos", se jacta ahora. Es que mientras Ivana es religiosa, "en Misiones; Graciela vive en Mendoza y Daniel en Macachín. El menor (que mientras nosotros charlábamos andaba por allí, en el patio, fabricando alguna cosa o arreglando otras) "es recibido de maestro, pero sabe hacer de todo. Hace bebederos para los campos, y es muy buen electricista. Lo han llamado para dar clases en alguna suplencia, y espera que este año que viene le den más trabajo", lo elogia.

 

"Muy orgullosa".
Carmensa expresa estar "muy orgullosa" de su trabajo, ese de transitar las calles todos los días, "con viento, lluvia, frío o calor. Lo que le digo señor -me apunta- es que en tantos años de andar por allí nunca tuve un problema, y siento que hay mucha gente que me tiene estima. Personas que me esperan con el material preparado para que yo me lo traiga, y que quiere ayudarme de alguna manera. Lo que puedo decir es que toda mi vida he sido honesta y respetuosa, y que gracias a mi trabajo, y a una pequeña pensión de mi marido, pude criar y hacer estudiar a mis hijos. Y estoy muy orgullosa, sí señor. Muy orgullosa".

 

Papel y cartón, lo más cotizado.
Aunque el papel y el cartón son los materiales que más interesan a los que recolectan, la actividad de los cartoneros también se extendió a buscar entre los residuos otros objetos o artefactos que puedan resultar útiles, o factibles de ser refaccionados.
En el caso de Carmensa, la diferencia con el recolector de residuos es que se trata de una actividad individual no planificada y sin salario concreto. Su hijo Carlos es quien se encarga de arreglar lo que puede ser reparado; pero también de buscarle utilidad a otros elementos que puedan ser reciclados de alguna manera. Lo demás es vendido en alguna chacarita de la zona.
Como quedó dicho la actividad trascendió en nuestro país en la crisis social que se extendió hasta promediando el 2002. Familias enteras se volcaron a las calles -principalmente en Buenos Aires, pero también en otras capitales de provincia- buscando elementos para vender luego y obtener unos pocos pesos que ayudaran a la subsistencia.
Algunas familias andaban por las calles incluso llevando sus niños para buscar entre los residuos; y otras utilizaron algunos medios para poder hacer un transporte más importante. Estaban los que hacían un carricochito elemental y salían de recorrida, y también los que disponían de algún caballo para tirar del carruaje y aliviar la pesada tarea.
En el caso de Carmensa, desde hace años se moviliza con un pequeño carro provisto de dos importantes ruedas de caucho que le ayudan para continuar en la brecha. "Ni tengo pensado dejar de hacerlo", certifica en el final. "Cartonera, y a mucha honra", repetirá por si hace falta.

 

El 1 de marzo, su día.
El Día Mundial del Reciclador/a, se celebra el 1 de marzo en conmemoración de la tragedia ocurrida en Colombia, donde fueron asesinados 10 trabajadores del reciclaje dentro de una universidad en 1992.
Los recicladores ingresaron en la Universidad Libre de Barranquilla donde les iban a entregar material. Adentro fueron asesinados con palos y tiros de balas, para comercializar sus cuerpos en tráfico de órganos. Un sobreviviente pudo dar aviso a la policía.
El Día Mundial fue oficializado en el Encuentro Internacional de Recicladores que reunió a 34 países en Colombia el año 2008.

 


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