El señor de la sonrisa y la amabilidad
Hay gente que da gusto conocer, y este es un caso. Cacho Peralta es honesto, laburante de la vida y amiguero como pocos. Fue un futbolista de nota, empleado público y, sobre todo, una persona de bien.
Camina siempre despacio, casi arrastrando los pies, con una sonrisa en el rostro, con "la amabilidad como bandera"; con el buen trato que lo diferencia, con la alegría de percibir el saludo de alguien a la pasada; o recibir una mano extendida para el apretón sincero y cordial. Antonio Miguel se llama, pero todos saben que él es Cacho Peralta (73).
En esas mañanas que se hacen mediodía, en La Capital se arman mesas de amigos y conocidos todo el tiempo, y naturalmente surgen los temas más diversos mientras el café humeante invita a la charla sin apuro.
El Pata Barreix pidiendo su clásico e infaltable "submarino amarillo", por aquí Gustavo Gallego, El Chango Casarrota, Carlitos De Fontayne y otra banda, más allá la mesa de los "doctores", y varias otras rondas que se arman casualmente.
En ese par de horitas que uno "pierde" en esas mesas se pasa de arreglar el mundo con discusiones filosóficas que a nada conducen; al chiste o la salida ingeniosa que moverá a la risotada.
Un hombre íntegro.
Esta vez la mesa en la que estuve reunió a Lalo Suárez Cepeda -histórico futbolero-, el inefable Ramón Turnes y algunos otros, y cada anécdota que regresaba a la memoria iba superando a la anterior. Pasa El Negro Salas y lento, casi sigiloso, se acerca también Cacho Peralta... los abrazos sentidos, el afecto sincero en el saludo y el paso a los recuerdos, la mención de los amigos... los que están y algunos que se fueron.
En un momento quedo solo con Cacho, y hablamos claro. Hacía bastante lo había contactado para eso, y ahora lo encontraba casi de casualidad. Luis Gérez -el mejor mozo de la cuadra- me acerca lápiz y papel y todo está listo para la nota.
"Cacho es un hombre íntegro. Gran persona y gran futbolista... un amigo de verdad". ¿Quién lo define así? Ese histórico de nuestro fútbol que -con sus más y con sus menos- es Ramón Turnes.
Peralta fue jugador de Atlético Santa Rosa, después de haber tenido un paso por las inferiores de Boca Juniors. Pero no sólo fue un futbolista eximio, destacado por su capacidad de gol, sino que fue y es -así se considera todavía- un deportista completo.
Vivir, vivir mucho...
Gran gimnasta -de esos que hacían las piruetas más diversas en un cajón de salto-, también jugó pelota a paleta y paddle. "Ahora, a mi edad, sigo saliendo a correr, y si puedo en la quinta donde vivo hago unos 200 metros de natación. ¿Sabés que pasa? Me preparo para vivir otros 30 años, y por eso me cuido...". Y parece convencido. "Suponete que sean vean 20... igual son muchos, y hay que cuidar la máquina", dice con esa sonrisa indeleble que es su marca registrada.
Vivió de chiquito en el paraje La Pastoril, sitio que está entre sus más caros afectos. Sus padres se llamaban Mabel y Estela y tiene una única hermana, Irma. Cuatro hijas le dio su matrimonio con Olga -con quien está separado hace un tiempo pero con la que se ven casi todos los días: "ella sabe que estoy y sé que está", define la relación-, Viviana, Carina, Lorena y Celeste. Tiene 6 nietos, Iván, Rocío, Manuel, Ismael, Aylén y Tomás.
Un dolor, para siempre.
Pero hay más, Carina falleció y a los cinco días habría de nacer Ciro, nieto de la hija que se fue y, obviamente, bisnieto de Cacho. "Alguna vez me dijo la doctora Molteni: dos años te va a durar el dolor... y después toda la vida... y tiene razón". Y aunque naturalmente tiene una pena muy grande Cacho tiene esa resignación propia de quien sabe que su hija fue, a su manera, una mujer feliz. "Ella siempre decía que por su carácter se parecía a mí, y se fue y nos dejó a Ciro", se convence.
Cuando niño, Cacho y su familia fueron a vivir a un campo en la zona de San Luis, y luego se trasladaron a Victorica. "Te cuento que hasta mis seis años nunca había visto picar una pelota, y me llamó la atención la primera vez ya viviendo en Victorica. Hice la primaria en el Colegio Salesiano y ahí sí, era fútbol todo el día. Desde ese día me enamoré de la pelota y fue la pasión de mi vida... Después vine de interno al Colegio Domingo Savio en Santa Rosa y ahí más todavía la pasábamos jugando al fútbol. Allí conocí a Coco Felgueras, Pacheco Berhongaray que jugaba bastante bien de defensor, y el Monzo Rodil entre otros. Jugábamos al fútbol pero además nos prendíamos en la pelota a paleta en la cancha del Colegio. Sí, el deporte estuvo siempre presente en mi vida, claro...", señala.
Un paso por Boca Juniors.
Y sería precisamente el fútbol el que le abriría camino en la vida. Primero un breve paso por Argentino FBC en Santa Rosa, "en un equipo en el que jugaban Weigand (papá del profe de Educación Física), Carlitos Sombra, El Negro Vila, uno de los Beco, los Urquiza (Varelita y Cacho), y el Negro Diablo", cuenta.
"El cielo del barrio ha cambiado de color, se viste de verde y blanco, hay un rumor de tribunas y en las gargantas un gol. Está jugando Argentino en la Cancha Centenario, y otra vez el Negro Diablo presente en el marcador", escribió alguna vez Terete Domínguez. "Sí, jugué con él, y tenías que verlo", confirma Cacho Peralta hablando sobre aquel jugador distinto.
Fue poquito tiempo, porque enseguida vendría una gran ilusión. Le consiguieron a Cacho una prueba nada menos que en Boca Juniors, y allí fue. "Llegué un día que la primera jugaba contra Fluminense, y en el partido preliminar lo probaron un ratito. "Nada menos que en la Bombonera... y en la semana otra vez y ahí metí seis goles y quedé. Estuve un año, un año más en All Boys de Floresta pero ya me quería venir. En Buenos Aires de todos modos terminé el secundario y regresé a la casa paterna, entonces ubicada en plena Villa Santillán".
Atlético y dos trabajos.
En el club Atlético Santa Rosa le prometieron que le iban a conseguir trabajo. "Tengo el mejor recuerdo de algunos directivos, como el escribano Nemesio, Nikito Susvielles y Felice. Me cumplieron y empecé a trabajar de preceptor en la Escuela Industrial, y al poquito tiempo también entré en el Registro de la Propiedad, y además me salvaron del Servicio Militar... cómo no estar agradecido a esa gente y al club", reconoce a la distancia.
Pero a su vez Cachito le iba a responder, y de qué manera, al albo: "Fuimos campeones de la Liga Cultural en el 60 y 61, y fui goleador. Nos dirigía Nikito Susvielles, y jugaban Alou, Valverde, Pecoso Eyheramono Saos, Salas, Felipe Alonso, Pechito Escudero, yo, Quico Loyola, Cardoso y Furriol. Un gran equipo con un jugador fantástico como Felipe", rememora. También Cacho tuvo la alegría de ponerse muchas veces la camiseta del seleccionado culturalista, y estuvo en aquel histórico partido frente a Ríver en el que el Vasco Rincón le hizo el gol al gran Amadeo Carrizo.
"Yo le dí el pase", se ufana.
No obstante su carrera sería muy corta: "Dejé cuando tenía 27 años, porque me desgarraba seguido, y no era como ahora". Y este no era como ahora incluye la preparación física. "Mientras jugué hacía diferencia con mi velocidad y resolvía bien con la pelota, pero además sacaba ventajas porque nadie se entrenaba, pero yo sí. Por jugar todo el día en la canchita del colegio siempre estuve entrenado, pero además como jugador con Monzo Rodil -basquetbolista en ese entonces- dábamos 68 vueltas a la cancha de la Escuela Industrial -de arena, ubicada a la vera de Avenida Luro-, y hacíamos 250 abdominales todos los días. Sacá la cuenta que los demás se juntaban para jugar nada más...".
Un culto a la amistad.
Jubilado hace ya varios años, tiene un buen pasar, y dedica todo el tiempo a vivir bien, a juntarse con amigos -antiguos deportistas, jugadores de fútbol ex compañeros y rivales, boxeadores, y algún periodista- para revivir los buenos viejos tiempos.
Tuvo un paso por el Centro de Jubilados, pero se alejó hace un tiempo porque prefiere no pelearse. "Me preguntás si tengo enemigos... creía que no, pero descubrí que hay un hombre que me doy cuenta que no me quiere, y hace lo posible por hacerlo notar. Pero ya está... no vale la pena pelearse, y con no verlo ni cruzar a ese hombre es suficiente... Lo mío es otra cosa", dice mientras sigue saludando a muchos de lo que pasan a su lado.
Cacho, en el final de la charla no quiere dejar de mencionar su paso por Cochicó de Victorica: "Fue en 1967 y salimos campeones ganándole a Rucanelo... fue una fiesta con 1000 personas en la cancha, y al título lo festejamos todos los años", expresa.
Le digo si está bueno eso de sentirse querido. "Es lo mejor que hay, me gusta sentir que la gene me aprecia. Me encanta que me quieran... Supongo que tiene que ver con mi forma de ser". Y tiene razón, dueño de una bonhomía muy particular, da gusto encontrarse con gente como Cacho. Personas que aparentan sensación de paz y la transmiten. Tipos que, al cabo, hacen bien y da gusto tratar. Sin dudas. Que bueno tener tantas ganas de vivir... qué bueno.
Verduras y penales.
Vaya si tiene anécdotas para contar Cacho Peralta. Supo desempeñarse en una Dirección de Deportes de la provincia en la que estaban nenes como Juan Carlos Facio, Jorge Salas y otros "atorrantes" que se divertían a su manera, "sanamente", define Peralta. El gracejo particular de Colores Facio animaba las mañanas de Casa de Gobierno. "Le preguntábamos: ¿Fuiste a Mar del Plata Colores? Un millón de veces... un millón, respondía y empezaba a contar sus anécdotas con el Bambino Veira y Ringo Bonavena. Los otros días lo encontré a Juan Carlos, lo saludé, le dí un beso, pero no me conoció", se lamenta por Facio que no la está pasando bien. "Una vez jugábamos esos torneos de empleados públicos, y Cacho Ledesma (otro gran jugador de All Boys, hoy trabajando en el Banco Pampa) tenía verdulería. Yo estaba ahí y llegó quien iba a ser referí en un partido muy difícil que tenía nuestro equipo: lechuga, acelga, chorizos... de todo llevó el hombre, pero no pagó. El día del partido nos estaban pegando un baile bárbaro y perdíamos 2 a 0, hasta que el árbitro inventó un penal, discutieron los rivales y les expulsó tres. Nos pusimos 2 a 1 y enseguida otro penal, otra protesta, les expulsó otro y no precisamos ni patearlo porque ganamos los puntos. Increíble, pero real", se ríe.Y cuenta otra: "En una época iba a jugar paddle a la residencia como compañero del doctor Marín, contra Chery Almudévar y Manolo Baladrón. Marín podía golpear de aire en el saque porque decía que no sabía jugar y había que darle ventaja... y ganábamos casi siempre. Si éramos locales ¡cómo nos iban a ganar!", cuenta divertido.
Una rivalidad que cambió.
Nuestro fútbol ha cambiado mucho y los jugadores pasan de un equipo a otro con una facilidad que no existía. Cacho cuenta que cuando él jugaba en Santa Rosa "vinieron Los Chalchaleros a All Boys, y con el Negro Vitale fuimos. Después volvimos a Atlético a tomar un café. 'De dónde vienen' nos preguntó Pechito Escudero. Le contamos y dijo: 'A All Boys no hay que ir'. Estuvo un mes sin saludarnos". Pero las cosas cambiaron tanto que hoy aquellos que fueron rivales se juntan muy seguido, comen asados, cuentan anécdotas, "y algunos lloriqueamos un poco recordando esos tiempos", reconoce.
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