Martes 30 de abril 2024

Licha, el pibe de la máscara de Dalí

Redacción 24/08/2023 - 15.00.hs

“¡Estoy nervioso… sí, estoy emocionado!”, decía el joven mientras inquieto se restregaba las manos. En la Redacción de La Arena acababa de ingresar un personaje que parecía especial, y todos se interesaban por mirarlo y en preguntar quién era… En un momento él entró en confianza, se soltó y contó: “Me dicen Licha, o Lis...”, responde, en tanto aporta su verdadero nombre: Lisandro Ariel A. M.

 

Oculta su rostro detrás de una máscara bufonesca que semeja el rostro de Salvador Dalí –de las que usaban los protagonistas de la célebre serie La Casa de Papel, que hemos podido ver en Netflix--, y usa además una capa blanca con vivos rojos, y auriculares en sus oídos.

 

Claro que resulta extraño por adoptar una vestimenta nada convencional.

 

Presencia habitual.

 

Es habitual verlo andar por aquí y por allá. Suele ir a paso largo, y en alguna que otra ocasión casi correr… como deambulando sin un rumbo determinado. A veces se detiene en cualquier lugar –puede ser ante un semáforo mientras espera el paso de los autos-- y ensaya unos pasitos al compás de la música que parece estar escuchando.

 

Al principio llamaba la atención a quienes lo veían pasar… pero eso sucede cada vez menos, porque su presencia –por lo menos en el centro de la ciudad-- es cada vez más habitual.

 

El pibe de la máscara.

 

¿Quién es?, se preguntan algunos. Y alguien contestará como al pasar: “Es Licha… el pibe de la máscara”.

 

Lo cierto es que es agradable ver que en algunos lugares –las céntricas confiterías por ejemplo, o en algún comercio-- es recibido con cariño: y ese es el momento en que se despoja de la máscara que deja apoyada sobre su cabello, y ahora sí a cara limpia hace el clásico saludo de los jóvenes: choque de manos seguido de uno de puño cerrado; o un leve y afectuoso abrazo.

 

En un comercio cercano un cronista de este diario advirtió que el jovencito ingresaba al salón y saludaba a los presentes: una actitud que ya le había observado en otros lugares. Y siempre la respuesta fue la misma, amable, y con una devolución realizada con cariño.

 

Candoroso personaje.

 

Porque, cabe decirlo, Licha despierta ternura –eso es--, porque se adivina en su rostro y en sus gestos una candidez propia de las personas que no tienen maldad. Si al cabo sólo anda por allí con la máscara de Salvador Dalí y esa capa roja y blanca de Naruto –personaje ninja (japonés) de una aldea ficticia en una serie de anime-- llevado por quién sabe qué fantasía que habita en su mente.

 

Pero es un chico bueno que no le hace mal a nadie… y además, en cuanto se cambian un par de palabras con él, se puede advertir que es absolutamente querible. Porque lo suyo está cargado de ingenuidad, y es dueño de una inocencia que nos hace falta ver de vez en cuando –aunque sea observarla en otra persona-- en este mundo cargado de discordias, de disconformidades, de violencia.

 

Quién es.

 

Este pibe, con su candidez, nos devuelve un poco de frescura y nos invita a una sonrisa. En estos tiempos tan convulsionados no es tan poco.

 

Lisandro cuenta su pequeña historia. “Soy nacido en Santa Rosa… Mi papá trabajaba en Casa de Gobierno y mi mamá en el sanatorio”. Desde hace un tiempo Licha vive en un hogar de contención que está ubicado en el barrio Fitte, donde hay otros cuatro chicos más o menos en las mismas condiciones. El lugar es atendido por Jorge Rodríguez y su esposa Estela Milanese (acompañante terapéutica).

 

“Al hombre que nos cuida yo le digo papi…”, dice Licha. Y el mismo Jorge explicará después que “nosotros le explicamos que en realidad no somos sus padres… y por eso alguno también me dice tío. Pero está todo bien y claro”, afirma.

 

Un ser libre.

 

En un momento el pibe dudó porque estaba “dando sus nombres sin su permiso”, y entonces invita al cronista a que él hable con esas dos personas. Y es Jorge quien atiende solícito: “Sí, Lisandro es un chico muy bueno que está con nosotros desde hace un tiempo. Aquí se puede decir que es un lugar de contención: duermen, los cuidamos y pueden salir y andar… Él es un ser libre”, lo define.

 

Lisandro hizo la primaria en la Escuela 180, el secundario lo comenzó en la EPET y la terminó en el colegio Pablo Freyre, en la calle Stieben, y asegura que lo tiene completo.

 

El pibe explica que “hace cuatro años que hago este personaje… Al principio la gente me miraba un poco extrañada, pero después me parece que me tomó cariño. Un día pasé por un cotillón y me compré una careta que era como un gato con bigotes, o cicatrices… no sé. Pero se me rompió y compré esta que tengo ahora, que me salió 300 pesos; pero resulta que ahora valen como mil”, se queja.

 

Licha y la música.

 

Sobre la música que escucha indica que “es sobre todo rock, pero también temas de los ‘80 y otros actuales. Siempre ando con los auriculares, y voy escuchando, pero también cuando me voy a dormir los uso mucho”.

 

¿Será por eso que se despierta tarde? Se ríe con picardía y lo admite: “Y sí… me levanto cerca del mediodía. Pero miro, y si no me gusta mucho la comida que hay me vuelvo a acostar y le pego hasta las cuatro de la tarde”, admite.

 

En la calle.

 

Esa es precisamente la hora en que se larga a la calle: “Me pongo la capa, la careta y salgo… Al principio algunos chicos me tenían miedo, pero ahora ya se acostumbraron y se acercan, me saludan y hasta se sacan fotos conmigo”, alardea un poquito.

 

“Me gusta ir a la plaza, o andar por el centro, y me encanta eso… que los nenitos me sonrían. Son una caricia al alma esas sonrisas... Camino por ahí tres o cuatro horas y después vuelvo al hogar a cenar; y nos acostamos temprano. Ahí me pongo a escuchar música con mi celular y me duermo un poco tarde”, completa.

 

Elmascarita20.

 

Y sigue hablando y contestando preguntas: “A veces miro fútbol cuando juega mi equipo, Ríver. ¿Messi? Me encanta Messi”, dice. Pero en televisión también le gusta ver de vez en cuando El Chavo del 8, o Casados con hijos. Agrega que tiene Twitter (Elmascarita20) donde sube videos “informando a mis seguidores. Tengo unos 300 y quiero llegar a más de 1.000, así que espero que más gente me siga”, pide.

 

Es sólo un pibe, un adolescente al que le gusta ponerse una careta, pero no lo hace por excéntrico o por mostrarse diferente. Es un ser libre que, en su genuina pureza le gusta hacerlo por vaya a saberse qué pensamiento que habita en su mente… y en su alma. “Sí, me han dicho que tengo que hacer lo que quiera… que sea feliz”. (M.V.)

 

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