Viernes 26 de abril 2024

“Paso más arriba del camión que en casa”

Redacción 25/06/2023 - 01.29.hs

Una tarea dura, sacrificada y solitaria, que condena a quien lo hace a pasar muchos días fuera de casa durmiendo en inhóspitas áreas de servicio cuando no en apartados lugares a un costado de la ruta.

 

MARIO VEGA

 

“Acá en El Sosneado mucha agua y viento blanco… me estoy metiendo en la tormenta y toda la cordillera está siendo tapada por un temporal bravísimo… sí, está complicadito”. La voz del hombre se escuchaba clarita, y narraba con tanta precisión que uno casi parecía estar metido en ese paisaje magnífico pero difícil para quien va en tránsito por la ruta de El Dorado. Y es tan nítida la conversación que casi se podía oír el tenue ronroneo del motor en la cabina. “Se está poniendo muy feo de verdad… ya Vialidad estaba dando alerta naranja por viento blanco, con mucha agua y mucha nieve arriba, y se habla de que se puede cortar la ruta 40, así que para volver tendría que agarrar por Piedras Grandes. Ya veré…”, completa.

 

El Sosneado tiene como vigía a la Cordillera de Los Andes, está a unos 45 kilómetros de Malargüe y a unos 140 de San Rafael. Es una zona que combina paisajes montañosos con volcanes, diques, ríos y sobre todo días de sol muy extensos, tanto en invierno como en verano. Precisamente allí un tremendo temporal está provocando desbordes de ríos y otros desastres que mantienen en vilo a la población.

 

Cargas peligrosas.

 

Por allí andaba Pablo Gastón Brodsky (48) cuando mi llamada del último viernes para saber qué estaba haciendo. Lo conocí aquí en Santa Rosa jugando fútbol algún sábado por la tarde; y lo escuché comentar un día que hacía viajes en camión con cargas peligrosas. Y me llamó la atención… porque de por sí me interesaba saber cómo vive y piensa un camionero, mucho más si su transporte va cargado de gas propano y tiene que recorrer miles de kilómetros.

 

Hemos visto cantidad de películas que muestran las vidas de esos trabajadores absolutamente necesarios para la sociedad. Es un oficio que exige sacrificio y tiempo lejos de la familia, pero es fundamental porque son encargados de transportar bienes, mercaderías y también combustible. En el caso de Pablo conduce un enorme camión cisterna con acoplado...

 

“Nosotros llevamos gas propano, que tiene más presión que el butano. Este se usa para las garrafitas de los camping, pero el propano es gas de red, el que se usa para las casas y tiene mucha más potencia”. Revela que la carga que traslada –contra lo que algunos creen-- es líquida y se transforma en gas en contacto con el aire.

 

Quién es Pablo.

 

Pablo es nacido en Coronel Suárez, si bien los Brodsky llegaron a Alpachiri cuando él tenía un año. Es hijo de Luis, que era jubilado del Banco de La Pampa (falleció hace dos años de Covid), la madre es Zulema Indart y tiene una única hermana, Clara, que sigue en el pueblo al que llegó la familia hace varios años. Está casado con Ana Luz Fioravanti, que es docente en varios colegios secundarios; y tiene dos hijos, Tomás (13), y Faustina (9).

 

Cuando le propuse la nota pasó mucho tiempo hasta que pudimos juntarnos en la casa en la que reside en Santa Rosa, ciudad a la que llegó hace unos 25 años cuando el papá fue trasladado en el Banco.

 

Sus trabajos.

 

Antes de su actual condición de chofer de Tortoriello Hermanos –con sede en Cipolletti--, se desempeñó en diversas empresas. Lo hizo en Dumas; en el Supermercado De León, pasó por Prosegur en un par de oportunidades; estuvo en Juncadela y un par de años con Jubete. Además trabajó por un tiempo en la Esso que estaba en Avenida Uruguay. “Cuando entré con Álvarez empecé a transportar hacienda hasta que un amigo me recomendó y pude ingresar donde ahora estoy”.

 

Expertos al volante.

 

Son verdaderas moles que se desplazan por las carreteras. Y verdaderamente resulta admirable verlas pasar conducidas por expertos, porque de verdad hay que estar preparado para ser camionero, porque cualquiera se da cuenta que es un trabajo de riesgo permanente manejar semejantes estructuras en una ruta.

 

Y no menos llamativo resulta ver a los conductores accionar con esos camiones enormes para introducirlos marcha atrás en un depósito; u otros menesteres no menos complicados. Hay que maniobrar con mucha habilidad para lograr el cometido.

 

El gusto de andar.

 

Circulando por alguna carretera, me he llegado a preguntar cómo será la vida de un camionero. Eso de salir a andar durante varios días, alejados de las familias, y afrontar una travesía siempre cargada de dificultades.

 

Necesariamente a esos muchachos tiene que gustarles –y mucho-- lo que hacen, porque tiene poco que ver con otros trabajos u oficios mucho más tranquilos, por definirlos de alguna manera.

 

Saben andar.

 

Andando caminos me he quedado observando su manera de conducir, y como tantos muchas veces me encontré reprochando que marcharan en largos “trencitos” -uno detrás del otro-, tornándose en un obstáculo en la intención de avanzar más rápido en nuestro viaje.

 

Alguna vez los camioneros se nos antojan más “simpáticos” cuando con señas de luces nos dan algún indicio para que los pasemos; o cuando nos damos cuenta que, de alguna manera, nos cuidan a quienes transitamos en vehículos de menor porte.

 

Viajar de día.

 

Se ríe Pablo cuando le digo que ya no va a jugar a la pelota. Explica que “lo que pasa es que viajo mucho. Lo hago generalmente de día y de noche trato de descansar. Nosotros al llevar cargas peligrosas no podemos andar hasta muy tarde; porque por ley podemos circular máximo hasta las 12 de la noche”, puntualiza.

 

Puedo imaginar que tantas horas en el camión tiene su particularidad, y lo admite: “Sí, tiene sus cosas… cuando manejo escucho la música que me gusta; y tomo mucho mate. Y es cierto, hay momentos en que la cabeza te va a mil con los pensamientos”, reconoce.

 

Horas de soledad.

 

Y sigue contando: “Para que te des una idea tengo más horas y más vida arriba de un camión que lo que estoy en mi casa… y andando suelo pasarlo solo, pero también compartimos con compañeros cuando nos juntamos en algún lado a cenar; o cuando da la casualidad que llegamos todos medio juntos, o estamos esperando una carga que ahí puede haber un poco de distensión”.

 

En su caso no lleva acompañante. “En razón que transportamos carga peligrosa tenemos que viajar solos… Para el camionero de larga distancia son muchas horas de soledad y, bueno... Por ahí me cargan cuando cuento que voy cantando, pero me gusta hacerlo… aunque es cierto que también a veces hablo solo, y me contesto… Y ya que estoy solo me doy la razón”, dice divertido. “Que sé yo, son momentos que uno trata que el viaje se haga más corto”, completa.

 

La cabina, su casa.

 

Vaya si es sacrificado andar horas y horas arriba de un camión, alejado de los seres queridos, a los que sólo ven de a ratos en alguna escapada. “El camión es nuestro lugar, y casi que la cabina es nuestra casa… Y ahí tengo todo: para cocinar y dormir bien calefaccionado… y también tengo televisión que me entretiene en algunas paradas”.

 

Y sigue: “Para que tengas una idea: esta semana llegué el jueves a la noche a mi casa a la una de la mañana, y salí al otro día a las 6 de nuevo a la ruta. O sea llegué cuando la familia dormía, me bañé al levantarme, saludé a mi señora y mi hija y arranqué… Así es mi vida; esa es la vida del camionero, y más si hacen viajes de larga distancia”.

 

“Yo cargué el miércoles en Bahía Blanca a las 7 y pico de la tarde; llegué a Santa Rosa, estuve unas horas como te decía y ahora estoy acá en El Sosneado, entrando a ruta 40. Voy rumbo a Malargüe, descargo y me vuelvo… pero ya digo, están informando que se puede cortar la ruta así que no sé si voy a poder pasar para aquel lado”, completa. Es que la tormenta se avizoraba muy fuerte y la incertidumbre se hacía presente.

 

Rutas muy bravas.

 

Señala que cada conductor tiene su forma de viajar. “Hay a quienes les gusta más de noche que de día; pero en mi caso a la noche trato de descansar, más que nada por la vista… en tiempos en que transportaba hacienda, que era ir y venir continuamente a Buenos Aires, lo hacía a cualquier hora”, agrega.

 

Reconoce que en esta época del año “es cuando andamos más tensionados porque tenemos mucho trabajo y porque las rutas están muy bravas con el tema del hielo, el tema de la nieve… Me toca hacer mucho Bariloche, El Bolsón, mucha cordillera y hay que andar con mucha precaución en esta época”, advierte.

 

Cursos y exámenes.

 

Andando los caminos de nuestro país vemos que, en general, el camionero sabe lo que hace, y es necesariamente precavido. Porque es indudable que esa mole que puede tener más de 20 metros de largo –si tiene acoplado—, unos cuatro metros de altura, y es capaz de transportar una carga de más de 50 mil kilos, a una determinada velocidad debe ser imposible de frenar.

 

Y es atrapante la manera en que Pablo nos va ofreciendo datos de su profesión. “Nosotros estamos obligados a hacer prácticas de lo que se llama ‘manejo defensivo’. Y se hacen como si fuera la vida real… la empresa te da una camioneta y te llevan a un autódromo, en nuestro caso el de Centenario… te ponen una franja a 30 metros, otra a 50 y una a 100 metros. Se practica y se ve cuánto necesita el vehículo para detenerse; y también se hacen esquives, que no es lo mismo a 50 que a 100 kilómetros; y así sucesivamente hasta llegar a los 110 que es lo permitido en un vehículo”.

 

Unos 53 mil kilos de carga.

 

El trabajador del volante sigue con sus explicaciones: “Imagináte que con un camión es todavía más complicado, porque en mi caso (señala su camión) ando con 52.000 kilos y con seis ejes. También hay otros tanques de estos que vas a ver que son de dos ejes atrás”, precisa.

 

Obviamente también se hacen “muchos cursos en lo que es el manejo de lo que se transporta, porque voy cargado con un producto que es inflamable… y si tuviera un problema no es lo mismo atacar la llama de un gas que la de un líquido, que es lo que yo llevo”, compara.

 

Pero no sólo eso, sino que además el camionero es sometido a estrictos exámenes psicofísicos… “Lo hacemos cada año, y la verdad es que todo el mundo debiera realizar esos exámenes y cursos porque en nuestras rutas se maneja mal. Muy mal…”, sentencia.

 

El clima muy loco.

 

Ayer mismo Pablo estaba regresando: “Alcancé a salir y ando por San Rafael, pero por suerte no agarré nieve pero sí mucha lluvia y un poco de barro… pero todo está muy cambiante. El clima está muy loco, y arriba en la cordillera está muy feo y eso en algún momento va a llegar abajo. A mí me agarró el viento blanco (viento con nieve) y es bravo; y cuando baja el viento Zonda también… viene con piedra porque hay mucho ripio y eso. Por suerte zafé, alcancé a descargar, pasé la noche en Malargüe y a las 5 y media de la mañana arranqué y ya se veía muy feo. En algunos sectores está haciendo desastres con las crecidas de los ríos”, nos revela desde el camión mientras venía rumbo a Santa Rosa.

 

Camioneros no.

 

En un instante de la charla Pablo rememora los malos momentos que les tocó afrontar a los trabajadores del volante en tiempos de pandemia. “En algunos lugares no nos dejaban siquiera bajarnos al baño, ni a higienizarnos… Decían que podíamos llevar el covid, aunque era absurdo… incluso a algunos les tocó que les encintaran las puertas de sus camiones para que no se bajaran, sin darse cuenta los que hacían eso que éramos los que llevábamos la mercadería necesaria para los pobladores de cada pueblo o ciudad”, expresa.

 

Pero afortunadamente la peste pasó y todo volvió a la normalidad y pudieron seguir haciendo su imprescindible trabajo.

 

Paisajes increíbles.

 

Pablo conoce casi todo el país, y le gusta viajar y disfrutar de los más bellos paisajes que alguien se pueda imaginar… “Y sí, ver la luna en la cordillera es fantástico; y la nieve la verdad es que también me gusta muchísimo, aunque hay que tener mucho cuidado con el camión cuando andamos por ahí. Pero hay lugares que son un sueño y todos tendrían que conocer: está la bajada de Collón Curá, antes del río Confluencia yendo para Bariloche que no se puede creer... ¿Y la ruta 40? de San Rafael a Zapala también está buenísimo, más allá de 80 kilómetros de ripio que un poco complican”, cuenta como si estuviera viendo esos parajes.

 

Hoy estará en su casa y volverá a escuchar el reclamo de Ana Luz y de Faustina que quieren salir de vacaciones. ¿Dónde? “Quieren ir a la nieve”, se ríe con ganas Pablo. Y claro, verdaderamente parecería el caso del marinero que va a pasear al puerto…

 

Ha pasado poquito tiempo en familia y, seguro, a esta hora ya estará en la ruta hacia Bahía Blanca “para cargar nuevamente y agarrar la línea sur…”. Sí al cabo esa es la vida del camionero, que por supuesto no es para todos. Dura, difícil… y apasionante.

 

Los primeros camiones.

 

Dicen los que dicen saber que el primer transporte pesado de carga del mundo fue creado en 1896 por Gottlieb Daimler, pionero en la invención del automóvil y del colectivo. Se señala que también fue el ideólogo del transporte de mercaderías por ruta.

 

Su primer camión estaba basado en un vagón tirado por caballos y según se explica surgió debido a las necesidades que iba planteando la Revolución Industrial.

 

El primer transporte de ese tipo se construyó basado en un vagón acondicionado de mercaderías tirado por caballos convertido. Pero lo cierto es que los primeros camiones que existieron tienen el mismo punto de partida que los coches: eran a vapor.

 

Y el primero de ese tipo fue diseñado y creado por Nicolas-Joseph Cugnot en 1769. Pero no se expandieron hasta mediados de la primera década del siglo XIX; en tanto el primer semirremolque se vio inicialmente en 1881.

 

Pero más de avanzada fue la idea del ingeniero Carl Benz, cuando en 1886 solicitó en Berlín la patente de su triciclo motorizado. Sería poco más tarde cuando Gottlieb Daimler creó el primer vehículo motorizado de cuatro ruedas del mundo. Los dos habrían de fundar en 1926 Mercedes Benz, nada menos.

 

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