Lunes 25 de marzo 2024

Se trata de ver la vida con otra mirada

Redacción 19/03/2023 - 00.12.hs

Dicen que el arte es "un estado del alma", y que pintar es un acercamiento a las formas y colores. Es ilustradora gráfica, pero también puede colocar pisos, revocar paredes y hasta levantar una casa.

 

MARIO VEGA

 

"A los dos años me entablillaron las manos porque me quemé, y mamá me pegaba entre los dedos una lapicera con cinta adhesiva para que pudiera dibujar. Vivía dibujando y era lo que más me gustaba hacer".

 

Claudia Lilian Espinosa es madre de dos hijos, y tiene el don de la creatividad que con sus pinceles le permite extender colores sobre la tela con singular destreza. Sí... es una artista. Y con mayúsculas.

 

Conozco a Claudia porque compartimos tiempo en La Arena, aunque no con tanta cercanía por la distinta tarea que realizamos. Porque allí se jubiló recientemente: "Trabajé casi por 30 años y me ha permitido lo que a pocos en esta provincia, vivir de la ilustración", cuenta con ese tono de voz que no se elevará nunca para decir sólo lo justo y necesario.

 

Pero si vive aquí a la vuelta.

 

Con ella, con Claudia Lilian, sucede que es de esas personas que uno ve todo el tiempo. Y es precisamente esa habitualidad -su modo de ser, ese perfil bajo que la caracteriza-- lo que hace que a veces no le otorguemos el status de excelente artista que merece. Porque eso es lo que es. Pero además pasa porque ella nunca presumirá de serlo.

 

Cuantas veces descreemos de alguien, de su valor, porque es una persona que conocemos de toda la vida. Puede ser un deportista que trasciende, un cantante, o alguien que alcanzó el éxito en una determinada disciplina o profesión. "No puede ser... si ese vive a la vuelta de casa", hemos escuchado reflexionar sobre el tema.

 

Muchas capacidades.

 

Y bueno, quizás eso me ocurría con Claudia. Y no será al único que le pasa.

 

Pero lo cierto es que es una persona de singularidades... Sí, tal como lo lee.

 

¿Por qué? Las fotos que ilustran esta nota muestran a la mujer: a la hija del matrimonio Espinosa -muy conocido en la ciudad--, a la mamá que es de Natalia y de Lucas que son, al cabo, el centro de su existencia.

 

Lo que siempre me llamó la atención de ella es que, con esos modos que la muestran quizás un poco tímida y recatada, es capaz de desarrollar una serie de capacidades que asombran. Está bien que no soy de los más diestros en muchas actividades, pero lo de Claudia me llama la atención. Y se lo he comentado muchas veces.

 

Claudia, la constructora.

 

Me sorprendió la vez que me contó que con una amiga habían construido una casa... sí, las dos damas, con sus propias manos. Al principio sin planos y casi artesanalmente. ¿Una cosa de locos?, ¿imposible que dos mujeres puedan hacer algo así?

 

Obviamente que este machismo que tratamos de enterrar -y del que indudablemente quedan rémoras-- nos lleva a pensar elementalmente de esa manera. Y no se hagan los distraídos los que accedan a leer esta nota, porque ciertamente que vestigios de esa creencia de una supuesta prevalencia del varón sobre la mujer todavía rondan por allí.

 

¿Frágiles mujeres?

 

Y en este caso habría algunos elementos para que aflore. Porque cómo podía ser que dos frágiles muchachas (!!!) sean capaces de levantar una casa desde los cimientos, colocar sus pisos y aberturas, y techarla... Y todo sin conocimientos adquiridos (en una escuela técnica o con experiencia previa de algún lugar) para llevar adelante una obra semejante. Sin saber de arquitectura ni de construcción. Pues bien, allí está la casa y Natalia viviendo en ella desde hace por lo menos una década.

 

Y como particularmente me considero un inoperante para esa clase de tareas (por decirlo benévolamente hablando de mí) -y quizás para muchas otras--, claro que me causa admiración. Pero para Claudia es normal.

 

A pegar ladrillos.

 

Y cuenta: "Durante el tiempo en que construí mi casa tuve que aprender a resolver muchas cosas porque me resultaba demasiado costoso pagar a un especialista. Por eso colocar pisos, hacer revoques, levantar paredes, colocar un techo y demás tareas a veces he tenido que realizarlas yo. Así fue también que me animé a sugerirle a una amiga que necesitaba construir que empecemos juntas a pegar ladrillos".

 

Como si fuera lo más natural del mundo, como si no resultara nada extraordinario rememora: "Fue así como Natalia Hollman comenzó a dar los primeros pasos en la construcción de su casita. Cuando llegamos a la altura de los encadenados (unos dos metros de alto) ya la dejé sola porque no pude ir más a ayudarla... y ella encadenó, colocó el techo y las aberturas sin ayuda de nadie... Ahora ya ha ampliado y terminado su casa y sólo restan esos eternos detalles de terminación. Pero ella se puedo mudar un par de años después de haber comenzado juntas esa tarea", dice con una amplia sonrisa y satisfecha de haber impulsado a su amiga que ahora disfruta de su casita.

 

La familia y los estudios.

 

Costó bastante convencerla de que era una "buena nota" para esta sección. Pero de manera impensada en un momento dijo que sí y aceptó contar su historia.

 

"Mi papá es Raúl Espinosa, y ha sido una gran inspiración su fuerza de voluntad y su lucha contra las inclemencias económicas que han afectado a este país desde que tengo memoria. Se ocupó de que nunca nos falte nada... siempre estudiamos y tuvimos otras actividades además de la escuela, y sostuvo su empresa por 50 años hasta que no pudo más".

 

Es que Raúl fue dueño de una de las empresas más importantes que hubo en Santa Rosa como fue "Monarca". Una industria que alguna vez fue de las más pujantes de la provincia.

 

La mamá es Lilian Mabel Campanino. "Lo ayudaba a papá en la empresa de joven, pero necesitaba el tiempo para cuidar de nosotros; y ya cuando estuvimos crecidos puso una fábrica de pastas y comidas. Ahora ya ambos están jubilados y bien que se merecen descansar porque han trabajado más que suficiente".

 

La ahijada del "Zorro".

 

Y agrega Claudia: "Mamá es hermana del famoso boxeador Miguel Ángel Campanino. Mi tío tenía una personalidad muy especial, fuera de todo molde y era mi padrino... Yo lo recuerdo siempre riendo y contando anécdotas de sus cacerías e increíbles bromas a sus amigos". Y dan ganas de decirle, "no tenías padrino Gorosito...". Es que "El Zorro" Campanino fue quizás el mayor exponente de nuestro pugilismo y figura nacional del deporte de los puños.

 

Y sigue hablando de su familia: "Somos cuatro hermanos. Soy la mayor, luego viene Sonia, que se dedicó a trabajar en el rubro de la salud y vive en Buenos Aires desde hace 35 años; Analía, que se dedica al turismo y está también en Capital Federal; y Mariano, que es instructor de Pilates y también da clases de boxeo recreativo en el gimnasio de mi primo", puntualiza.

 

Siempre el dibujo.

 

Sus hijos son Natalia y Lucas: "Ambos excelentes dibujantes. Nati es profesora de Artes Visuales y da clases en primaria, y Lucas es tatuador.

 

Fue una alegría inolvidable cuando descubrí que ambos, desde muy pequeños, tenían talento para dibujar", se regocija.

 

Claudia cursó la primaria en la Escuela n°2, secundario en el Comercial, y estudió Inglés (Lenguas Vivas) en Ipicana. "Tengo el Profesorado sin terminar por decidir dedicarme a Artes Visuales", explicó.

 

Tomó clases con Beatriz Sturba de los 12 a los 16 años; y cursó en el Instituto Provincial de Bellas Artes para finalmente perfeccionarse en ilustración infantil en un taller con José Sanabria en Buenos Aires.

 

El taller del padre.

 

Le gusta volver el tiempo atrás y pareciera que se traslada a aquella infancia. "Sí, porque fue una época en la que crecí junto al taller metalúrgico de mi papá. ¡Yo amaba ese lugar!. Quería conocer todos lo secretos de esas máquinas gigantes, o al menos aprender a usar herramientas básicas... Siempre me interesó ese quehacer, mucho más que el doméstico. Y seguro que por eso no heredé el talento de cocinera de mi mamá", se ríe con ganas.

 

Si bien era un mundo de máquinas y herramientas que le atraía, "no había espacios para mujeres... Me gustaba el taller pero era un lugar de hombres; y además papá tenía miedo porque muchas máquinas eran peligrosas. Me permitía ya después de los 20 años trabajar con maderas, y me gustaba hacer mis propios muebles (acabado muy rústico). Ya de adulta cuando comencé a construir mi casa siempre participé mucho en la confección de lo que fuera necesario", rememora.

 

Tiempos de salidas.

 

Aunque parece que ahora no se puede decir que una mujer es bonita (porque se cosifica, aunque esta no es la intención), las fotos muestran que Claudia es agraciada y dueña de una dulzura especial.

 

Naturalmente tuvo una vida de adolescentes con salidas y juntadas con amigos y amigas. "Y sí, por supuesto... Mi primera salida fue a Morice, que estaba frente a la plaza San Martín (donde ahora está La Morocha), con mi amiga Mónica Romero... No nos animábamos a entrar y pasamos de largo; así que nos tomamos un helado en Ceccheto que estaba en la esquina donde ahora está La Recova hasta que tomamos coraje y nos aventuramos dentro... ¡Qué misterio!, ¡Qué iríamos a encontrar allí", se ríe.

 

Después vendrían tiempos de Kaskote y finalmente New Star y el Jockey;, y además "participábamos de esos asaltos que eran reuniones para comer y bailar en la casa de algún amigo".

 

En agencias de publicidad.

 

Enseguida nomás vendría el tiempo del trabajo. "Ya desde los 19 años trabajé en agencias de publicidad como dibujante... Porque en esos años había que ser dibujante para hacer esos trabajos gráficos. No había computadoras que tracen líneas, rellenen con negro o borren con blanco... era tinta rotring y témpera, compases, tiralíneas y paralelas en un tablero de dibujo. Estuve en varias agencias de aquel momento...", evoca.

 

Mientras estudiaba el profesorado de inglés en la Facultad de Ciencias Humanas, acá en Santa Rosa, ya trabajaba en la conocida agencia Lugones Publicidad. "Ahí decidí cambiar para dedicarme a las artes visuales e ingresé al Instituto Provincial de Bellas Artes y siempre trabajé mientras estudiaba. Me recibí en 1991 y casi inmediatamente se me dio la oportunidad de probarme en La Arena para hacer tareas de gráfica e ilustración", precisa,

 

Claudia, agradecida.

 

En el diario La Arena trabajó "casi treinta años" hasta su jubilación. "Siempre lo digo... me permitió hacer lo que pocos han podido en esta provincia, vivir de la ilustración. Hacíamos con Sonia Santesteban (hoy presidenta del Directorio de La Arena) suplementos para chicos y adolescentes. En aquel tiempo en que no había Internet los suplementos eran un ida y vuelta con ellos, y tenían juegos y participación para estimularlos a escribir, a dibujar, a crear... Era un trabajo hermoso, había mucha participación y hasta hicimos libros de cuentos para niños que se editaron también en el diario", completa.

 

Aprendiendo Mandarín.

 

Dicen los que dicen saber que el Mandarín, el idioma oficial chino, es tal vez uno de los más difíciles de aprender para los que vivimos de este lado del mundo.

 

Pero Claudia es Claudia, y no se queda nunca con las ganas de nada. "Hace unos diez años quise aprender Mandarín...después de un tiempo intenté hablar con gente del otro lado del planeta, ver si podía comunicarme con chinos, taiwaneses, o diferentes países donde se habla ese idioma. No sé bien por qué pero me interesaba mucho saber cómo viven, qué piensan, cómo sienten personas tan distantes, tan diferentes...".

 

Y sigue: "Conocí chicas en China que estudiaban Español y vivían en una habitación donde apenas entraba una cama y una heladera, otras que trabajaban, otro chico que sólo quería salir de China...".

 

Conociendo a Hock.

 

Un día, el destino, las jugarretas que la vida a veces nos plantea, la cruzó con un hombre con el que comenzó a mantener "conversaciones" a la distancia, pero cada vez más frecuentes.

 

"Así conocí a Hock, que no es chino sino de un país de habla china. Nos escribíamos en inglés porque tener una conversación de ese tipo en chino me era imposible. Nos hicimos cercanos y vino a visitarme", narra.

 

El visitante se sintió impactado, obviamente con Claudia en persona y también con La Pampa. "La cuestión es que conoció y le gustó mucho, y fue surgiendo una relación afectiva entre nosotros", al punto que Hock se jugó todos los boletos: "Decidió dejar el lugar donde estaba viviendo y trabajando como ingeniero en software, en Suiza, para venirse a vivir a Santa Rosa. Eso fue hace ocho años".

 

"Acá la gente vive contenta".

 

Desde entonces Hock es casi un pampeano más, querido por quienes lo tratan, y asiduo concurrente a las reuniones del Sipren (Sindicato de Periodistas) donde participa y disfruta como casi nadie de esos suculentos asados.

 

Claudia señala que pudo viajar "muy poco, porque siempre estuvo primero terminar mi casa. Cuando Hock vino por primera vez a Argentina decidimos que yo iría a visitarlo en Suiza, y ese fue el gran viaje que he hecho en mi vida... cuatro meses después él se vino a vivir a Santa Rosa. Le advertí que el cambio que haría era dramático pero opinó que acá al gente estaba mucho más contenta y que se come muy bien. Y bueno, aquí estamos", dice con naturalidad.

 

La artista.

 

La veta artística de Claudia -ahora reconocida-, tuvo al principio un contratiempo que, contado en la actualidad, resulta hasta gracioso: "Resulta que en la escuela primaria no tuvimos dibujo, excepto en séptimo grado. A nosotros nos tocó que fue justo el Año Internacional del Niño (1979) y participé en un concurso a través de la escuela...". Su dibujo era todo una belleza, pero sucedió algo: "Lamentablemente algunas maestras que seleccionaban consideraron que no lo había hecho yo sola y me descalificaron", sonríe indulgente al recordar a aquellas docentes que desconfiaron porque estaba demasiado lindo y pensaron que no era su trabajo. Si conocieron después la trayectoria de la artista con seguridad se habrán arrepentido, y mucho.

 

Premios en salones.

 

Más adelante participó en diversos salones "y tuve el honor de recibir algunos premios. El último fue el año pasado en el Primer Salón de Artes Visuales del CMC en la categoría Dibujo", dice con simpleza y humildad.

 

"Me gusta mucho ilustrar cuentos para niños, o relatos; volcar en imágenes esa interpretación que surge desde mi lugar de lectora e intérprete de otro lenguaje que no repita la historia sino que la siga construyendo", resume.

 

Ahora mismo está participando de un taller de Proyectos Editoriales dictado en Buenos Aires por José Sanabria, "para preparar proyectos de libros que puedan interesar a alguna editorial o para participar en algún concurso.

 

En 2007 comencé a tomar clases de ilustración infantil con él y aprendí muchísimo en esos cuatro años en que viajé cada sábado para cursar en Capital Federal".

 

Con cierto orgullo, pero siempre sin soberbia, porque no es lo suyo, exhibe sobre la mesa algunos de los tantos libros para niños que ha ilustrado en nuestra provincia; "y también el Cancionero de los Ríos es uno de los más extensos que me tocó ilustrar. Muy rico en poemas escritos por alumnos de todas las edades y de toda la provincia".

 

Un día de su vida.

 

Claudia describe un día de su vida y dice: "Me levanto muy temprano, doy clases de inglés en casa a adultos que quieran expresarse y entender el idioma; entreno karate (está en condiciones de ser cinturón negro); hago mis tareas del taller, ilustro... siempre tengo algún libro que poco a poco estoy tratando de terminar, pinto, dibujo. Es una linda rutina que me hace feliz", resume.

 

Y tiene sueños, que justamente tienen que ver con su arte. "Sí, me gustaría tener el tiempo suficiente para pintar, tener obra. Es algo que aún no logré y lo considero una deuda conmigo misma. Tengo la idea de editar un libro hermoso con tapa dura; estar en contacto con la naturaleza, con nuestro paisaje que es de los más bellos que existen... porque eso sí, soy una eterna enamorada de La Pampa", concluye.

 

Fue el pintor francés Marc Chagall quien expresó que el arte era "un estado del alma". Y Claudia comparte ese concepto, porque cuando colorea una tela o ilustra la tapa de un libro concibe que, al cabo, es el modo como cada uno se percibe a sí mismo y la realidad que lo rodea.

 

Siempre está el "sello Claudia".

 

"De Claudia se puede decir que tiene una singularidad infrecuente en el común de las personas. Siempre ha sido muy segura en su accionar y en sus determinaciones, y por eso resultó muy difícil influenciarla sobre algún tipo de toma de decisiones con lo que ella siente, piensa y lleva adelante".

 

Es una opinión de alguien que conoce, y mucho a Claudia Lilian. Y no le erra, porque tuvo que tomar determinaciones en su vida contra viento y marea, y no se arredró. Continuó pese a que le plantean adversidades y -obstinadamente- trata de ser feliz a su manera. Y por cierto que, conociendo algunas situaciones, dan ganas de decirle ¡Muy bien Claudia, adelante en lo que hayas decidido! Se vive una sola vez (al menos eso creemos, algunos) y cada uno lo hace primero como puede, y después como quiere.

 

Y hay otras opiniones que la pintan. "Claudia es una persona que sorprende y siempre gratamente. Desde 1992 y hasta que se jubiló (recientemente) trabajó en LA ARENA en distintos proyectos editoriales. Si bien su tarea es el diseño, se preocupa por leer y reflexionar sobre el texto para que el armado de la página acompañe y facilite la lectura. Sus estándares de calidad son siempre altos y nunca desilusiona cuando se le pide un trabajo. Al contrario, el 'sello Claudia' está siempre presente en los diseños de las tapas de los suplementos, en la combinación de colores que elige, en la elección de las fotos, en la distribución del material en la página. Además se adapta muy bien al trabajo en equipo porque tiene esa rara cualidad de compartir sus conocimientos (es una artista plástica reconocida), aconsejando sin soberbia y valorando la tarea de sus compañeros. Y por otro lado no se ofende cuando se le hace una indicación o tiene que rehacer un trabajo". Sonia Santesteban, que ha trabajado mucho con la artista, la valora grandemente, y lo expresa.

 

Y cierra: "La sensibilidad y la solidaridad son tal vez sus cualidades más destacadas,y las ha desarrollado no sólo como ser humano sino además como artista, lo que la llevó a destacarse y trascender a través de sus obras. Es de las que no sólo sabe escuchar sino que siempre está atenta a las necesidades de los demás para tender una mano, o hacerse un tiempo para brindar su calidez y su compañía. Pero también es una persona interesante, lectora y con una formación intelectual sólida que no siempre manifiesta sino al contrario permanece oculta detrás de su bajo perfil y su timidez". Son frases que definen a la artista que es Claudia Espinosa.

 

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