Sabado 07 de junio 2025

Primera mujer trans en ingresar por el cupo de la ley 3320 en la Legislatura Provincial

Redacción 09/07/2023 - 00.30.hs

Le tocó dormir a la intemperie en alguna calle de Buenos Aires. Supo del submundo de la marginalidad y la prostitución, y más de una vez su vida corrió riesgos. Hoy tiene ante sí una gran oportunidad.

 

MARIO VEGA

 

“Esto me cambió todo radicalmente… ha sido algo increíble y ahora puedo decir que la lucha y la espera costó, pero llegó y hoy mi vida es distinta. Cambió totalmente, después de tanto golpes, idas y vueltas”. Valeria Lorena Abraham se convirtió desde hace un par de meses en empleada de la Legislatura provincial, en función que se activó el protocolo que –de acuerdo a la ley 3320/21-- permitió su ingreso. Y obviamente está feliz.

 

Ahora se atreve a mirar hacia atrás y reconocer que sufrió “muchas cosas feas” desde que se fue de su casa con sólo 13 años: “Dormí en plazas de Buenos Aires, me prostituí, fui golpeada, y hasta alguna vez me dispararon un cohetazo…”, rememora.

 

“Yo nací así, no me hice… Siempre estuve asumida, recuerdo que desde los cinco años me pinto las uñas. Sé que hay muchas chicas trans como yo, pero que se hacen de grandes. Pero en mi caso soy Valeria, una chica trans. No soy mujer; mujer es mi mamá”, afirma con claridad.

 

Temida discriminación.

 

Mirando hacia atrás me pregunto si alguna vez yo mismo me pude haber sentido discriminado por alguna razón. Y me contesto que es probable que sí, que pudo haber pasado, pero en todo caso resultó algo pasajero y quizás –viéndolo a la distancia- no demasiado importante. Pero también creo que una gran parte de la sociedad habrá pasado en algún momento por circunstancias semejantes.

 

Desde el fondo de los tiempos hemos visto segregar por razones de raza, de religión, por xenofobia, y también por cuestiones sexuales o de género. Y eso tiene que ver con toda una formación ultramontana que viene de la mano del prejuicio y la ignorancia, y que conlleva a quienes la soportan a recibir un trato humillante, desigual y vejatorio.

 

Y ciertamente que la de la sexualidad es todo un tema, aunque no hace mucho viene siendo abordado más o menos con la naturalidad con que se debiera tratar siempre.

 

Pura ignorancia.

 

Sólo con repasar nuestras propias experiencias caeremos en la cuenta que cuando éramos más jóvenes –sobre todo en épocas de la adolescencia o la juventud, en el colegio secundario, en el deporte o en la actividad que fuere- seguro asistimos a actos de discriminación en los que no estarían ausentes los que tenían que ver con la condición sexual.

 

Cualquiera que lea estas líneas y tenga una determinada cantidad de años habrá escuchado –cuando no disparado de propia boca- esa palabra hiriente para el destinatario que lo señalaba como “mariquita”. Sí, visto con la mirada de hoy pura ignorancia.

 

Y además hubo un tiempo en que algunas personas que en esos grupos juveniles se pensaban más “capangas”, tenían como víctimas de sus mofas y burlas a quienes apreciaban más débiles. Y así se los ridiculizaba con groserías que tanto podían apuntar a la sexualidad, al color de la piel, e incluso a la condición social (por ser pobre).

 

Combatir la discriminación.

 

En estos tiempos que transcurren, épocas de cambios, de aceptación de nuevas realidades, de más acceso a información, nos damos cuenta que muchas veces hemos actuado equivocados. A veces tomando a modo de bromas situaciones que terminaban agraviando -y no pocas veces aislando- a las personas que resultaban víctimas de esa estigmatización.

 

Seguramente todavía se deben reproducir ese tipo de actitudes deleznables, pero por suerte algo ha ido cambiando. Muchos de aquellos prejuicios han ido cayendo, pero todavía queda un largo trecho por recorrer.

 

No obstante hubo instituciones y personas que se han organizado para combatir toda forma de discriminación, xenofobia y racismo, y también los gobiernos entendieron que se deben impulsar políticas públicas para apuntar a una sociedad diversa e igualitaria.

 

Cuestión de oportunidades.

 

Personalmente pienso que la vida también es una cuestión de oportunidades; y considero que en muchos aspectos es el Estado el que tiene que brindar el escenario adecuado para que las personas se desarrollen. Porque ciertamente nadie quiere vivir en una sociedad que discrimina a las personas y las van acorralando para llevarlas “hasta el hondo bajo fondo donde el barro se subleva” (como reza el tango).

 

En este tiempo Valeria –merced a los cambios que se van produciendo- se mueve en su tarea en la Cámara de Diputados (sector Mayordomía) con la misma naturalidad que si hiciera años se desempeñara allí.

 

“Cuando llegué me recibió Adelaida (Biaggio)… pero en general todos mis compañeros me recibieron con buena onda… Sí, claro que estoy feliz y que esto me cambió todo”, dice mientras acepta conversar conmigo y contar su historia. Aún con sus ribetes más escabrosos de los que estuvo acompañada desde prácticamente su niñez.

 

La familia.

 

Así señala que su papá es Carlos Alberto Abraham, “que hoy vive en Buenos Aires donde tiene negocio; y mi mamá es Marta Susana Guzmán que aquí en Santa Rosa trabaja en una cooperativa. Somos tres hermanos, Horacio que tiene una pequeña empresa, María Soledad y yo que soy la del medio. Soy nacida en Buenos Aires pero nos vinimos a Santa Rosa cuando tenía 8 meses, así que soy bien pampeana, santarroseña…”, afirma aunque reconoce que sus primeros años transcurrieron en Toay.

 

Sonríe para explicar que en la primaria fue “a muchas escuelas… la de Chapalcó, la escuela hogar de Jagüel del Monte, a la de aquí de Santa Rosa… A todas”, resume. “¿Por qué? Pasa que cuando chica era mala, peleadora, y por eso me cambiaban: peleaba con todo el mundo, y sobre todo con las nenas”. Era como un impulso rebelde que la llevaba al conflicto.

 

“A papá le costó; pero aceptó”.

 

Indica que a su padre le costó: “Porque nací así, pero igual cuando me llevaba a la escuela iba vestida de nena”… De todos modos se muestra comprensible con él: “Vieron que los turcos son más cerrados con algunas cosas, y mucho no les gusta el tema de la sexualidad. Pero bueno, cuando pasó el tiempo cambió, se dio cuenta… La verdad es que con mi mamá, mis hermanos y la familia siempre bien; pero papá al principio no lo aceptaba hasta que se dio cuenta cuando estuvo internado”. Y da más detalles Valeria: “Estuvo en terapia en coma inducido y cuando salió fue distinto, estaba cambiado. Soñó que si se moría no podía abrazarme y decirme que me quería. Se dio cuenta ahí, porque yo siempre me sentí mujer trans, travesti... es lo mismo”, sostiene. “Así he sido: las 24 horas los 365 días del año vestida de mujer”, agrega.

 

Trabajar en la calle.

 

Y en una sociedad llena de prejuicios, intolerante, incapaz de aceptar a otras personas por fuera de cánones supuestamente (???) normales, la vida de Valeria y de tantos y tantas como ella tiene que haber sido en algún momento un infierno.

 

“Fue difícil, claro… si a los 13 me fui de mi casa, a la calle; y anduve por todas partes en la Argentina: en distintas provincias… por ejemplo al sur lo conozco todo”.

 

Sigue contando con calma, y diría que con gran entereza: “Me tocó trabajar en la calle… en la prostitución, de alternadora, en boliches y cabarets en la zona Sur de Buenos Aires… Y anduve mucho, por todas partes: incluso en Uruguay y Paraguay. Reconozco que la calle me hizo, pero todo era muy arriesgado e incluso vi en peligro mi vida”.

 

Tiempos de crisis.

 

¿Qué cosas suceden en ese ambiente en las calles? “De todo… pasé un montón de crisis… Eso de subirme a un auto y que no me hayan querido pagar y tener que sacarles la plata de los bolsillos muchas veces; o en alguna ocasión porque me querían abusar… Porque estaban los que no te querían pagar y te dejaban tirada en cualquier parte”, completa un relato estremecedor.

 

Y por eso podía pasar que un incidente terminara en una pelea: “Una vez casi me matan de un tiro… Trabajaba en la zona de los bosques en Palermo y me quisieron correr de ahí porque otras chicas travestis decían que ahí estaban ellas”, precisa.

 

La Policía.

 

Es conocido que la Policía en algunos lugares juega un papel que, lamentablemente, poco tiene que ver con la seguridad. A veces algunos son parte de un “negocio” de zonas liberadas, de presunta protección en otros casos. “Y sí, también he tenido conflictos con la policía y me han llevado presa. Lo sufrí mucho a eso, abusos, acoso físico y hasta algún golpe te pegan”, completa.

 

Hasta más o menos los 30 años estuvo trabajando en la zona de Constitución; y con contactos circunstanciales con su familia en Santa Rosa.

 

El regreso.

 

“En mi familia estaban siempre preocupados por mí, e incluso me han ido a buscar a Buenos Aires”, admite. Hasta que un día decidió regresar, hace unos 7 u 8 años. Dejó Buenos Aires pero antes de llegar a La Pampa fue un tiempo “a probar suerte en Bahía Blanca, pero trabajando con otra modalidad…”.

 

¿Cómo es eso? “Bueno, hacía lo mismo, pero alquilaba un departamento y me contactaban por una página”. Eso hasta que finalmente decidió pegar la vuelta a Santa Rosa: “No, no me fui a vivir con mi familia sino que alquilé, porque siempre junté mi plata, y aquí la verdad es que me conocen todos. La verdad es que anduve por todos los suburbios, imaginate...”, agrega.

 

En Bahía Blanca también trabajó en un geriátrico, y ya instalada aquí hizo lo mismo. “Pero la verdad es que no alcanzaba, porque hace un año y medio cuando volví ganaba 18 mil pesos y pagaba 25 mil de alquiler”. Fue a vivir en Antártida Argentina y Gobernador Duval –frente al Club Argentino--, donde comparte con su pareja, Maximiliano, a quien había conocido en Buenos Aires.

 

A la calle no.

 

Y de pronto algo iba a empezar a cambiar: “La verdad es que a la calle no quería volver. Me cansé… me junté un poco más con las chicas de ‘Juntas y Diversas’ (asociación del colectivo trans de Santa Rosa), y me ayudaron muchísimo…. y quiero mencionar en ese sentido a Ángeles Zuñiga, que fue la primera que me dio una mano, y también a Marcela Sosa”, las señala.

 

Tiene 37 años recién cumplidos, y gracias al colectivo “Juntas y Diversas” le llegó una oportunidad única: la ley 3320/21 garantiza la inserción y estabilidad laboral de personas travestis, transexuales y transgénero alentando su contratación y empleo para asegurar el derecho al trabajo, y desde el colectivo entendieron que era una buena oportunidad para Valeria.

 

A trabajar a la Cámara.

 

Hubo una decisión del presidente de la Legislatura, Mariano Fernández, que le iba a abrir impensadamente una puerta. “Y fue así… un día me llamaron de Personal y me dijeron que podía empezar a trabajar aquí… ¡No lo podía creer! Porque por supuesto que el sueldo es importante, pero además era la posibilidad de cambiar mi vida para siempre”, dice con disimulado entusiasmo.

 

Y ahora, feliz, rodeada por sus compañeros de trabajo se permite soñar con un futuro mejor. “No volvería nunca más al mismo lugar, al mismo rubro. Ya está… ¿Si pienso en hijos? No sé, más adelante podría ser, pero primero quisiera que me tocara la casita del IPAV, donde estoy anotada hace tres años… Pero sí, no lo descarto”, sostiene.

 

Algo está cambiando.

 

Decíamos al principio que hay cosas que se están modificando, y que algunas acciones reconfortan. La posibilidad que tiene ahora Valeria –al cabo como producto del cumplimiento de una ley- es un indicio. Aunque es verdad que todavía falta y bastante.

 

Pero pareciera que se va entendiendo que cualquier tipo de diversidad étnica, cultural, o sexual debe ser saldada con valores como la solidaridad y el respeto por las diferencias. Podría decirse que –aunque todavía quedan- cada vez se irán encontrando menos sectores y voces conservadoras que no admiten que la discriminación es un flagelo, y que nadie tiene derecho a juzgar a nadie por la orientación sexual, por su edad, raza o religión... O por lo que fuere.

 

Afortunadamente los tiempos han cambiado bastante, si bien falta mucho para terminar con la segregación y que gane definitivamente la tolerancia, la inclusión y la interculturalidad. Pero casos como el de Valeria son un paso adelante. Y qué bien que así sea…

 

“Es un reconocimiento”.

 

“Que Valeria haya sido incorporada en el marco del cumplimiento de la ley de inclusión laboral travesti significa un logro en materia de derechos humanos; y también de la lucha colectiva de las travestis por el reconocimiento de nuestros derechos laborales”, sostuvo Ángeles Zúñiga.

 

Es la presidenta de la asociación Juntas y Diversas que funciona desde el 2019. “Con la llegada de la pandemia nos vimos más desprotegidas, y es así como las compañeras empezaron a participar más activamente”, sostuvo.

 

Después puntualizó que a partir de la ley 3320/21 “se dieron varias incorporaciones, en distintos ámbitos, como por ejemplo en la Universidad, en Vialidad Nacional, en el Parque Lihuel Calel, en el Ministerio de Trabajo; en lo provincial en la Secretaría de la Mujer, Géneros y Diversidad; y también en Salud Pública y la Municipalidad de Santa Rosa”, puntualizó.

 

Ángeles interpretó que su incorporación ha sido “para Valeria un salto cualitativo en su calidad de vida. En cuanto a la aplicación de la ley de inclusión laboral travesti-trans debemos decir que hemos encontrado mucha resistencia a la hora de darle efectividad; y creemos que es por falta de conocimiento por parte de las autoridades acerca de una realidad que les es ajena”.

 

Finalmente opinó que no “es sólo algo que les cambia sus vidas a las personas que accedemos a un cupo laboral, sino que además cambia la sociedad en su conjunto, porque somos fuerza productiva de trabajo”, aseguró.

 

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