WikiLeaks está ganando por goleada su partido con la administración Obama
El resultado parcial de este partido es 3 a 0, luego que WikiLeaks difundiera miles de documentos reservados del Departamento de Estado. Argentina tiene que marcar más de cerca a la embajada de EE.UU.
EMILIO MARIN
En este momento a nivel mundial las palabras de moda son WikiLeaks y su fundador, el australiano Julian Assange. Y no es para menos, porque obtuvo miles de documentos con variada clasificación de privacidad, del Departamento de Estado. Y aunque tuvo interferencias para subir todo ese material a su Web, su difusión ya estaba asegurada. Es que había sido entregado a The New York Times, el País de Madrid, The Guardian del Reino Unido, Le Monde de Francia y la revista Der Spiegel de Alemania.
El sitio fue creado en 2007 pero recién este año ganó una consideración internacional. En abril tuvo un récord de 1.8 millón de visitas en una semana para ver un video donde un helicóptero Apache de los invasores en Bagdad acribillaba a dos periodistas de Reuters y otras nueve personas.
Luego se produjeron los tres goles con que arranca esta nota: el primero en julio pasado con 77.000 documentos filtrados sobre la guerra en Afganistán y en octubre el segundo, con 400.000 sobre Irak. En ese extenso material, originado en el Departamento de Defensa, se leía sobre crímenes, torturas y demás "daños colaterales" de esos escenarios donde las tropas del general David Petraeus seguirán haciendo de las suyas hasta 2014.
El 28 de noviembre se gritó el tercer gol de WL, con los 250.000 documentos "goteados" desde el Departamento conducido por Hillary Clinton.
Esta vez no se trata de violaciones a los derechos humanos en operaciones como "Libertad Duradera". Ahora son copias de las comunicaciones entre aquel Departamento y centenares de embajadas y consulados estadounidenses alrededor del mundo, de carácter reservado.
Si bien por el tenor de lo que se ha comenzado a publicar, hay presidentes de varios países que salen mal parados, por las feas cosas que se dicen de ellos, eso no quita que el principal damnificado por el corrimiento del velo informativo es la señora Clinton y por elevación Barack Obama.
Que en cables firmados por la diplomacia yanqui se diga que el ruso Medvedev es un flojo, el afgano Hamid Karzai es un paranoico, Angela Merkel es de teflón porque todo le resbala y Nicolas Sarkozy es un obstáculo para la política exterior de Washington, etc, eso no agrava mucho la visión que se puede tener de ésta.
Que la canciller estadounidense ordene a sus embajadas realizar espionaje en los países donde están acreditados, incluso espiar al secretario general de la ONU, Ban Ki moon, eso sí colmó la medida. De los líderes del extranjero se pedían datos personalísimos, sus números de tarjeta de crédito, los medicamentos que toman y enfermedades que padecen. Parte de esta labor policíaca se realizó en Argentina.
Mejor Chávez.
¿Cómo interpretar la filtración sensible? ¿Hay que creerle a Assange o bien pensar que el misterioso periodista trabaja para algunos gobiernos extranjeros, incluso el de EE.UU.?
Esta última interpretación -equivocada, según este cronista- corrió por cuenta del mandatario iraní, Mahmud Ahmadinejad, quien acusó a WikiLeaks de ser funcional a Obama e Israel.
Tamaña interpretación se basa en que el material divulgado muestra un Irán sumamente aislado en la región, pues hasta los líderes de Arabia Saudita y Bahrein supuestamente aparecían propiciando que Washington atacara militarmente cuanto antes a Teherán. El apuro se originaba en que esos jeques estaban alarmados de que los iraníes pudieran fabricar material atómico.
Otra crítica al creador de WL es que entregó su material sólo a cinco publicaciones del establishment mundial y pactó con éstas que pudieran publicar partes del mismo y omitir otras. Los cinco diarios se excusaron diciendo que con ese filtrado previo evitarían dejar en "offside" a colaboradores de la diplomacia norteamericana en diversos confines del mundo.
Aún con esas salvedades, la primera impresión es que Ahmadinejad está equivocado políticamente. Al persa, el árbol le tapa el bosque. Lo que tiene que ver con su país le oscurece una visión más de estadista a nivel global.
Los hechos prueban que la reacción del Departamento de Estado fue flamígera, súper beligerante e indignada contra la filtración. Tuvo que salir Clinton en conferencia de prensa calificando prácticamente de criminal a Assange, cuya labor sería un ataque contra la comunidad internacional. La crispada funcionaria acusó que la publicación significaría una violación de los derechos humanos.
Es exactamente al revés: los que violaron los derechos fundamentales de la persona humana, con ese espionaje ilegal alrededor del mundo, fueron las embajadas norteamericanas, amén de la CIA y otras 15 agencias de espionaje y seguridad (ahora crearán otras nuevas con la excusa de obturar las filtraciones).
Mejor estuvo Hugo Chávez, quien ante Venezolana de Televisión afirmó que la superpotencia quedaba al desnudo en su intromisión en los asuntos mundiales y que Hillary Clinton debía renunciar. En lo inmediato tal cesantía no ocurrirá pero en 2012, si ocurriera el milagro de que Obama gane otro turno en la Casa Blanca, lo más seguro que aquella envejecida mujer ya no esté en el gobierno. WL lo hizo.
¿Y por casa, cómo andamos?
La ofendidísima reacción de Clinton frente a la publicación de lo procedente del riñón de la diplomacia que conduce trae del recuerdo el supuesto diálogo entre Pablo Picasso y un oficial nazi, que le reprochaba ser el autor del cuadro Guernica. "Usted hizo esto" habría dicho el alemán. "No, ustedes lo hicieron", replicó el artista nacido en Málaga. Assange podría imitarlo, derivando al imperio y su torpe espionaje el escándalo suscitado internacionalmente.
Este asunto también implica a Argentina porque unos 2.000 cables se refieren a comunicaciones entre diplomáticos de EE.UU. acreditados en la embajada del barrio de Palermo y sus autoridades superiores.
El dato crudo es que muchos cables fueron para allá firmados por el ex embajador Earl Wayne y luego por la actual diplomática, Vilma Socorro Martínez. Esta información ya debería servir de enseñanza para el gobierno argentino, que como criticó esta columna oportunamente, le abría a Wayne todos los despachos de todos los ministros todas las veces que aquél lo solicitaba.
Menos diálogo con el representante diplomático-espía del imperio, y más control sobre lo que hace esa legación supuestamente diplomática, podría ser una síntesis de la conclusión que ha quedado en el ambiente.
La información desclasificada también acreditó que la embajadora Martínez interviene activamente en ese tráfico de información pedida por el Departamento de Estado. Tan latina, tan simpática, tan de origen humilde -así la vendieron en Buenos Aires cuando reemplazó a Wayne- pero tan espía como su antecesor y los antecesores de sus antecesores. No vaya a creerse que Terence Todman y James Cheek se privaron de esa práctica ilegal.
WikiLeaks ha demostrado de Clinton requería información sobre el medicamento que consumía Cristina Fernández y su estado de salud mental (Martín Granosvky, en el oficialista Página/12, quiso bajar los decibeles y escribió que sólo se inquiría por el estado de salud de la mandataria, como si eso fuera diferente o menos grave).
Lo más importante no serían las alusiones a la supuesta "paranoia del poder" de los cónyugues Kirchner o su "impericia" en los asuntos de política internacional. La categoría de grave debería reservarse para los comentarios agraviantes contra Néstor Kirchner y la misma presidenta que Sergio Massa y Alberto Fernández habrían hecho ante diplomáticos y empresarios "made in USA", según el material divulgado.
Aníbal Fernández no sale mejor parado, según como se mire, porque los cables lo ubican como el ministro más propenso a atender los reclamos y puntos de vista estadounidenses. El mejor amigo de la embajada. Eso no condice con la leyenda que busca forjarse últimamente el jefe de Gabinete, como el más "nacional y popular" de los ministros.
Chávez salió a denunciar y a pedir la renuncia de Hillary Clinton. No esperen que Cristina Fernández lo imite en esto, al menos no por ahora. Parece descabellado ese trámite tan sencillo, de convocar a la embajadora Martínez al Palacio San Martín y hacerle saber del desagrado argentino por esta historia. Y para advertirle que si quiere continuar con su trabajo, y no ser declarada persona no grata, debería dejar de ser la agente 001.
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