Domingo 27 de julio 2025

Un país normal pero también entretenido

Redacción 19/04/2012 - 06.19.hs

Señor Director:
Los humoristas y algunos de los que emprenden enfoques sociológicos, han dado de la Argentina y los argentinos las más diversas caracterizaciones. Los hay que nos ven trágicos, los que nos definen como llorones y, entre muchos otros juicios, como corruptos en acto o corruptibles en oferta.
Los tangueros recordarán que hubo un largo período durante el cual nos esmeramos por desmerecer las letras de esta música, al tiempo que preferíamos canturrear en inglés, aun sin saber qué decían esas letras. Luego sobrevino una reacción, en parte de origen externo, que permitió ver al tango con orgullo nativo. No pocos escritores suelen mechar sus frases con versos de letras que, ahora se descubre, daban cuenta de un estadio cultural y que no se agotaban en esa expresión, pues en muchos casos dicen también lo universal y permanente referido a la situación humana.
Todo lo que hemos dicho de nosotros mismos y de nuestras expresiones en letras, artes y sentencias de origen popular son instantáneas que reflejan las sensaciones del tránsito: a veces, nos sentimos disminuidos, apocados; a veces nos agrandamos; a veces, también, transitamos por aguas calmas que permiten una natación sin sobresaltos. En suma, según mi apreciación, los de los nuestros que han buscado o buscan pensarnos como diferentes no dan en el blanco, porque los hombres de todo el mundo y todos los tiempos conocidos son singularmente iguales, con algunas notas de color, con lenguas variadas y tonalidades propias, resultantes de la situación que afronta cada grupo y ciertos desarrollos culturales que pueden generar ventajas o desventajas para su vivir. Somos, en lo sustancial, una población corriente y un país que no se sale de los parámetros dominantes en la especie.
Es posible que esta visión, que se nutre de un conocimiento siempre actualizado de lo que pasa en el mundo, sea rechazada por entender que ser iguales resulta aburrido. Pensarlo de este modo es otro error, porque al menos yo encuentro que estamos en un país entretenido. No nos han faltado penas ni nos hemos visto privados de goces colectivos. Entretiene lo que rompe la rutina y, en casos, obliga a cambiar o, por lo menos, a dar elasticidad a los moldes dentro de los cuales nos instalamos. La necesidad de entrar en algún molde, pues somos una colectividad, suele traernos hastío, pero entonces podemos echar mano del humor, de la risa. Quien ríe se transporta a otro estado y desde allí entiende, al menos en tanto se ríe, que lo que abruma y da esplín es lo repetido, lo rutinario; que lo que frustra es la inercia y la tendencia a transferir estados propios a lo colectivo.
Suerte de recreo es la risa. El recreo escolar no es mejor que el aula, pero es diferente. En el aula ingresamos en el mundo cultural, con lo que tiene de positivo y de frustrante. En el recreo nos reinstalamos en la condición original y entonces retozamos, gritamos, saltamos, peleamos, entendemos el valor de lo tribal, de la camaradería y la dependencia recíproca con el otro. Si tuviésemos un recreo sin fin, a poco andar empezaríamos a poner ladrillo sobre ladrillo de otra construcción cultural, otro molde. Por eso los recreos son cortos.
Tal es el tipo de disposición mental con que conviene analizar algunos momentos de nuestra realidad. Puedo referir que antes me disgustaba y que ahora apenas discuto cuando oigo que alguien dice que somos un país de corruptos o que todos los políticos son corruptos o que todo un gobierno es corrupto. Una gota de racionalidad basta para entender que un gobierno que estuviese corrompido en todos y cada uno de sus miembros es inconcebible. He conocido desde adentro algunos gobiernos y salí pensando que hay corruptos, que hay quienes bastardean la función, pero que también hay una mayoría que cumple. Esa mayoría es la que genera la plataforma desde la cual es posible que surjan momentos de superación.
Atentamente:
JOTAVE

 


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