YPF es un constante desafío de argentinos
Señor Director:
La decisión gubernamental de recuperar el dominio de YPF es el tema que arde en los comentarios.
Escucho y leo, pues debo dar opinión. Participo emocionalmente del hecho, porque pertenezco a las generaciones que han vivido sintiendo que YPF es uno de los símbolos nacionales. No digo que tenga una representación equivalente a la bandera. Ésta es intemporal o parte integrante de la temporalidad argentina. YPF es la expresión de un momento de fe de la comunidad nacional en cuanto a su capacidad para asumirse como plenamente responsable de sí misma y por eso obligada a afrontar los desafíos que le plantea una historia que no cesa de transcurrir y de cambiar algunos de los ejes sobre los cuales rueda. La bandera expresa un compromiso que supone hacer propio lo decidido en Mayo y en Julio. YPF se nos apareció ya entrado el siglo XX, después del Centenario, como la expresión de la voluntad de esta comunidad de hacer lo apropiado para sostener el simbolismo de la bandera.
No soy fanático del nacionalismo, pero tengo y cultivo el sentimiento nacional. Desde la infancia aprendí el nombre de Enrique Mosconi y luego fui conociendo la historia que se inició en 1907, en Comodoro Rivadavia. Un geólogo del gobierno nacional que estuvo en Santa Rosa a mediados del siglo pasado me hizo conocer algunas intimidades de la historia, pero lo que aprecié a través de él fue el acompañamiento ideal, afectivo, que se hacía a esta empresa. Este geólogo estuvo trabajando en el acuífero de Anguil y en una oportunidad me dijo que no se sorprendería si allí brotase petróleo. También leí a otro militar, Sarobe, con una visión de la Patagonia que, desde entonces, por ese antecedente con aura de leyenda y porque allí había muchos maestros que había conocido en Santa Rosa, fue mi alternativa para La Pampa y donde llegué a vivir algo más de dos años. A lo largo del tiempo, en repetidos viajes al sur, el paisaje de los pozos petrolíferos y el desarrollo de algunas poblaciones nacidas de esa industria, era lo que atraía mi mirada. En mi frecuentación de la historia de la petrolera nacional, mejoré mi idea de Alvear y aprendí a reconocer los valores de Yrigoyen. Creo que, con los años, de estos recuerdos y experiencias aprendí mucho más y eso me situó más profundamente en la condición de argentino. Dado que esta experiencia mía ha sido la de varias generaciones, me explico que la recuperación de YPF tenga la resonancia que se aprecia en estos días, a pesar de que los grupos más jóvenes no han vivido esa historia, sino su negación desde comienzos hasta el final de los '90. Por cierto que en su momento yo había observado que los hechos de YPF no eran todos transparentes, pero los entendí como puntos a afrontar y superar y no como argumentos para la desposesión de una llave de la soberanía efectiva de esta comunidad sobre riquezas naturales que no pueden significar solamente el aprovechamiento y enriquecimiento de unos pocos, sean nacionales o extranjeros.
Está costando mucho remontar los hechos de la última década del pasado siglo, los ´90. Me ilusiono con que el saldo de los años atroces y de la difícil reconstrucción del camino nacional podrá ayudar a no repetir errores ni excesos. El proyecto que propone el gobierno nacional está notoriamente acotado por situaciones de hecho, tanto internas como internacionales. Yo quiero entenderlo como la expresión de la búsqueda de una manera de conservarnos como comunidad nacional sin renegar de una globalización que es un hecho que hay que asumir y que debería terminar siendo un camino para reducir la profundidad de las desigualdades. La causa de la comunidad humana no debe ser incompatible con las culturas que se han desarrollado en la era de las naciones soberanas, hasta que la fuerza de los hechos permita ingresar con confianza en una soberanía del hombre fundada en la equidad. No es soñar, sino clarificar el rumbo.
Atentamente:
JOTAVE
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