Jueves 10 de julio 2025

Algunos ladrillos se quedan sin utilizar

Redacción 20/06/2012 - 04.45.hs

Señor Director:
Hablaba del plan de viviendas en mi nota de ayer y diría que me quedaron ladrillos sin utilizar.
La metáfora es clara: ladrillo remite a datos e ideas, en este caso. Me quedaron datos, conjeturas, recuerdos, lo de mi avío para abordar un problema.
Al final de la columna de ayer hablé de plusvalía, porque leí que en países de importancia existen normas para cuando se genera plusvalía. Se da este nombre al mayor valor que adquiere algo por causas que no le son intrínsecas; digamos, que le viene de arriba, sin que sea fruto del esfuerzo y hasta ajeno a la intención de quien resulta ser el beneficiado. La idea también remite a Marx, claro, pero como hecho es anterior. El dato estaba en una columna de Raúl Delatorre y agregaba que en el caso de Estados Unidos y Canadá, la toma por el Estado de una parte de la plusvalía que resulta de obras financiadas por el erario, o sea con recursos que genera la comunidad en su conjunto (para un dique, una autovía, un puerto, un aeropuerto, etc.), se destina a reforzar el presupuesto municipal y que en casos lo que se recauda llega a representar hasta el 80 por ciento del gasto anual.
Mi memoria, siempre atenta y servicial, me trajo entonces el recuerdo de un tema que más de un vez ha sido mencionado en nuestro diario y que ha llegado a ser importante en la historia del desenvolvimiento de Santa Rosa. En la etapa territoriana, los empeños del fundador, como administrador de bienes de su mujer y su suegro, fructificaron en el surgimiento de este pueblo y, al obtener el traslado de la capital, atrajeron a muchos vecinos. Santa Rosa empezó a expandirse y entonces se hizo notoria la existencia de innumerables lotes urbanos baldíos, pertenecientes a la Sucesión Gil. Los nuevos vecinos generalmente no venían con otro recurso que su intención de tener un lugar donde asentarse y vivir, de manera que los precios de esos lotes quedaban fuera del alcance de la mayoría. El caserío rumbeó para las afueras y se fueron delineando los barrios, cada vez más alejados del centro. La administración municipal, que ya no era zona de influencia de la Sucesión, advirtió que si bien el vecino que se radicaba lejos compraba tierra por un precio menor, a la vez se producían otros fenómenos: los lotes céntricos aumentaban su valor y el costo de los servicios municipales se encarecía al tener que abarcar un ámbito en expansión, a la vez con vecinos con menos capacidad para el pago de las tasas. No conozco la intimidad de esta historia, pero he conjeturado que intendencia y concejo exploraron alternativas, hasta que alguien (lector o no de Marx, o de Ricardo) puso en escena a la palabra plusvalía. El caso es que se entendió que el concepto podía ser aplicado a la tierra ociosa, al baldío céntrico, haciendo caer en sus propietarios un mayor costo de los servicios. Hubo las resistencias esperables (entonces, la política utilizaba métodos que han perdido fuerza), pero la norma avanzó, produjo sus efectos y el solar se fue poniendo a tiro, o sea, que disminuyó su precio. El antecedente ha sido considerado y vuelto a aplicar en muchos casos. La comunidad ha estado pasando a ser un ente activo y gravitante (dejó de ser de palo), cosa que también empezó a suceder con el salario en todo el mundo, incluso en los países que no abandonaron el capitalismo. Fue dibujándose la figura del abuso.
Este proceso de la relación entre comunidad y capital registra marchas y retrocesos. Un tiempo atrás, aquí señalé que obras que se hacían en Circunvalación, en la Illia (ya entrada hacia el este) y la Palacios, financiadas por nación o provincia (rentas propias o préstamos, o sea con el fruto del trabajo de la comunidad), volvían a dibujar la figura de la inequidad a raíz de la plusvalía producida por tales trabajos sobre el valor de sus propiedades. Algo así quizás pueda preguntarse acerca del costo del autódromo y su efecto sobre propiedades del sector.
Atentamente:
JOTAVE

 


'
'