Viernes 06 de junio 2025

La crisis global la pagan los de siempre

Redacción 20/06/2012 - 04.45.hs

La crisis en que se debate el capitalismo mundial desde hace más de un lustro ha venido a empañar los dorados años del neoliberalismo y la caída del mundo socialista, cuando los abanderados de la teoría llegaron a hablar de "el fin de la historia", una necia entelequia que fue escuchada como una verdad suprema en muchos países, entre ellos la Argentina.
Actualmente nadie discute que la crisis global ha golpeado dura y fundamentalmente a dos de los actores principales del quehacer económico: la clase obrera y los bancos, aunque con una diferencia nada pequeña pues estos últimos so n culpables directos de la crisis que los afecta. Si se presta atención es fácil comprobar que cualquiera de los tantísimos -reales o pretendidos- expertos en el tema, al ser consultado invariablemente se refiere a la necesidad de "rescatar" a los bancos. De hecho, y contrariando sus más puras tradiciones antiestatistas, los Estados Unidos de Norteamérica rescataron alguno de los suyos utilizando para ello dineros públicos, en una actitud no sólo inédita sino impensada dentro de la doctrina capitalista.
Lo curioso es que ahora, desde el mismo riñón del sistema (como que se trata del premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz) surge una voz que apelando a una simple consideración formula una pregunta que nadie puede responder: si los pilares del sistema, ambos afectados, son simplemente dos ¿por qué las fuerzas políticas y sociales de gran parte del mundo se empeñan en salvar solamente a uno? El planteo, como se ve, es de una simpleza y solidez formidables y en su expresión pone en evidencia el enorme egoísmo de la concepción económica que rige en la mayoría de los países del planeta. Además pone el acento en un hecho clave, aunque poco mencionado hasta ahora: el desmedido movimiento financiero ha desbordado a la economía real sin que aparezca una solución alternativa.
El seguimiento de la actualidad internacional evidencia la casi desesperación con que los adherentes de la doctrina persisten en esa actitud salvacionista únicamente para con las entidades financieras, aun reconociéndolas como motivadoras del desastre. Y si asoma alguna voz que sostiene que la solución puede venir por otro lado, aúnan sus fuerzas para atemorizar a la población y conseguir apoyos electorales favorables, aunque la miseria avance sobre ellos a pasos agigantados. Así algunos países europeos empeñan su riqueza y dilapidan su futuro por generaciones enteras, todavía por venir, amén de borrar con el codo lo que escribieron ayer mismo en sus promesas electorales.
Los argentinos, que recibimos las bofetadas del neoliberalismo primero que nadie, sabemos muy bien qué es la dictadura financiera y, hasta el momento, hemos capeado la crisis aceptablemente, por más que vociferen los economistas ortodoxos que son fieles servidores del sistema y callan ante el desastre europeo, sus fórmulas de "rescate" y sus consecuencias nefastas para la mayoría de la población.
Aunque grave, la presente no es, por cierto, la primera crisis grave del capitalismo, que ha sufrido varias, pero con una salvedad: todas, o buena parte de las anteriores, se resolvieron con guerras más o menos largas, en las que murieron decenas de millones de personas del pueblo y muy pocos, o ninguno, potentados y banqueros. La diferencia esta vez, es que, aunque haya algunos locos que creen que podrán salvarse, un conflicto de mediana o gran magnitud acabaría con el mundo, lisa y llanamente, ya que las armas atómicas se han diseminado tanto como el odio. Por cierto que con una guerra mundial se terminarían los problemas económicos... y también todos los demás, porque no quedaría nadie en la Tierra para padecerlos ni contarlos.

 


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