Lunes 28 de julio 2025

Donde se cree ver que el Che no fue rara avis

Redacción 24/06/2012 - 04.29.hs

A propósito del Che Guevara y otros personajes que han logrado un reconocimiento excepcional (no siempre aceptación) de contemporáneos y posteridad, se tiende a pensar que eso se debe a que se salieron del modelo de época, que se plantearon interrogantes imperiosos.
Hay en ellos algunos rasgos diferentes. El retrato del hombre, si es que alguna vez llegamos a terminarlo, incluirá la totalidad de los rasgos que se manifiestan o no o se agrupan de manera diferente en tal o cual individuo y tal o cual época. La cultura dominante impone determinada configuración. Algo así como una moda más durable. La moda discurre más velozmente y la mayoría la acata como si se tratase de una ley rigurosa. La figura de época o estadio cultural, que es de más lenta maduración y dura más, no demanda consentimientos. Se impone como lo que llamamos "natural", dando entrada a la idea de la existencia de un "orden natural de las cosas", imagen de la naturaleza que nos gusta trasladar (erróneamente) al mundo humano, donde también rigen otras fuerzas.
Quien llega a imponerse u obtener algún tipo de reconocimiento excepcional, no es necesariamente ejemplar único en su tiempo. Debe haber otros, quizás muchos, pero no hallan su ocasión. A lo más, logran que los rechacen como bichos raros. O molestos. En este esquema llego a decir lo del título, que el Che no fue tan rara avis.

 

Otra avis.
Todo esto viene porque, el pasado domingo, tomé conocimiento de otra rara avis criolla (de nacimiento, al menos) y eso me hizo entrar en estas meditaciones y advertir que el siglo pasado dio una cantidad de estos ejemplares, muchos de los cuales se frustraron, pero otros, que cumplieron su destino, permanecen ignorados. Tal es el caso de Mika Etchebehere, que nació en Moisés Ville, Santa Fe, en 1902, con el nombre de Micaela Feldman. Ahora se la va a conocer porque es el personaje de una novela que lleva su nombre, Mika.
Esa mujer, nacida en la colonia judía, estudió en Rosario (fue oftalmóloga), se casó con un muchacho de familia tradicional, Hipólito Etchebehere, a quien se le declaró una temprana tuberculosis y entonces resolvieron ir a los espacios abiertos. Ambos eran anarquistas y ocasionales militantes comunistas. Con un consultorio móvil recorrieron la Patagonia, averiguando de paso la historia de los peones masacrados en 1922 (tema que ocupó a Osvaldo Bayer). En Buenos Aires había conocido a Alfonsina Storni y Salvadora Medina Onrubia (la mujer de Botana) y empezó a escribir en la revista Insurrexit.
De la Patagonia se trasladaron a España, a poco de proclamarse la república, participando en las marchas celebratorias. Llegan a Francia y luego se establecen en Berlín, en 1932, pensando que allí se iba a dar "la lucha decisiva". Asisten al ascenso de Hitler y se cansan de pedir a socialistas y comunistas que se unan para cerrarle el camino. Retornan entonces a Madrid, justo para el estallido franquista. Se enrolan en una columna republicana, una de las del Partido Obrero de Unificación Marxista, que comanda el marido, a quien matan a poco andar en el frente, y entonces Mika asume el mando de la columna. Un día explota una bomba al lado suyo y queda sepultada en una montaña de barro, de la que la rescatan sus compañeros, bañada en sangre.
Le encargan luego muchas misiones como capitana, pero el POUM la expulsa por díscola ("me echaron de la guerra") y entonces va a Francia, se hace amiga de André Bretón, conoce a Jean-Paul Sartre y a Simone, tiene oportunidad de conseguirle a Cortázar su primer trabajo de traducción. Vuelve a la Argentina y aquí está cuando la guerra de Malvinas. Advierte a sus compañeros que no deben acompañar esa aventura. Escribe en varias publicaciones, incluso en la de Ocampo. Ya muy mayor retorna a París. Muere allí a los 90 años. Había pedido que sus cenizas fuesen echadas al Sena y así se hace.
Osorio, que escribe novela histórica, reconstruyó su trayectoria y completó datos. La obra lleva el sello de Seix Barral. En la portada se la ve como capitana en el frente español.

 

¿Cuántos?
Repito la pregunta del comienzo de esta nota, para reiterar la idea de que el Che integró una legión secreta. Encontró el camino que buscaba en su andar juvenil. Pero, Cuba fue un camino. El suyo no terminaba en La Habana. Lo buscó luego en África y en Bolivia.
Descuento que entre los que murieron en los años tremendos de las Tres A y de la última dictadura estaban los que también buscaban ese camino distinto, por sentir que la sociedad y la cultura, tal cual se dan, los condicionan en exceso. No todos los caminos para estos seres pasan por la revolución o la guerra. A veces los buscan en el arte, la música, la poesía...
Jotavé

 


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