Lunes 14 de julio 2025

Cuando la respuesta se demora o queda corta

Redacción 11/06/2013 - 03.51.hs

Señor Director:
Días atrás, Amnistía Internacional reclamó al gobierno de México que dé respuesta a los familiares de los desaparecidos entre los años 2006 y 2012.
No son pocos. Amnistía ha computado "más de 26 mil casos" de desapariciones denunciadas. La cifra puede ser mayor.
El periodismo venía registrado decenas de millares de muertos o desaparecidos en la guerra del narcotráfico y el tráfico de inmigrantes. Mexicanos, guatemaltecos y de otros países del sur intentan llegar a la frontera con los Estados Unidos y caen en manos de bandas que ofrecen vías ilegales para salvar el muro fronterizo. Muchos de estos inmigrantes nunca llegan a destino o bien desaparecen en la misma frontera. Hay, pues, dos escenarios para la desaparición o la muerte de personas (mexicanos o inmigrantes): el tráfico de drogas y la desesperación de muchos por llegar a un país que parece ser el equivalente actual del Paraíso. Lo novedoso de AI es que su comunicación al gobierno mexicano destaca la brutal asimetría que se da entre la demanda de los deudos y la respuesta. El papel de AI se limita a reclamar que los deudos puedan tener respuesta a sus demandas, pues ahí es donde empieza el camino para la justicia posible. En el caso argentino el retorno de la democracia en 1983 fue el hecho que abrió camino para que los desaparecidos comenzaran a tener un nombre y que se pudiese conocer qué pasó con ellos. Luego, como se sabe, sobrevino la posibilidad de marcar culpas y procesar y penar. Eso es lo que puede llamarse justicia posible, porque las vidas no se recobran y la alternativa de la justicia es la venganza y la ruptura de la sustancia del orden civilizado.
Con la noticia sobre Amnistía leí un artículo del periodista neoyorquino David Brooks, en el diario Página/12. Se titula Urgencias y dice, al comenzar: "una de las sensaciones más raras aquí es la ausencia de lo urgente". Lo que da pie a su comentario es la extrañeza que le produce la ruptura de la relación entre lo importante y lo urgente. Sin duda que la desaparición de 26 mil personas es un hecho anómalo en una nación que dice vivir en paz, pero cuyo gobierno se desentiende del deber primario de satisfacer el reclamo de sus ciudadanos. La extrañeza es, para muchos pensadores, el comienzo de la sabiduría. Otros hablan del asombro, pero ambas voces, extrañeza y asombro, dicen lo mismo en sustancia. Dicen que alguien percibe una ruptura del orden sobre el cual está instalada la vida humana y se extraña o asombra por el silencio subsiguiente, pues ese orden reclama que producido el hecho anómalo o extraño, sea seguido por una movilización de las fuerzas de seguridad y de investigación que la propia sociedad ha creado para preservar la condición necesaria para vivir con un mínimo de seguridad: saber a qué atenernos. Hemos asumido que la muerte siempre llega, más tarde o más temprano, pero la situación que se configura con los desaparecidos, sobre todos cuando son muchos, y la demora de una respuesta, produce desconcierto, contrariedad, incertidumbre. Y eso es lo que extraña o asombra, porque compromete a los fundamentos mismos de la convivencia.
El norteamericano Brooks dice que su país está en medio de las guerras más largas de su historia en las cuales cada día muere más gente. La noticia se conoce, pero otra noticia la tapa pronto y distrae de la falta de respuesta. Agrega que en estos últimos años sucedió el mayor fraude de la historia del país, la peor crisis desde la Gran Depresión (1930), provocada por bancos y empresas financieras. El típico hogar ha recuperado menos de la mitad de lo que perdió, según la Reserva Federal. El país ha recuperado el 90 por ciento de esas pérdidas, pero los hogares promedio han recuperado el 45% de lo perdido, al tiempo que las ganancias de las empresas y sus acciones marcan records. "Tal vez", dice, "recuperar la memoria es la clave para que lo urgente recupere su urgencia".
Atentamente:
JOTAVE

 


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