Viernes 11 de julio 2025

Obstinación del sueño de mil y una noches

Redacción 10/09/2013 - 04.29.hs

Señor Director:
Vale la pena pensar el hecho de que cada día hay, en los medios de prensa, más noticias de agresiones sexuales.
Una explicación que aparece de inmediato propone responder que no es que haya más casos, sino que hay más denuncias. Muchos estiman que ésta es la respuesta, pero me inclino por creer que no es toda la respuesta. Es cierto que han caducado algunos tabúes sexuales y ha cesado la proscripción de palabras referidas al sexo. Ahora se las dice con todas las letras y esta voluntad de llamar a las cosas por su nombre aparece como un elemento liberador: si las nombramos sería porque hemos roto la valla costumbrista que ponía lo sexual en una especie de ámbito cerrado y oscuro. Ahora diríamos que ya que no podemos evitarlo hemos decidido llamarlo por su nombre. Lo que se observa es que, a partir de la prohibición anterior (de las malas palabras) pudo haber derivado la idea de que el pecado no está en el hecho sino en el nombre, de modo que bastaría no nombrarlo para depurar el hecho. O darle otro nombre, como si fuese verdad que el hábito hace al monje.
Un caso de estos días es el de un pastor de cierta creencia, que ha sido acusado de raptar a una mujer de trece años y haberla retenido durante cinco años. En ese tiempo, además de haber abusado sexualmente de ella, la obligaba a hacerlo con extraños y "hasta con perros". La muchacha pudo escapar cuando era obligada a trabajar en un comercio de propiedad de la congregación. Habría tenido su oportunidad y no vaciló en aprovecharla. Puede observarse que este sistema de raptar a la mujer y convertirla en instrumento sexual para prácticas aberrantes no es un caso aislado. Lo novedoso del suceso de Tapalqué, donde el pastor era líder de un grupo religioso, es el procedimiento del rapto prolongado, que no es excepcional pues veníamos de seguir las alternativas de un hecho semejante en Estados Unidos, donde el hombre, que era conductor de automotores, raptó no a una sino a tres jovencitas y las retuvo por años. Días atrás este personaje apareció ahorcado en su celda. Otro caso de gran notoriedad se había producido en Austria, y todo permite creer que muchos de los menores que desaparecen y no son hallados, pueden haber tenido un destino similar.
También ahora el Vaticano, con su nuevo Papa, ha dispuesto que la propia iglesia investigue el caso de un ex prefecto del Seminario Menor de Paraná, Entre Ríos. Este hombre de iglesia ya está sujeto a proceso judicial por abusos sexuales en perjuicio de cincuenta seminaristas de 10 a 14 años. Los hechos tienen cierta antigüedad, pues las denuncias abarcan el período 1984-1992. Casos como éste han estallado en todo el mundo católico en los últimos años. Lo novedoso puede estar constituido por la intervención que ha dispuesto el para que surja la verdad y para enviar un mensaje a la curia romana y más allá.
Al comenzar la pasada semana fue detenido en un boliche de Palermo, en la CABA, un hombre de 54 años, presunta mente psicólogo, que está sospechado de haber cometido seis abusos sexuales, todos en una zona circunscripta de la metrópoli, donde ya estaba cundiendo el terror.
Si uno lee Las mil y una noches, del ámbito árabe musulmán, puede ver que entonces lo que llamamos abuso sexual estaba establecido como un derecho de los poderosos, de modo que si una muchacha era elegida para satisfacerlos, nadie se rasgaba las vestiduras. Las mujeres tenían que resignarse, salvo que tuviesen la capacidad de Scherezada, quien pudo preservar a sus hermanas, que la seguían en turno, gracias a su capacidad para contar historias.
No faltará quien piense que esta costumbre ancestral está inscripta en la genética del varón y es posible que haya quienes lamenten no haber nacido entonces en cuna de poderosos. En el medioevo occidental existió el derecho de pernada, que permitía que el señor feudal reservase para sí la primera noche de la joven que estaba por desposarse.
Atentamente:
JOTAVE

 


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