Hay Sol para rato y sigue prodigándose sin medida
Según algunas estimaciones, el Sol, nuestra estrella (la del sistema), la que los indígenas americanos reverenciaban como el gran dios, seguirá prodigando energía suficiente por unos cuatro mil millones de años más.
Puede ser que ya no vivamos el tiempo de los dioses, pero sea o no verdad esto, no es exagerado pensar que los humanos estamos ingresando lentamente en una era solar, en el sentido de que vamos asumiendo la importancia de esa estrella y la singularidad dramática y con signo trágico de su protagonismo. Digo esto porque es trágico haber posibilitado y ser sostén de la vida en nuestro planeta, y sustentarla consumiéndose, en camino hacia la propia aniquilación. Como un gran héroe trágico nos sostiene prodigando su propia sustancia.
La toma de conciencia acerca del papel de nuestra estrella viene por el lado del consumo de energía. En tiempo ya distante de la humanidad, comenzó a usarse la fuerza del viento para mover los barcos, mediante el velamen, y los molinos harineros, mediante aspas. Más tarde, ¿en mala hora?, se inició el uso del petróleo para producir calor y para generar la energía necesaria para mover barcos, vehículos automotores y toda la maquinaria que utiliza combustibles fósiles. Al cabo, ya en nuestro tiempo, se tomó conciencia de que ese combustible fósil no es otra cosa que energía solar captada por criaturas solares (seres vivos) y conservada en las profundidades de la corteza terrestre. Al comenzar a agotarse el oro negro se abrió camino el conocimiento acerca de esta relación con el Sol y con la posibilidad de volver a utilizar, ahora en gran escala y en forma más inmediata, la energía que eroga. Con dos ventajas: que esta fuente es renovable, por un plazo larguísimo (para la escala humana); que no es contaminante y que puede frenar y hasta revertir el calentamiento global.
Novedad.
Lo nuevo no es el conocimiento de esta relación Sol-vida, sino que la energía que llega con la luz puede ser aprovechada en forma directa y que permitiría liberarse de la necesidad de grandes centrales y redes, además de los pozos petroleros, las destilerías y todo el costoso proceso de distribución. Un hotelero de Santa Rosa ha instalado paneles solares. Una persona ingeniosa, también aquí, ha creado un aparato para captar y transformar la fuerza de los vientos (que son criaturas solares), el cual se propone como alternativa o complemento de los parque eólicos. Un creciente número de viviendas nuevas se construye con paneles solares, capaces de proveer agua caliente, electricidad y calefacción, al menos, por ahora, en un porcentaje de reemplazo progresivo de la energía de origen fósil (gas, petróleo). La facultad de Informática de La Plata ha instalado setenta y dos paneles solares, que generarán el veinte por ciento de la energía que consume y que ya miden temperatura, viento y lluvia. Toman la luz solar y la convierten en energía eléctrica. El propósito es hacer lo mismo en todos los edificios de la UNLP. Ya la facultad de Psicología tiene en uso un sistema óptico que concentra la energía solar. Esa universidad tiene un cicloeléctrico que funciona con baterías de litio y puede desplazarse hasta a 60 kilómetros por hora, con una autonomía de 250 a 300 kilómetros. También se ensaya usar litio para mover minicombis, en combinación con combustibles fósiles, para transporte público en el bosque platense.
Cada paso que se avanza en esta dirección produce dos efectos: se disminuye la alteración por acción humana del ambiente natural, y se reducen costos. A partir de esta comprobación algunos piensan que las grandes empresas y corporaciones que han surgido con la explotación del petróleo y los combustibles, pueden perder importancia y poder.
Retorno.
El horizonte que empieza a dibujarse con la aceptación de las energías no convencionales, llamadas renovables y también verdes, puede ser leído como salida de la extrema dependencia a que hemos llegado de las grandes corporaciones. Inicialmente, los países con menos recursos naturales tienen sol, tienen vientos, tienen el calor de las entrañas de la tierra, y ese haber hace posible que disminuya su dependencia.
No es necesario ser idólatra para empezar a mirar de otra manera a nuestra estrella. ¿Podrá dejar de haber guerras por petróleo, como las de Irak, de Libia, de Siria? También puede pensarse en el cese de la agonía de regiones de África, cuyos pobladores se convierten en migrantes porque no tienen opciones en su suelo de origen.
El retorno de la dependencia es el ideal (¿la utopía?) de los movimientos ecologistas. El Sol ha ofrecido siempre la posibilidad.
Jotavé
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