Cruje Europa ante tantas amenazas
La Unión Europea, una de las concreciones político-económicas más notables de la Edad Contemporánea, sufre en estos días sacudones y grietas que hacen temer seriamente por su existencia, al menos en la forma y orientación actuales. Lo curioso es que esta singular entidad se fue construyendo sobre sólidas bases políticas desde los ya lejanos tiempos del Benelux, (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) que vislumbraron las ventajas de unir las fuerzas de los estados más pequeños para afrontar el mundo de la posguerra encabezado por los dos gigantes: Estados Unidos y la Unión Soviética, hoy inexistente.
Aquella posibilidad fue también entrevista por los líderes de otros países europeos, especialmente Francia y Alemania cuando esta última se iba consolidando como "la locomotora de Europa". Con ajustes, cesiones y concesiones poco a poco el grupo de países europeos (ampliado más tarde con la caída del socialismo) se consolidó y llegó a competir con Estados Unidos, y aún a superarlo en producto bruto y avances tecnológicos, aunque siempre alineado con los intereses de Occidente.
Según muchos analistas acaso allí estuvo el error que dio inicio a los problemas de la Unión Europea. Su excesivo alineamiento con EE.UU., la pérdida de sus líderes más destacados y ciertos resabios imperialistas de algunos de sus miembros los llevó a la actual crisis política, a la que se suma en lo económico la adopción de una política monetarista a ultranza, acorde con el Fondo Monetario Internacional, que extendió a los miembros más débiles de la Unión.
Las consecuencias de aquellas políticas están a la vista: Grecia con una deuda monumental y de muy dudosa generación, que amenaza con no pagar dentro de las duras e injustas reglas del juego que pretende imponer el FMI. Inglaterra -que siempre osciló entre la necesidad de integrarse y la desconfianza hacia sus socios- que amaga someter la permanencia a un referéndum, y algunos miembros importantes cuyas economías están lejos de funcionar aceptablemente, con severas repercusiones políticas internas.
El marco exterior también es alarmante; por un lado el fundamentalismo árabe que ha tomado matices y potencias inesperadas, llevando una vez más la guerra a los castigados pueblos de Medio Oriente, donde Estados Unidos, por vía de sus aliados locales, se niega a dejar de imponer sus condiciones. Por otra parte el Viejo Continente, muy especialmente en la zona del mar Mediterráneo, está sometido a una presión inmigratoria como no se recuerda otra, pacífica pero incesante y proveniente de quienes escapan de la guerra y la miseria desde Africa y Asia. Este problema se presenta como insoluble por la incapacidad de absorción de esos migrantes y las duras consecuencias económicas y morales de su presencia.
Ante semejantes presiones es evidente que el laborioso edificio de la UE cruje, con varias amenazas de algunos de sus integrantes de abandonar la zona del euro y aún la Unión misma. Además, el gran avance de China y la consolidación del Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) alejan las esperanzas europeas de haber superado para siempre las desinteligencias y consolidado una nueva y principal mega nación.
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