Como todo acontecer el terror tiene una historia
Señor Director:
En el pasado fin de semana reapareció la realidad presente de un terrorismo que la conciencia pública pareciera empeñada en pensarlo como una anomalía que afecta al orden que se supone alcanzado por la civilización.
La primera observación que pudo hacerse es la que destaca que esta vez, si bien los cuatro hechos simultáneos de terrorismo dominaron en el espacio informativo, a diferencia del caso Charli Hebdo, de enero, pasaron pronto a un lugar más discreto. Puede pensarse que lo de enero fue más espectacular y tuvo su escenario en París, ciudad que es todavía un centro del mundo (al menos, del occidental). Sin embargo, lo de París-enero no fue un hecho insólito puesto que llegó precedido por numerosos casos ocurridos en el ámbito del Mediterráneo, donde estaba en desarrollo la acción del llamado Estado Islámico y se había podido ver las imágenes de los decapitados, sobre todo cuando éstos eran personas del mundo occidental. Objetivamente y en medidas de horror, no hay diferencia entre lo de Siria o Irak y lo de París. Lo que hay es un conocimiento insuficiente de lo que está sucediendo en el mundo humano y un desconocimiento de la historia, cuya verdad es reemplazada por el relato que cuentan los sucesivos vencedores y que se nutre más de olvidos que de memorias. Si hubiese sincronía en el desarrollo de las regiones y naciones pobladas por el hombre una decapitación debería producir la misma intensidad de horror si se produce en Francia o en Siria. Esa sincronía no ha existido nunca y solamente en nuestro tiempo estamos en condiciones de realizar mayor avance en esa dirección porque ahora estamos comunicados.
Cuando empezó a descomponerse el orden poscolonial, luego de la II Guerra Mundial, pude advertir que mi conocimiento de Medio Oriente, tal vez fuerte en lo referente a la más remota antigüedad, era muy insuficiente en cuanto a lo acontecido cuando las religiones monoteístas nacidas allí salieron de su incubadora para hacer suyo todo el ámbito humano. Desde ese proceso tan trascendente hasta el comienzo de la I Guerra, a principios del siglo XX, se desarrollaron las guerras religiosas, que concluyeron estableciendo un ámbito diferenciado para cristianos y mahometanos. Ese estado de cosas permitió que hubiese momentos históricos como el de la convivencia inicial de las dos grandes religiones en el sur de España y a que, merced a eso, parte valiosa del legado de oriente y de Grecia llegase a Europa (hasta entonces atrasada comparativamente). Luego, ya en plena modernidad, sobrevino el fenómeno del colonialismo, que algunos leyeron como una oportunidad para generar una síntesis cultural, pero que, al estar condicionado por la voluntad de dominio y de obtener ventajas económicas, no cumplió estas expectativas y fue la causa del predominio de occidente que concluyó con la destrucción del orden generado por el dominio árabe y musulmán en el ámbito central de la aventura humana: medio oriente, Palestina, península arábiga, norte y noreste de África, el borde oriental del Mediterráneo y sectores de Europa, hasta quedar configurado el mapa actual, que es necesario tener ante los ojos para empezar a entender que todo presente humano podrá no tener futuro, puesto que es aleatorio, pero tiene pasado, tiene una historia. Sobre todo, en la etapa actual en la que Europa se ha quedado sin colonias (salvo algunas excepciones) pero no sin capacidad de intervención en estrecha relación con sus intereses económicos.
La historia, con todo, no debe determinar una mirada dispuesta a aprobar extremos de crueldad. La reacción condenatoria ante los citados sucesos de lo que llamamos terrorismo es una demostración de que aspiramos a otra cosa, a un mundo menos cruel y más solidario. Los hombres somos lo que muestra la historia, pero también somos un proyecto que propone reconocimiento y solidaridad.
Atentamente:
JOTAVE
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