La wiphala de nuevo en alto
El candidato presidencial Luis Arce, del Movimiento al Socialismo y ex ministro de Economía de Evo Morales, obtuvo un contundente triunfo en las elecciones de Bolivia.
IRINA SANTESTEBAN
Aunque todavía no están las cifras oficiales, por la lentitud en cargar los datos por parte del Tribunal Supremo Electoral designado por el gobierno de la golpista Jeanine Áñez, tanto los demás candidatos, como el propio gobierno de facto y mandatarios de otros países, reconocieron a Arce como el presidente electo de Bolivia.
De esta manera, el Movimiento al Socialismo, MAS, fundado por Evo Morales y que llevó a la presidencia del país andino por primera vez a un integrante del pueblo aymara, volverá al poder el próximo 18 de diciembre, dejando atrás un año de dictadura que avasalló los derechos del pueblo boliviano.
Según esas encuestas, la fórmula Luis Arce – David Choquehuanca habría obtenido entre un 51 y un 53% de los votos, marcando una abrumadora diferencia por sobre el candidato de la derechista Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, quien obtendría un 31% de votos. Lejos quedaría el promotor del golpe de noviembre de 2019 contra Evo, Luis Fernando Camacho, con un 14%, que lo hizo derramar unas cuantas lágrimas.
OEA, cosa fea.
La popular canción del cubano Carlos Puebla, ridiculizando a la Organización de Estados Americanos (OEA) dice: «cómo no me voy a reír de la OEA, si es una cosa tan fea». Y se aplicó con crudeza en los trágicos acontecimientos que concluyeron en la forzada renuncia de Evo Morales el 10 de noviembre de 2019, tras lo cual debió exiliarse primero en México y luego en Buenos Aires.
Su secretario general, Luis Almagro, jugó un papel decisivo para intentar dar legitimidad al golpe de estado de la policía y de las Fuerzas Armadas, al catalogar como «fraudulentas» a las elecciones donde Morales había obtenido algo más del 40% de los votos y una diferencia de 10 puntos respecto de su rival, Carlos Mesa. Nunca pudieron demostrar tal acusación y por el contrario, investigaciones independientes revelaron que no había habido ninguna manipulación de los resultados.
La OEA facilitó así el acceso al gobierno de una ignota Jeanine Áñez, erigida por un Senado sin quórum y con la mayoría de los legisladores del MAS perseguidos. El primero en reconocer tan ilegítimo gobierno, como no podía ser de otro modo, fue Jair Bolsonaro, el presidente neonazi de Brasil.
La usurpadora Áñez estuvo casi un año despotricando contra el MAS, acusando a ese gobierno de «corrupto» y de «dictadura», hasta que un mes antes de las elecciones bajó su candidatura presidencial para «no dividir» a la oposición. El lunes, tuvo que reconocer el triunfo de Luis Arce, a quien le pidió lo que ella no había hecho: que «gobernara pensando en la democracia y en Bolivia».
El nuevo presidente.
Arce fue ministro de Economía de Evo Morales durante casi todo su mandato, sólo interrumpido por un interregno de 18 meses, entre 2017 y 2018, cuando debió tratarse de un cáncer de riñón en Brasil.
Es un economista egresado de la estatal Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, con una maestría en la universidad británica de Warwick; fue docente y dictó cursos en diferentes universidades de Bolivia, Estados Unidos y otros países de América Latina, entre ellas Harvard, Columbia y la Universidad de Buenos Aires.
Lo que para el gobierno golpista y los medios de prensa de derecha fue un gobierno «corrupto», para las objetivas cifras de la economía fue la gestión que logró casi, casi, un «milagro». Es que elevar el Producto Interno Bruto (PIB) boliviano, de 9.500 millones de dólares anuales a 40.800 millones y reducir la pobreza del 60% a 37%, no fue magia.
La nacionalización de los hidrocarburos, que hasta le trajo roces con Lula da Silva, entonces presidente de Brasil, que defendía a la empresa Petrobras, le permitió al gobierno popular de Evo, con el ministerio de Finanzas en manos de Arce, pagar bonificaciones como el bono «Juana Azurduy» a los niños y niñas de hasta dos años, y el bono «Juancito Pinto», para evitar la deserción escolar. También hubo programas para mujeres embarazadas y adultos mayores, a los que la derecha tanto en Bolivia como en Argentina desprecia por ser «clientelares». Sin embargo, gracias a esas ayudas a los sectores más vulnerables, la pobreza disminuyó como no lo hizo en ningún otro país de la región latinoamericana.
Las reservas del Banco Central alcanzaron los 20 mil millones de dólares, una cifra impensada años atrás para la economía del altiplano. La banca privada creció también, con el condicionamiento que les impuso el entonces ministro Arce: el 60% de su cartera debía destinarse a proyectos productivos y viviendas populares.
Si bien la fórmula Luis Arce – David Choquehuanca se presentó luego del rechazo del régimen boliviano al regreso de Evo Morales, se puede decir que en ellos se combina favorablemente a un candidato de clase media, con padres profesores y una sólida formación académica, con otro que proviene de los movimientos sociales con gran aceptación por los diferentes pueblos originarios que hacen de Bolivia una República Plurinacional, tal como la define la Constitución reformada bajo el gobierno de Morales.
Contundente.
Aunque encabezó siempre todas las encuestas preelectorales, nadie predijo la enorme diferencia en la que finalmente hoy coinciden todos los sondeos, aún sin cifras oficiales todavía.
Los gobiernos de derecha de América Latina pensaban que Arce no lograría la diferencia de 10 puntos para un triunfo en primera vuelta, y soñaban con una derrota en un eventual balotaje con Mesa, al que seguramente apoyarían los votantes del ultraderechista Camacho.
Esa esperanza derechosa, era también el temor del progresismo regional, que tampoco esperaba un triunfo tan contundente en primera vuelta. La explicación según algunos analistas, estaría en el temor a revelar su voto al MAS por parte de sectores medios, frente a la represión del régimen de Áñez.
Lo cierto es que, esta vez, las encuestas previas a los comicios se equivocaron a favor del pueblo boliviano. Incluso hubo que sortear dificultades para poder votar en el exterior, como en el caso de algunas provincias argentinas, como Mendoza y Córdoba, donde hubo objeciones hasta último momento para que se habilitaran lugares de votación para la ciudadanía boliviana residente en nuestro país. Fue luego de una resolución del gobierno nacional que finalmente se permitió que esos inmigrantes pudieran votar. El resultado en Argentina fue por abrumadora mayoría, favorable al MAS.
Esa victoria, saludada por Alberto Fernández de Argentina, Miguel Díaz Canel de Cuba, AMLO de México, Nicolás Maduro de Venezuela, Daniel Ortega de Nicaragua, etc, enciende la esperanza de que se renueven los bloques políticos democráticos y populares en la región, en oposición al Cartel de Lima y la jefatura de Almagro-Trump en la OEA.
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