Miércoles 01 de octubre 2025

Asombro e indignación

Redacción 01/10/2025 - 00.31.hs

¿Qué puede haber sentido un argentino cabal –que todavía existen— al escuchar el discurso que el Presidente leyó en la Asamblea General de las Naciones Unidas? Seguramente una mezcla de asombro, rabia e indignación al comprobar que el prestigio internacional de un país se dilapida en palabras de un irresponsable, por darle un calificativo piadoso.

 

Lejos ya de los aplausos que lo envanecieron en los comienzos de su gobierno, al punto de considerarse a sí mismo como acreedor al Premio Nobel de Economía, Javier Milei volvió a sus postulados de siempre: neoliberalismo extremo, odio al socialismo y alineamiento indiscriminado con la política de Donald Trump, otro personaje de parecido calibre intelectual y político.

 

Previo a su discurso en la asamblea, Milei debió sentirse orgulloso pero también desilusionado. La tan ansiada entrevista con el presidente de los Estados Unidos no fue, como él esperaba, en los sugestivos despachos de la Casa Blanca de Washington sino en un salón adecuado al efecto en la ciudad de Nueva York, y para más en una entrevista breve con elogios, fotografías y lugares comunes, a la que el propio Trump dio fin con una frase delicada y efectiva.

 

En esa tesitura llegó incluso a calificar a Trump como el mayor pacificador del mundo, al tiempo que se auto-halagaba como "el máximo exponente de las ideas de la libertad en el mundo". Como era de esperar, ponderó la acción de Israel en su lucha contra Hamas, sin hacer la menor alusión al genocidio que los israelíes han desencadenado sobre los habitantes de la Franja de Gaza, al tiempo que rechazan con soberbia el postulado que décadas atrás dio origen a su nación, aquel que postulaba la convivencia de dos pueblos.

 

Milei cuestionó lineamientos de las Naciones Unidas, en una alocución tan dura como la del año pasado, en la que volvió a apuntar contra la Agenda 2030. Habló de una "erosión del prestigio" de la ONU ante la ausencia de una rendición de cuentas de sus autoridades y propuso algunos principios para cambiar el paradigma de la organización.

 

El propio Presidente le dio concreción al viejo dicho de que “el que siembra, cosecha”, en este caso traducido al campo diplomático que tanto aprecia y en la más importante asamblea mundial. Su fervorosa denuncia al “globalismo” cuestionó lineamientos de las Naciones Unidas y, volvió a apuntar contra la "erosión del prestigio" del organismo ante lo que calificó como “ la ausencia de una rendición de cuentas de sus autoridades proponiendo cambiar el paradigma de la organización.

 

Previendo la exposición de semejantes desatinos, una gran mayoría de los asistentes –entre los que se encontraban los principales dirigentes del mundo, no hay que olvidar— abandonaron sus asientos, dejando el recinto semivacío.

 

Con el relativo énfasis que le es habitual puso el acento en que "creemos en el fin original de este organismo, creemos que existen problemas globales que requieren del diálogo y la cooperación internacional para ser resueltos”.

 

“Pero para eso debemos rechazar estas extralimitaciones que a menudo acompañan a las agendas nobles, como sostuvimos el año pasado, no acompañaremos nunca el cercenamiento de libertades individuales, comerciales, ni la violación de los derechos naturales de los ciudadanos de los Estados miembros; y durante el último año y medio hemos votado en consecuencia", destacó el presidente argentino a mitad del discurso.

 

Desde los tiempos en que los griegos y romanos usaban la oratoria como recurso político, la retirada de los oyentes fue un agravio para quienes exponían. Lo de Milei fue en el mismo recinto que había discutido fervorosamente la presencia de la delegación gazatí, y aplaudido la exposición de Lula.

 

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