Cálculos equivocados
La seguidilla récord de viajes relámpago al exterior para reafirmar lealtades y descalificaciones ideológicas a países y gobiernos, lograr fotos con empresarios famosos y repetir discursos de mesianismo económico, han continuado brindando en los últimos días alguna atención de prensa a Javier Milei, pero en forma más diluida.
El fulgor de palabras y gestos del “primer Presidente liberal libertario de la historia de la humanidad” no goza de la misma atención y adhesión que en los primeros tiempos de gobierno, cuando parecía alcanzarle con denostar a una no casualmente indefinida “casta”, paradójicamente centro actual de sus negociaciones políticas, y culpar de todos los males a “la herencia recibida”, cuando ya se evidencia ahora la suma de consecuencias de sus propias incapacidades, acciones e inacciones. Aseguraba Milei al asumir que “comienza una nueva era en Argentina, una era de paz y prosperidad, una era de crecimiento y desarrollo, una era de libertad y progreso”. Todo parece lejano.
Es comprensible. Como ya lo refieren todas las encuestas de opinión, se ha ido diluyendo la novedad. Con el tiempo transcurrido, los hechos y resultados son más esclarecedores que los artificios de palabras, escenarios mediáticos o el bombardeo tuitero.
Los caballitos de batalla de estrategia económica inicial del nuevo gobierno fueron proclamar que priorizaría reconocer el “Estado como una organización criminal”. De allí entonces las recetas de:
Eliminar drásticamente el déficit fiscal por vía de reducción de gastos. Terminar rápidamente con la intervención cambiaria, luego de una fuerte devaluación inicial del peso, poniendo en perspectiva la dolarización de la economía. Bajar la inflación con sinceramiento de precios, desregulación estatal, libre competencia e inhibición de la emisión monetaria, en paralelo al saneamiento del Banco Central (déficit cuasi-fiscal). Aumentar las reservas en divisas para el cumplimiento de pagos financieros que brindaría más “confianza a los mercados”, según lo negociado con el FMI.
A casi seis meses de gobierno ya es posible contrastar expectativas con resultados. Así es como la realidad se pone al descubierto.
La presentación como logro de haberse alcanzado “déficit 0” ocultó no solo que se basó esencialmente en aumentos impositivos para nada libertarios (impuesto PAIS, combustibles, derechos de exportación). Pero más aún, y más dentro de su vocación filosófica, en la reducción de prestaciones sociales (cayendo a valor real las prestaciones sociales un 26,7% en los primeros cuatro meses del año), de los salarios estatales (-15,6%), de los subsidios económicos (-39,2%) -de ahí, los tarifazos de los servicios públicos sin revisar costos- y de la masiva reducción de la obra pública (-85,0%).
Lo que no incluyeron los cálculos fue la magnitud de la depresión económica auto-generada y sus consecuencias desarticuladoras en el conjunto de la actividad económica (entre ellas, la imprevisión energética). Se ha puesto asimismo en evidencia que los mayores desequilibrios estructurales, que este gobierno profundiza, impulsan menores ingresos fiscales, al ser la recaudación tributaria del país pro-cíclica con la actividad económica y no con la capacidad contributiva. La encerrona repetida de los ajustes regresivos.
Contrario a sus promesas iniciales, el gobierno no solo no liberalizó el mercado cambiario a la manera en que lo hizo Mauricio Macri al comenzar su gobierno (2015-2019), sino que ahondó restricciones y postergaciones (pagos por importaciones). Peor aún, ha generado un período de estabilización cambiaria especulativa altamente frágil. Esta ha sido provocada con posterioridad al encarecimiento de la cotización oficial en diciembre en un 118% y al sostenerse el compromiso de ajuste devaluatorio mensual de un 2%, en tanto la inflación y las tasas de interés locales se mantuvieron mucho más altas. (Por Jorge Marchini para elcohetealaluna.com)
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