Sabado 12 de julio 2025

Culpable

Redacción 02/06/2024 - 13.23.hs

El futuro siempre es incierto. Incluso a esa terrible certeza de la muerte le faltan dos elementos clave: el cómo y el cuándo. Pero lo que pasó esta semana, en una corte de Manhattan, ha puesto las cosas en un nivel de incertidumbre donde nadie, en los EEUU, puede arriesgar un pronóstico. Las 34 veces que se pronunció la palabra "culpable" en referencia al ex presidente Donald Trump, normalmente serían los 34 clavos del ataúd para cualquiera. Pero este personaje tiene algo de vampiro, y los cajones tienen tapas móviles.

 

Tormentosa.

 

Como se sabe, esos 34 delitos se relacionan con un mismo hecho, encadenado a la manera de una conspiración: primero, a través de su abogado, Trump le pagó 130.000 dólares a Stormy Daniels, una actriz porno con la que mantuvo una infidelidad, para que no contara esa historia durante la campaña presidencial de 2016. Posteriormente, falsificó una serie de documentos legales para ocultar la verdadera naturaleza de ese pago.

 

Algunos de los hechos que se le acusan ni siquiera llegan a delitos (son meras contravenciones) pero las particularidades de la ley del Estado de Nueva York, y la cuidadosa preparación del caso por parte de la fiscalía, llevaron a un veredicto unánime luego de apenas dos días de debate.

 

Ahora, por primera vez los EEUU tienen un ex presidente condenado penalmente. Y, encima, es nuevamente candidato a la presidencia, con encuestas favorables desde hace meses. Cómo influirá esto en la campaña, es una pregunta que tiene a los analistas rascándose la cabeza, sin atinar una respuesta.

 

Apela.

 

Para empezar, y en cuanto al caso en sí, Trump ya anunció que apelará la decisión, pero los tribunales de apelación rara vez revocan la decisión de un jurado, a menos que contenga graves errores. El juez ha previsto que la imposición de pena se produzca recién el 11 de julio: en el ínterin el reo tendrá que entrevistarse con psicólogos y trabajadores sociales, a los que tendrá que convencer de que merece una pena leve: y es que cada uno de los 34 cargos podría acarrear una pena de hasta cuatro años de prisión, y esas penas podrían incluso ser de cumplimiento consecutivo. Para lograr su objetivo de obtener una sentencia leve, debería proceder con humildad, y seguir las instrucciones de sus abogados, dos cosas que parece incapaz de hacer.

 

La condena no le impediría presentarse a elecciones, ni siquiera estando preso. De hecho, podría estar preso al momento de asumir la presidencia, lo cual sería un espectáculo muy curioso. Y, por mucho que lo intente, no podría auto-indultarse, ya que los delitos por los que fue condenado son de nivel estatal, no federal.

 

Cómo afectará esta condena a sus chances electorales, todavía está por verse. Se supone que en muchas personas, un sentido básico de decencia les impedirá votar a un delincuente condenado por un jurado de sus pares. Pero Trump, en su astucia, parece decidido a jugar la carta del bandido romántico, del héroe perseguido. ¿Funcionará? Los donantes a su campaña crecieron tras su condena. Pero las acciones de sus empresas -en particular, su red social "Truth Social"- cayeron estrepitosamente.

 

Necio.

 

Dicen los expertos que fue el propio acusado, con su actitud de "sabelotodo", quien arruinó la estrategia defensiva de sus abogados. Para Trump hay que discutirlo todo, insultar a todos, disparar en todas las direcciones. Esas tácticas le habían dado resultado en los sets televisivos y en las campañas políticas, pero está visto que en un tribunal de justicia -conducido con impecable ecuanimidad por el juez Juan Merchan- fueron tiros por la culata.

 

El problema parece haber sido que, a diferencia de lo que hizo la fiscalía, la defensa no articuló una narrativa simple y creíble. Podría, por ejemplo, haberse concentrado en el argumento de que los delitos de encubrimiento y falsificación de documentos fueron cometidos cuando Trump ya era presidente, y que por las múltiples obligaciones de ese cargo, le hubiera resultado materialmente imposible ocuparse de esos menesteres. Si a eso le sumamos los constantes desacatos contra el juez, y la tendencia del acusado a dormirse durante las audiencias, todo parece una receta para el perfecto desastre.

 

La perspectiva de un candidato a presidente preso resulta más que impactante. Pero quizá más aún lo sea el hecho de que el sistema judicial norteamericano sea capaz de juzgar eficazmente a alguien tan poderoso como Donald Trump, tan luego en la ciudad donde construyó su emporio económico.

 

Ese espectáculo resulta impensable entre nosotros. Como ocurrió en 2015, cuando Mauricio Macri iba a asumir la presidencia procesado por espionaje ilegal, o como ocurrió en diciembre pasado, con dos funcionarios prominentes del nuevo gobierno, algunos jueces argentinos siempre están dispuestos a repartir sobreseimientos entre los poderosos, siempre y cuando sean de derecha. Siempre listos a hacer la limpieza. Más que jueces, parecen personal de maestranza.

 

PETRONIO

 

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