El ejemplo de la India
La visión occidental, la información incompleta o intencionada, el desinterés y otros detalles más que hacen a una inadecuada y sintética concepción de algunos países suelen crear o sustentar estereotipos esquemáticos en cuanto a algunas naciones. Un buen ejemplo de ello es la República de la India, un enorme país (más grande que Argentina) que en los últimos meses ha suministrado datos, cuanto menos, sorprendentes, postergando aquella imagen de las vacas sagradas, las lluvias monzónicas y la miseria omnipresente en sus habitantes.
Por de pronto ha pasado a ser el país con mayor cantidad de habitantes en el mundo, superando a China, y con una dinámica productiva y comercial que la ubica como la tercera economía del mundo. Igualmente, significativo es que se cuenta entre los países que tienen un arsenal nuclear y los vehículos para trasladar esas armas. Y es precisamente en este último aspecto, desarrollo de la cohetería y de tecnologías relacionadas, donde la India ha saltado inesperadamente a un primer plano. Según la información, “es uno de los seis países del mundo que posee capacidades de lanzamiento completas, desarrollo de motores criogénicos, concreción de misiones orbitales y operación de grandes flotas de satélites artificiales. Otro detalle sorprendente y muy poco conocido es su condición prioritaria en confirmar la existencia de moléculas de agua en la superficie de la Luna, adónde ha enviado sus propias misiones no tripuladas. Además, los vehículos indios han puesto en órbita varios satélites de distintas naciones.
Por más que resulte sorprendente el grado de eficiencia tecnológica que ha alcanzado la India, conviene recordar que sus primeros vehículos eran tan elementales que sus partes “a menudo se transportaban a los sitios de lanzamiento en bicicletas y carros tirados por bueyes”. Con una mínima ayuda exterior en sus comienzos, desarrollaron posteriormente un programa coherente, efectivo y de sentido nacional, tanto que cuando Estados Unidos le negó ayuda con el Sistema de Posicionamiento Global, desarrolló uno propio de navegación por satélite.
Ahora India planea construir una estación espacial, aunque no se unirá al programa internacional y, en cambio, construirá una por su cuenta. El vehículo portador podrá albergar hasta tres personas y ya se planifica una versión mejorada con capacidad de encuentro y acoplamiento.
Uno de los principales sostenedores del programa espacial indio ha dicho con mesura: “Hay quienes cuestionan la relevancia de las actividades espaciales en una nación en desarrollo. Para nosotros, no hay ambigüedad de propósito. No tenemos la fantasía de competir con las naciones económicamente avanzadas en la exploración de la Luna o los planetas o vuelos espaciales tripulados. Pero estamos convencidos de que, si queremos desempeñar un papel significativo a nivel nacional y en la comunidad de naciones, debemos ser insuperables en la aplicación de tecnologías avanzadas a los problemas reales del hombre y la sociedad que encontramos en nuestro país”.
La singularidad de estas informaciones invita a que la Argentina se mire en ese espejo. También nuestro país fue de los primeros en operar tempranamente con lanzadores, mayoritariamente experimentados en Falda del Carmen, con algunos éxitos notables que los medios ocultan o disimulan hasta hoy. Al respecto hay que destacar que los sucesivos gobiernos militares y sus continuadores entreguistas nada hicieron para promover aquellas actividades que, paradójicamente, hacían a la entidad de sus actividades, aceptando mansamente las presiones de Estados Unidos e Inglaterra en cuanto a desarrollar una cohetería propia.
Con los nuevos tiempos políticos, es de esperar que la Argentina salga de aquella inercia nefasta y vuelva a aprovechar la producción científica que siempre la destacó.
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