Estrechos carriles
Cualquier sociedad que no sea totalitaria es un conjunto dinámico de intereses que confrontan y procuran armonizar entre sí, según las conveniencias y necesidades de cada sector. Los límites de esos planteos los marcan varios factores tales como la ética, los objetivos, el método y la solidaridad para que el conjunto se mantenga. De allí que, por ejemplo, para el caso las distintas iglesias suelen tener un rol protagónico.
La consideración viene al caso cuando se observan las declaraciones de un dirigente de la Confederación de Asociaciones Rurales, quien al defender un reclamo sectorial lo hace entre los estrechos carriles de los intereses agropecuarios, tanto que elogia abiertamente al gobierno nacional al decir que “ha sacrificado infinidad de trámites burocráticos que lo único que hacían era atrasar y demorar nuestra salida de la producción. Ese camino hay que seguirlo porque es la forma de que podamos duplicar la producción”.
La apreciación peca de una cierta estrechez de perspectiva, ya que muchos o casi todos los trámites burocráticos eliminados hacían al mejor funcionamiento de sectores no agropecuarios, fundamentalmente al incremento de una industria nacional complementaria de la actividad agroganadera. Otro aspecto que critica el dirigente es la ausencia de mejoras en los caminos rurales, tarea que deberían hacer muchas comunas. Acaso tenga razón, pero en ese aspecto conviene tener presente que el acompañamiento al gobierno nacional implica aceptar su política respecto a las rutas del país, a las que ha llevado a una condición ruinosa y absolutamente negativa para el agro, para el que las rutas, especialmente las que conducen a puertos de exportación, resultan imprescindibles.
Por eso hay que pensar que “seguir el camino” que lleva la actual gestión presidencial, sin considerar los demás aspectos de su quehacer, es un concepto que abarca mucho, demasiado tal vez. La voluntad de duplicar la producción que manifiesta el dirigente es elogiable, lo mismo que su expresa afirmación de poder hacerlo, pero debe concretarse sin olvidar los otros sectores que hacen a la sociedad argentina. La urgencia con que se pide una nueva ley laboral en la concepción mileísta conlleva empujar a la indefensión y la pobreza a millones de trabajadores y dejarlos plenamente condicionados al mercado laboral, que ya vimos a qué conduce: un empobrecimiento material e intelectual del país. Como se señalaba al comienzo, la sociedad es un conjunto dinámico de intereses que confrontan y procuran armonizar entre sí, según las conveniencias y necesidades de cada sector. Considerar su funcionamiento desde una perspectiva única es el peor de los procederes.
Esta no es una mera apreciación ideológica. El país lo ha experimentado varias veces, insistiendo a sabiendas en tropezar con la misma piedra. Quizás no sea demasiado reiterativo recordar aquella expresión de un destacado político argentino, tomada a su vez de un filósofo griego: “Todo en su medida y armoniosamente”.
Artículos relacionados