La modesta vida de un compositor extraordinario
A los 87 años y activo como siempre, Philip Glass es, acaso, el compositor clásico más famoso y respetado en el mundo, quizá compartiendo el podio con el estonio Arvo Pärt. Nave insignia del movimiento minimalista -que incluyó entre otros a Steve Reich y La Monte Young- su obra es inmensa y polimorfa. Su primer "gran éxito" fue una compleja ópera de más de tres horas de duración, "Einstein on the beach". Es conocido también por sus poemas sinfónicos transformados en filmes semidocumentales, como "Koyaanisqatsi". En la década de los '80 su fama le permitió comenzar a editar discos con su música original, a la manera de un artista pop, e incluso se dio el gusto de publicar un disco de canciones ("Songs for liquid days") junto a amigos como Paul Simon. Pero cómo llegó Glass a esas alturas, es una historia poco conocida.
Vidrio
En su autobiografía "Palabras sin música" el compositor cuyo apellido -"glass" quiere decir "vidrio"- bien podría describir su música brillante y frágil, cuenta una historia que poco tiene que ver con los relatos de vida de los grandes creadores.
Se supone que el llamado del arte implica el total abandono de lo mundano, de la vida familiar, y de la búsqueda de algún bienestar material como no sea el que pueda producir el arte. El período romántico está lleno de estos ejemplos: los que no murieron jóvenes, de tuberculosis u otras enfermedades parecidas (como Chopin o Shubert) llegaron a tener algún éxito y vivir unos años más, solos y amargados como Beethoven.
No es el caso de Glass. Si bien su talento musical se manifestó desde muy temprano -fue admitido en la Universidad de Chicago a los 15 años, sin tener título secundario- no fue sino hasta bien entrado en su década de los 40 que pudo comenzar a dedicarse exclusivamente -y vivir de- su música.
Acero
Lejos de abrazar la vida del artista torturado, y de quejarse de su pobreza y falta de oportunidades -jamás pudo acceder a un puesto académico o a una beca-, nuestro hombre se dedicó desde bien temprano a ganarse la vida con trabajos manuales, muchos de ellos muy exigentes y hasta peligrosos.
A los 20 años, para costearse sus estudios en la Julliard School de Nueva York, trabajó cinco meses manejando una grúa en una acería de su Baltimore natal. Eso le permitió ahorrar bastante dinero para vivir un año dedicado exclusivamente a sus estudios musicales. Su esfuerzo y sus escasos medios le permitieron acceder, por ejemplo, a clases con la maravillosa profesora francesa Nadia Boulanger -maestra de Quincy Jones, Aaron Copland, Astor Piazzolla y Egberto Gismonti, entre otros- quien decidió no cobrarle sus clases.
De vuelta de París lo esperaba, para recuperar fondos, un trabajo manejando un camión de pequeñas mudanzas en Nueva York, que duró hasta que su vehículo, ya bastante destartalado, se terminó de fundir. Este tipo de trabajos le permitía trabajar sólo tres días por semana, y ganar lo suficiente para luego dedicar el resto del tiempo a su música.
Así también se dedicó a la construcción y a la plomería. Una anécdota muy graciosa cuenta que, instalando un lavavajillas en Greenwich Village, se encontró con que su empleador era un reconocido crítico de arte de la revista Time, quien no podía creer que el gran compositor Philip Glass estuviera dedicado a esos menesteres menores. El encuentro concluyó con el plomero solicitándole que le permitiera terminar con su trabajo para cumplir con su agenda de instalaciones.
Taxi
Sus mil oficios lo llevaron, a fines de los años '70, a manejar un taxi, trabajo muy peligroso por aquellos años -lo retrata la película "Taxi driver"- pero que le permitía alimentar a su familia, y hacerse tiempo para su trabajo de compositor. Volvía del trabajo sobre las dos de la madrugada, y se quedaba escribiendo música hasta la hora de levantar a sus hijos para llevarlos al colegio, y recién entonces poder dormir.
Fue en esas circunstancia que se gestó la ópera que lo haría saltar a la fama, y que todavía hoy, cinco décadas después, continúa siendo un referente sobre los alcances de ese género en el contexto contemporáneo.
Por si fuera poco -y en su biografía este aspecto ocupa un lugar prominente- Glass se hizo tiempo también para la espiritualidad, frecuentando el hata yoga, el budismo, el taoísmo, y hasta la doctrina espiritual de los toltecas mexicanos. Su obra refleja estas inquietudes, y el asombro ante el estilo de vida mecanizado que hemos abrazado casi sin pensarlo. Al mismo tiempo, hay en él una actitud de asombro y maravilla por los enormes logros de la ciencia humana, y de ahí, por ejemplo, su obra "Itaipú", inspirada en la formidable represa hidroeléctrica paraguayo/brasileña sobre el río Paraná.
Lejos de quejarse de sus penurias económicas en la juventud, el músico agradece aquella seguidilla de trabajos que lo exigían físicamente, y lo mantenían alejado de las fiestas y las drogas. "Me dieron veinte años más de vida", asegura.
Su obra es tan inmensa que hasta da vergüenza intentar una recomendación. Pero se puede empezar por "Glassworks", su primer disco "comercial". O, si vamos a seguir el gusto personal, su obra en sociedad con Allen Ginsberg, "Hydrogen jukebox".
PETRONIO
Foto: cso.org
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