Señales de arrepentimiento
Comerciantes y ruralistas han dado a conocer públicamente en los últimos días la acuciante situación por la que están atravesando. Son distintas cuestiones las que los mantienen profundamente preocupados, pero hay una coincidencia a la hora de pensar ante quien hacer el reclamo: el Estado.
Es curioso el caso, porque unos y otros se han quejado históricamente de la supuesta “ineficiencia estatal”, del “malgasto” cuando la ayuda va destinada a los más necesitados y de subsidios que benefician a los “planeros” que viven de los subsidios. Pero resulta que ahora, cuando se les complica la situación, terminan recurriendo siempre a ese mismo lugar.
Se olvidan que a lo largo de los años ya han pasado por situaciones similares y que el salvataje siempre vino del Estado, ese que dicen aborrecer cuando les suben un impuesto y enseguida piden “que se quiten trabas y presiones para poder producir”. Son la eterna contradicción de una mente sin recuerdos.
Auxilio bancario.
Los comerciantes locales, embanderados detrás de la defensa de la fuerza del mercado sin intervención estatal, militantes de cuanta fuerza política hable en contra de todo lo lo que tenga que ver con público, terminaron –una vez más- recurriendo al pedido de auxilio dirigido a la banca provincial.
No es el primer pedido, y tampoco ésta la ocasión inicial para la recibir ayuda. Sin ir muy lejos, vale recordar que en plena pandemia fue el Estado provincial, a través del Banco de La Pampa, el que los salvó del cierre a una gran mayoría. Tuvieron subsidios, colaboración para pagar sueldos, bajas impositivas, créditos a tasa cero para aguinaldos y operatorias para clientes que los beneficiaron indirectamente, porque fue lo que les permitió vender sus productos con facilidades.
Y como si fuera poco, para ampliar superficies ventiladas, al sector gastronómico se le permitió ganar terreno sobre espacios públicos, con las famosas “terrazas” que iban a ser una solución transitoria y terminaron convirtiéndose en una especie de “derecho adquirido” que crece, complicando el tránsito y restando lugares de estacionamiento en pleno microcentro.
Por si les faltara ayuda estatal, ahora se benefician con una semi-peatonal pagada por la Municipalidad. Así y todo, se molestaron por las demoras y consiguieron una eximición de pago de tasas hasta fin de año, mucho más allá del final de obra. Pero resulta que los “planeros” que se benefician del “Estado ineficiente que malgasta” son los más necesitados que no tienen trabajo y no saben cómo darles de comer a sus familias.
Los caminos del reclamo.
Los ruralistas tienen un discurso parecido. Cuando hay que pagar impuestos, el Estado parece siempre ineficiente y “confiscador”, pero cuando las cosas van mal, se acuerdan que lo necesitan. Ahora, por fin, terminan admitiendo que las obras que faltan, las necesarias para evitar inundaciones y las que se deben hacer para poder llevar los productos agropecuarios hacia los puntos de venta, las debe hacer un Estado nacional que se está quedando con todos los fondos, sin usarlos para obra pública y reteniendo transferencias que corresponden a provincias y municipios.
Una vez más, se dan cuenta que ese Estado que tanto critican es necesario. Ahora que los vuelve a afectar una inundación, a la hora de mirar alrededor para ver quien los puede ayudar, caen en la cuenta que el único que puede hacerlo –como tantas otras veces- es el Estado.
La fórmula es conocida: tienen los campos anegados, piden la declaración de situación de emergencia o desastre, les perdonan el pago de impuestos, les dan aportes no reintegrables y créditos subsidiados y ahí se recuperan. Después el campo vuelve a producir, comercializan su producción en moneda extranjera con la menor retención posible y en el momento que más les conviene, pero nunca se acuerdan de devolver esa ayuda que recibieron. Y así siguen, campaña tras campaña. Si va mal, las pérdidas se comparten con el Estado. Si va bien, no se comparte con nadie. Y encima después hay que escuchar cómo se llenan la boca hablando de sus inversiones y del “riesgo empresario” que en realidad nunca asumen.
Una idea recordatoria.
Unos y otros dicen que aborrecen esa idea del “Estado presente”. Se paran del otro lado del modelo, hablan de oferta y demanda, del libre juego del mercado que todo lo arregla por sí solo, pero a la hora de la verdad, cuando las papas queman, se acuerdan que en esta sociedad al único que pueden recurrir para pedir auxilio es a ese mismo Estado que tanto critican.
Ya que -entre otras cosas- están reclamando obras, no estaría mal que cuando esos trabajos se terminen se incluyera un nuevo cartel: la “señal de arrepentimiento”, para que no se olviden que nunca se salvan solos.
Estaría bueno que al menos una vez se pusieran una mano en el corazón, que admitieran que se equivocaron, que asumieran con todas las letras que están arrepentidos de haber apoyado a partidos políticos que nunca los ayudaron y que también reconocieran que estaban equivocados cuando hablaban en contra de ese mismo Estado que a pesar de las críticas siempre los auxilió.
Sería un indicio de madurez ciudadana que los haría reconciliar con el resto de la sociedad, justamente en un año de elecciones en que se discute una vez más entre dos modelos, con el rol del Estado en el centro del debate.
El cartel debería decir algo más: “En caso de duda, no girar hacia la derecha”.
DANIEL ESPOSITO
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