Un enorme riesgo
En su retirada en medio de una senilidad difícil de disimular, el presidente Biden le dejó al mundo un –por decirlo así— “presente griego”: la autorización para que Ucrania utilice en su guerra con Rusia cohetes de mediano alcance que puedan caer dentro del territorio enemigo, algo que no ocurría hasta hoy y que aceptaba el protocolo militar ruso. Como un agregado nefasto, podría decirse que, ya que estaba, autorizó también el uso de las minas antipersonales y el uso de las bombas de fósforo en Palestina. Quien recuerde la teoría estratégica del dominó comprenderá de inmediato el enorme riesgo que esas medidas implican, porque autorizan implícitamente la respuesta rusa a elevar la potencia de las armas que se emplean en el conflicto, caso de los artefactos nucleares de bajo poder. Según los analistas de política internacional, esa posibilidad ya está en marcha.
Que no se trata ya de una simple conjetura lo demuestra el hecho de que varias naciones –los Estados Unidos entre ellas— han retirado su personal diplomático o, directamente, cerrado sus embajadas en la capital ucraniana previniendo un masivo bombardeo ruso.
Esas terribles motivaciones tendrán consecuencias mucho más graves porque si se llega al planteo de que quien suministra los misiles a Ucrania de hecho también se considera enemigo, allí quedan al descubierto los Estado Unidos y uno de sus brazos armados: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y también consecuentemente los países que de una u otra forma apoyan a Rusia: China y Corea del Norte, lo que equivale a decir la guerra total o, en palabras más explícitas y dados los armamentos posibles, el fin de la humanidad.
Aun en el mejor de los casos, que la guerra se extendiera nada más que entre los contendientes principales, Europa sería quien sufra las mayores consecuencias, por cercanía a los –digamos— campos de batalla y por su membresía de la OTAN. Hace pocos días los rusos lo dijeron con toda claridad.
Lo expuesto no es pura especulación sino un análisis objetivo de las circunstancias, más o menos disimulado entre el fárrago de noticias que nos cubre a diario y que evita alienaciones mayores. Fue público y notorio que desde varios meses atrás determinadas naciones occidentales concretaban algunos de los llamados “juegos de guerra” y por los mismos días rusos y chinos hacían un impresionante ejercicio conjunto con alrededor de cinco mil tanques.
Si semejante situación se llegara a concretar (“Dios no lo quiera”, como se decía antiguamente) los latinoamericanos ya no tendremos seguramente el papel pasivo y contemplativo que tuvimos en anteriores conflictos de índole mundial, y muy especialmente la Argentina porque se debe tener presente que nuestro irresponsable presidente ha comprometido al país en una alianza explícita con los Estados Unidos, arrogándose una representación que no se le dio y autoadjudicándose una condición de líder mundial que no tiene. Las tan comentadas visitas de la jefa del Comando Sur norteamericano no han sido, con seguridad, de carácter turístico.
Sería imprescindible al respecto escuchar la opinión de los legisladores nacionales.
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