Lunes 05 de mayo 2025

Una amenaza cierta

Una nota del delegado pampeano ante el Comité Interjurisdiccional del Río Colorado (Coirco) publicada días atrás en este diario hizo un aporte al tema sobre la contaminación del río, especialmente por un trabajo producido por la Universidad Nacional de La Pampa y publicado por su similar del Comahue. Sobre la polémica relativa al tema, el delegado pampeano señaló –acertadamente—que “como todos los ríos del mundo el Colorado no tiene agua potable”. Se entiende, claro, que se alude a un nivel de potabilidad determinado por parámetros científicos ya que, en otro sentido, el curso es fuente de bebida animal y humana desde hace muchísimo tiempo.

 

Lo cierto es que, al igual que en otros aspectos naturales, el gran contaminante es el ser humano y las acciones que conlleva, directamente proporcionales a su población. Ello se evidencia en la decantación de los efluentes cloacales que se vuelcan al río sin tratamiento, especialmente en la alta cuenca que, como señala la exposición, “en los últimos años tuvieron un crecimiento exponencial”.

 

El Coirco, que es el órgano ejecutivo de un tratado interprovincial que tiene fuerza de ley. acaso debería ejercer una presión efectiva sobre las provincias ribereñas, sin limitarse a los análisis de rigor. Las palabras del delegado respecto a que el río Colorado no está contaminado desde el punto de vista hidrocarburífero ni biológico son bienvenidas pero se debe tener en cuenta que, según los años, el río tiene bajantes muy pronunciadas donde la reducción de caudal aumenta la posible contaminación. De hecho, así como La Pampa ha hecho públicas las próximas obras al respecto en la localidad de 25 de Mayo, sería interesante conocer los planes de los demás estados ribereños.

 

A esos posibles valores que hacen a la contaminación, considerados todavía en un modo potencial, originados en el avance del poblamiento, la agricultura y el extractivismo, resulta imprescindible agregarle una amenaza cierta: las múltiples concesiones mineras que hizo –y hace todavía—la provincia de Mendoza siguiendo una política basada en la economía neoliberal imperante en el gobierno del país. Esas concesiones, cuyo impacto ambiental ha sido rechazado de plano por el colectivo geológico y por un concienzudo informe académico de la Universidad Nacional de Cuyo, en su necesidad de agua están directamente relacionadas con la alta cuenca del Colorado. Al respecto, hay un caso especial –todavía sin confirmación plena—que incluiría la captación parcial del arroyo Valenzuela, portador de la mejor agua de la cuenca. Es lícito plantearse los problemas que acarrearía en la condición del río la disminución de agua para con los cultivos y también en los vertidos abajeños, siempre presentes tal como se señalara más arriba.

 

Por de pronto, nada parece indicar si el agua de reúso será vertida en lugares ajenos a la cuenca.

 

Por otra parte, y dicho sea sin resentimientos inconducentes, las autoridades mendocinas nunca han sido pródigas en concretar y suministrar datos que hagan a los impactos ambientales, tal cual debe constar en el propio Coirco. Para la consideración integral y armónica de problemas de esta clase son imprescindibles las gestiones de los comités de cuenca. El Colorado, por suerte y obra de las provincias, cuenta con uno que ha demostrado su eficacia en el trabajo conjunto. Ojalá haya una acción preventiva también en este caso.

 

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