Una fábrica de quilombos
La palabra “quilombo” viene del Quimbundo, la lengua de los bantúes del centro y el norte de Angola. Se usaba en el siglo XVII para llamar a las poblaciones de esclavos fugitivos de las plantaciones. Ese término pasó más tarde al Río de la Plata, primero con sentido de prostíbulo y luego como lío o desorden, introduciéndose en Buenos Aires a mediados del siglo XIX, antes de la creación del tango y del surgimiento del lunfardo.
En esa época “quilombo” pasó a ser parte del lunfardo de Argentina, Uruguay y Paraguay para referirse despectivamente a los prostíbulos de las clases bajas, en las que había mujeres de un remoto origen africano. Por esta razón es que, con el tiempo y con esa carga negativa encima, el quilombo comenzó a ser sinónimo de peleas y así llegó a nuestros días en forma de problemas, complicaciones y contratiempos.
Esta introducción viene a cuento porque hace unos meses el término volvió a popularizarse luego de que el ministro Sergio Massa, días antes de ser consagrado como candidato presidencial, expresó enfáticamente que a la Argentina no le entraba “un quilombo más”. Quiso graficar, en ese momento, que la situación política y económica del país era tan endeble que no daba para que apareciera ningún otro problema adicional.
El mensaje claro, más para adentro que para afuera, era que la situación era tan delicada que había que guardar las críticas internas para un mejor momento y que había que tener un cuidado extremo en expresar cualquier opinión discordante, con el objetivo de mostrar una sólida unidad que permita avanzar en un único sentido y sin poner más palos en la rueda.
Pitucos y federales.
De ahí en adelante llegaron las definiciones electorales con sus respectivas fórmulas y mientras en Unión por la Patria todo pareció encaminarse, las disputas internas quedaron reservadas para las fuerzas del neoliberalismo, que día tras día se acusan duramente y se tiran “carpetazos” y operaciones mediáticas sobre deudas, dolarizaciones, crisis, ajustes y recortes varios, en una escalada que parece no tener fin, al menos hasta las primarias del ya cercano 13 de agosto.
Pero todo ese camino tranquilo que venía recorriendo Massa terminó encontrando un enorme bache durante su visita a San Juan. Es sabido que como candidato necesita recorrer las provincias para mostrarse como “federal” en contraposición a los “pituquitos de la Recoleta”, pero en su afán por ganarse los favores de los intereses cuyanos olvidó tener en cuenta que su actitud iba a molestar –y mucho- a los pampeanos. Porque fue a apoyar públicamente una obra que va a afectar a los recursos hídricos de nuestra provincia, en momentos en que hay un renovado reclamo hacia todos los estados que integran la cuenca y también para que la Corte Suprema de la Nación haga respetar sus fallos.
Consecuencias directas.
El acto en El Tambolar llamó la atención en un político de raza como Massa, quien ha dado sobradas muestras de saber medir consecuencias para evitar las confrontaciones directas y caer siempre “bien parado”. Un dirigente de su trayectoria debería tener en claro que si se metía con el tema de los recursos hídricos se iba a ganar un conflicto interno. Solamente él sabrá si lo midió o si no lo vio venir. Lo cierto es que en pocas horas consiguió sin querer retroceder unos cuantos casilleros en la consideración de la dirigencia local. El ex gobernador Verna lo equiparó a Macri y a Alberto Fernández para subrayar que “ahora nos cagó Massa”, utilizando el mismo término escatológico que ya les había dedicado a los dos últimos presidentes. Más diplomático, el gobernador Ziliotto también marcó la cancha, señalando que “no se puede hablar de federalismo y desarrollo armónico si para lograrlo se antepone la mezquindad y se apropian recursos naturales de otras provincias”.
A dos semanas de las elecciones, queda las dudas flotando en un ambiente enrarecido. ¿En cuánto afectará la movida de Massa? ¿Ganará más en San Juan que lo que perderá en La Pampa? ¿Alcanzarán las explicaciones que pueda dar el ministro/candidato sobre el caso? ¿Nos está diciendo a los pampeanos que si gana nos esperan cuatro años más de penurias hídricas sin esperanza alguna en una solución nacional?
Lo cierto es que el mismo político que pedía que no apareciera ni un quilombo más en el horizonte ahora se fabricó uno propio, que tal vez podría haber evitado. El futuro nos traerá una respuesta sobre las consecuencias de su decisión. A tono con el léxico directo de nuestros políticos, ya veremos si fue “un pequeño quilombito” o “una enorme cagada”.
DANIEL ESPOSITO.
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