Un piedrazo en el espejo
A pocos días de su presentación en la Fiesta Nacional del Teatro con «Habitación Macbeth», el actor, director y dramaturgo dialogó con Caldenia sobre la obra, su adaptación y cómo trabaja con poesía de la pampeana Olga Orozco.
Ana D’Atri *
Pompeyo Audivert visitará nuestra ciudad el próximo jueves y viernes en el marco de la 35º Fiesta Nacional del Teatro, que este año tiene como epicentro la ciudad de Santa Rosa. El reconocido actor, director y dramaturgo presentará su última creación, «Habitación Macbeth», una versión libre de la obra de William Shakespeare, en la que Audivert es el único actor -interpretando siete personajes-, además de director. Lo acompaña el músico Claudio Peña, compositor y ejecutante de toda la música que suena durante la función, tanto las pistas como en vivo.
Los artistas darán dos funciones de «Habitación Macbeth»; el jueves 28 de octubre a las 20 horas, y el viernes 29 a las 16 horas, ambas en el Teatro Español. Por otra parte, el viernes a las 10 horas en la misma sala Audivert dará una charla magistral llamada «Un piedrazo en el espejo (teatro de la fuerza ausente)», que estará moderada por Gisela Ogas Pugas y Andrea Terranova.
«Habitación Macbeth» llegará a Santa Rosa luego de un largo proceso creativo, que nació durante la pandemia de Covid-19. «Habitación Macbeth nace en la pandemia, cuando me fui a Mar del Sur, tengo una casita ahí y me recluí con mi familia. Me reduje a la casa, y reducido a la casa y a mi cuerpo como único habitáculo teatral empecé a fantasear en esta obra, en un cuerpo habitación, teatro, que albergue una obra, como si se tratara de un momento posthistórico y prehistórico», contó el actor en entrevista con Caldenia. «Yo me imagino que el teatro posthistórico así como el teatro anterior, debían ser un cuerpo habitado por fantasmagorías, por distintos niveles de presencias que ardían en ese cuerpo y que era eso de algún modo lo que concitaba una teatralidad y un fenómeno medio paranormal. Entonces empecé a imaginar eso, que estaba en una situación excepcional, en una situación muy rara y que podía permitirme llevar adelante una vieja fantasía que era la de hacer en un solo cuerpo una obra de teatro, que un actor hiciera todos los personajes. Esto tiene que ver con una sospecha que yo ya traía respecto de que eso era posible pero que nunca me había animado a emprender, es un trabajo muy arriesgado. Son 7 personajes. Era la situación ideal para hacerlo porque iba a estar encerrado mucho tiempo», justificó.
– ¿Cómo o por qué elegiste la obra Macbeth?
– Tome la obra de Shakespeare porque es una obra que está atravesada por fantasmagorías, por fuerzas de una identidad dorsal que aparecen y se manifiestan abruptamente por brujas, por espíritus, es una obra metafísica profundamente. Habla de la inversión de una personalidad de un ser, un cambio de valencia en la presencia, el pasaje de un estado al otro de una forma abrupta, a través de todas estas fantasmagorías que aparecen en la obra y que de algún modo impelen al personaje a ese cambio.
Me pareció que era la obra ideal porque Shakespeare tiene esa dimensión estallada universal, es un autor que desata fuerzas universales, y es un momento universal el de la pandemia. Yo venía trabajando con autores rioplatenses y sentí que era el momento de tomar otra escala. Entonces tomé Macbeth y la comencé a adaptar, durante varios meses estuve trabajando en la adaptación, la broté poéticamente con ciertas intertextualidades que a mí me parecían apropiadas y familiares de lo shakespiriano y con poetas que a mí me gustan y con la propia escritura mía, armé la adaptación muy al servicio de la vicisitud shakespiriana, de cómo va funcionando la obra, no cambié nada de la escritura. Y luego la pasé a la memorización de los personajes en largas caminatas que hacía por la playa, en esas condiciones también de una naturaleza muy salvaje, fue muy placentero entrar la letra en mi cuerpo en esas caminatas y en ese espacio tan demencial, de tanta intensidad. Así que iba caminando e iba pasando la letra, quien me haya visto debe haber pensado que estaba re chapa.
– ¿Cómo siguió el proceso y cómo fue recibida la obra por el público?
– Una vez que terminó ese proceso que duró unos 3 meses, volví a Buenos Aires y la hice, la ensayé en mi estudio y en el estudio de Claudio Peña, que es el músico a quien convoco siempre para mis trabajos, que toca en vivo y que le da una emoción extraordinaria al material. La montamos y de inmediato estrenamos y funcionó muy bien la verdad, la obra gusta mucho y me parece que produce una señal en su forma de ser hecha, al respecto de la identidad del teatro, de lo teatral… quiero decir que para mí también hacer esto significa revelar o poner de manifiesto que el teatro es una máquina que sondea identidad y pertenencia a una escala extra cotidiana. Y que esa función, y esa temática del teatro en general, está oculta por la obra que recubre la teatralidad, por la vicisitud, por la ficción con que el teatro se recubre que pasa siempre a ser el súper objetivo, el asunto central. Y toda la fenomenología teatral y toda su temática de fondo al respecto de la identidad, la pertenencia a un nivel metafísico, siempre queda de algún modo diluida o muy lateralizada, por detrás de esa ficción con que el teatro hace su operación, por detrás de ese espejo que el teatro erige. Entonces me parece que la gran jugada de esta apuesta teatral es arrojar un piedrazo en el espejo de la vicisitud, de la ficción y señalar también la pertenencia, todo el frente histórico, de toda nuestra realidad, a un trasfondo metafísico, existencial, misterioso, que en el teatro se debe como arte ritual.
– Esto tiene que ver con tu libro…
– Exactamente, tiene que ver con lo que yo pienso respecto del teatro desde hace muchos años, con lo que vengo practicando en el laboratorio del taller del cuervo y siempre trato de que la obra no se morfe la teatralidad, que la obra no impida que se vea esa máquina que hay por detrás, que tiene sus propios intereses temáticos. En este caso uno no deja de notar que está viendo una máquina teatral pero tampoco deja de ver Macbeth, a mí me gusta eso, que una cosa no tape la otra. Que se produzca un mestizaje.
– ¿Cómo es el trabajo del actor a la hora de realizar tantas funciones de una misma obra? ¿Llega a ser una repetición?
– En general los actores de teatro trabajan buscando variaciones íntimas de una secuencia formal que se fija. Uno fija una secuencia formal y uno empieza a repetir, y a cada repetición le va agregando novedades, nervios íntimos, atmósferas que estaban sobrevolando y de repente se instalan, hay muchos niveles sensibles en el trabajo formal que van apareciendo, intensificándose y variando sutilmente, creando una serie que va cambiando finalmente.
Tiene que ver con la vibración interna de los signos y de las cuestiones sensibles que se desatan, con ciertas alteraciones de los tiempos, de los tonos, de las velocidades de los cuerpos, hay miles de variaciones y la gracia de la repetición de lo teatral es esa, toda la vitalidad de variabilidad que empieza a suceder, sería imposible sino repetir fríamente lo mismo.
– En tu estudio de teatro, El Cuervo, trabajás con poesía de la pampeana Olga Orozco. ¿Cómo llegaste a ella?
– Mi madre es poeta y era amiga de Olga Orozco entonces toda mi infancia estuvo muy signada por la poesía, además de por el grabado, ya que mi abuelo y mi padre eran grabadores, pero toda la cuestión poética de la palabra fue una influencia muy fuerte que tuve de mi madre.
Cuando empecé a producir esta técnica teatral que yo llamo ‘teatro de la fuerza ausente, el piedrazo en el espejo’, empecé a practicar mucho desde la perspectiva de la poética la palabra; primero como el automatismo de lo surrealista, promoviendo en los alumnos la generación de chorros verbales poéticos venidos de un inconsciente, una palabra rota pero que se transforma en verbalidad poética. Luego empecé a investigar en poetas y ahí apareció entre otros, Olga Orozco. Y ella es una poeta que tramita una temática poética que es muy parecida a la teatral, que tiene que ver con la definición de quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos y qué estamos haciendo. Habla de esas temáticas con las que el teatro en general funda su operación, es muy apropiada su palabra para nuestra tarea. Entonces empezamos a investigar con obra de Orozco y descubrimos que podíamos trabajar con ella como fuente de lenguaje poético, trabajamos calidoscópicamente con fragmentación Orozco, fragmentamos texto de ella en la emergencia de la improvisación. Y resulta ser una palabra extraordinaria que sirve muy bien a los fines de la máquina teatral que practicamos en el laboratorio. Nos pone en una escala muy vibrante, muy metafísica y muy poética. Así que estamos haciendo lo que es Máquinas Orozco desde hace muchos años, en la búsqueda de esta identidad de lo teatral en estas escenas de improvisación.
– Imagino que estarás feliz de presentarte con esta obra en la Fiesta Nacional del Teatro…
– Me encanta estar en la Fiesta Nacional, me encanta que se haya resuelto todo, que el gobernador haya puesto la plata, que se haya salido de esa encrucijada ridícula que hizo peligrar una fiesta de la cultura como es la del teatro a nivel nacional. No puedo creer que eso haya pasado, así que estoy muy contento y emocionado, además de cruzarme con tantos teatristas del país.
Pompeyo da clases de teatro todas las semanas y recibe alumnos y alumnos de todo el país, incluso de nuestra ciudad. «Me encanta porque a partir de que empecé a dar clases comencé a dirigir. Me gusta mucho porque además estamos descubriendo y perfeccionando una metodología teatral muy precisa, muy interesante y autónoma, que la verdad me tiene muy en juego todo el tiempo, es un trabajo que siempre trae novedades así que estoy muy atrapado y atraído por el trabajo del laboratorio», aseguró el actor, quien además espera poder hacerse un momento para conocer la Casa Museo de Olga Orozco, una de sus referentes poéticas.
* Periodista
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