Viernes 19 de abril 2024

Cuando Violeta Parra vivió en La Pampa

Redaccion Avances 16/01/2022 - 18.30.hs
Violeta Parra en la peña El Alero, enero de 1962. Foto: Rodolfo Arias.

El 30 de diciembre de 1961 Violeta Parra llegaba a General Pico en el marco de un conflicto familiar. La cantante chilena vivió durante cinco meses en esa localidad, donde fue bien recibida y escribió las primeras líneas de “Gracias a la vida”.

 

 

Juan José Reyes *

 

 

La exquisita cantautora y poeta folclórica trasandina, Violeta del Carmen Parra Sandoval vivió 5 meses en General Pico, localidad a la que llegó un 30 diciembre de 1961. El motivo de su estancia fue ajeno a lo artístico. La cantante llegó a La Pampa luego de un intento de suicidio y posterior detención de uno de sus hermanos, que circunstancialmente residía en el norte provincial. Cuando Violeta viajaba por el mundo exponiendo su arte, halló cobijo en La Pampa en la casa de un compatriota, el por entonces diputado provincial del MID, Joaquín Blaya. Allí, la gran intérprete de la cueca latinoamericana realizó veladas folclóricas, dio clases de tejido en arpilleras, óleos y obras en papel maché. Seis años después de su arribo a tierras pampeanas, se suicidó en febrero de 1967 a los 49 años de edad en su carpa “La Cañada” en La Reina, Santiago, Chile.

 

Hay historias de nuestro pago chico que merecen contarse para que generaciones de pampeanos, que tararean hoy la letra de la canción “Gracias a la vida”, conozcan que hace seis décadas, una de las máximas autoras del folclore latinoamericano y creadora de la Nueva canción chilena residió en nuestro suelo y esbozó allí las primeras líneas de aquella laureada pieza de toque de la poesía de la patria grande. La piquense Celia Petrelli de Blaya (fallecida) mostró hace una década atrás a dos afortunados periodistas fotos, tejidos y correspondencia epistolar inéditas de la gran poetiza en su apartamento de la calle 20 del centro comercial de Pico. La personalidad de Violeta fue definida por Celia como la de una mujer con un fuerte carácter, rasgo típico en ella ya que desde pequeña los temas populares y los problemas sociales fueron una constante en sus canciones. Y aunque su participación política no consistió en una militancia partidista, se la ha caracterizado como “la voz de los marginados”. En 1965 levantó una carpa-peña propia con capacidad para mil personas. Allí, Violeta vivía, cantaba y recibía a sus amigos, hasta que, por causas poco esclarecidas, se suicidó el 5 de febrero de 1967. La publicación en Caldenia del diario LA ARENA cuando se cumplieron 44 años de aquella gesta (2005), hizo que la vicegobernadora pampeana de aquel momento, Norma Durango, entregara en 2006 al consulado argentino en Valparaíso los relatos del paso de la poetisa por estos lares.

 

 

Cálida recepción.

 

Las crónicas de la época refieren que Violeta arribó a La Pampa el 30 de diciembre de 1961 a la edad de 44 años, cuando el titular de la Junta Vecinal de aquella localidad norteña era el Sr. Carmen González y la gobernación pampeana la ocupaba Ismael Amit. Eran tiempos de arduas luchas políticas bajo la presidencia de Arturo Frondizi. El motivo de su visita a Pico fue un problema familiar muy delicado, protagonizado por uno de sus nueve hermanos, guitarrista de boliches, que desde Chile había viajado a Pico. Violeta partió hacia tierras pampeanas, sin dinero, sólo con su guitarra. La primera persona a quién requirió ayuda fue a Don Rafael Eiras, director fundador de la peña piquense “El Alero”, quién le aconseja ver al diputado Joaquín Blaya. De esa manera la gran intérprete de la canción chilena fue hospedada durante su permanencia en tierras pampeanas, en la casa de un compatriota trasandino, el por aquel entonces diputado provincial por el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), hoy ya fallecido Joaquín Blaya. No sólo le ofrecieron hospedaje en su propio domicilio, sino que lograron a los pocos meses el rescate de su hermano de las manos de la justicia. Cuando aquel quedó finalmente en libertad, Violeta regresó a su terruño junto a su hermano y sobrinos, con la firme promesa de volver a nuestra provincia con la cual se sentía endeudada por el trato recibido. Muy poco tiempo después regresó a Pico durante dos meses y allí la Dirección de Cultura de la Municipalidad de General Pico le permitió dictar clases de cerámica en el comedor escolar y de paso auspiciaron en toda la provincia su labor como intérprete y compositora. Por aquellos años la peña “El Alero” auspició su presentación con recitales en Santa Rosa, Eduardo Castex y otros lugares de nuestro suelo. Gracias a esas actuaciones logró juntar el dinero necesario para dirigirse a Buenos Aires primero y después a Europa. Eso sí, sin un peso pero con su guitarra a cuestas y esas canciones olvidadas que versaban sobre antiguos rituales campesinos. Su primer álbum fue editado en formato vinilo en Argentina entre junio y julio de 1962 siendo su cueca y canción de protesta más famosa “Gracias a la vida” escrita y musicalizada durante su pernoctada en tierras pampeanas, pero todas sus canciones han sido versionadas por diversos artistas, tanto chilenos como extranjeros.

 

 

Residencia piquense.

 

Mientras vivió en General Pico no dejó nunca de expresar su asombro por el trato que le fue brindado por la sociedad lugareña y la pronta integración social que advirtió en los pocos meses de residencia. Solía reparar bastante en un hecho de su “nueva realidad cotidiana piquense”. Estaba en casa de un diputado. Y, para ella, era toda una novedad. Un hecho imposible de imaginar en su Chile natal. Varias manifestaciones, obviamente culturales, aceleraron con firmeza su integración en el medio durante el lapso que permaneció en el norte provincial. Participó en amenas veladas folclóricas organizadas por la Peña “El Alero”, que tenía como puntales a Don Rafael Eiras y Juana Daunes de Alvarez (la esposa del socialista y periodista Julio Alvarez). La calidad de su canto y de su música y la humilde personalidad que la distinguía, despertaron cálidos sentimientos hacia ella. Mujer de gran caudal intelectual y artísticamente muy versátil. Durante su corta estancia, además de lo musical dio cursos de pintura y era una artesana muy dotada para el tejido. Alejada de Pico, Violeta mantuvo contacto por correo con Joaquín Blaya en distintas ocasiones. Residió en Buenos Aires desde donde también les escribía. Allí quien la recibió, apoyó y acompañó fue el cineasta chileno y gran actor de aquella época Lautaro Murúa. Después viajó a Europa, consagrada como embajadora del folclore latinoamericano. Cosechó innumerables éxitos y reconocimientos en reputados ámbitos culturales europeos (España, Francia e Italia). Pero lamentablemente y después de algún intento frustrado de quitarse la vida, Violeta Parra se suicidó de un tiro en la sien. Ese día, Chile se vistió de luto con la trágica decisión de Violeta. Durante el mes de mayo del año 1983, LA ARENA se hizo eco de un acto recordatorio a la obra de Violeta efectuado en y por el Club Universitario Pampeano (CUP) en la vieja casona de los Frigerio en la calle Sarmiento de Santa Rosa. Allí se evocó a la artista por parte de su anfitrión Joaquín Blaya, junto a don Edgar Morisoli, quién nos comentó antes de su partida de este mundo el gran honor de haber homenajeado la monumental obra folclórica que resaltó melodías y letras muy famosas. Su obra fue y es tan popular que el presidente chileno Daniel Boric, dedicó su triunfo a figuras como Salvador Allende, Víctor Jara y Violeta Parra por su incansable “lucha contra el fascismo” latinoamericano.

 

 

* Colaborador

 

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