Domingo 07 de septiembre 2025

Formas con identidad pampeana

Redaccion Avances 09/10/2022 - 09.00.hs

Todo tiene un principio y también los devenires y “transcursos” de nuestras vidas y carreras. Esta entrevista al arquitecto y artista Miguel García se publicó en septiembre de este año en la revista digital del Colegio de Arquitectos de La Pampa.

 

Ramiro Zamora *

 

Miguel García nació en La Plata en abril de 1952 y se crió en Eduardo Castex. “En esa época cuando niño La Pampa era puro viento y sequía. Los eucaliptus caían cerca de nuestra casa. Mi padre miraba el cielo buscando nubes que trajeran lluvia. El espacio de la infancia era entre Castex y Lobocó, una estancia que hay entre Rucanelo y la Maruja, tierras del ‘indio blanco’ surcada de rastrilladas. Monte, médanos, loros, pumas, caballos, vacas y las anécdotas de los peones. También viajábamos seguido a La Plata. En el tren entre sueños escuchábamos las campanitas de las estaciones. Imágenes que te acompañarán. De chico dibujaba con gran interés. En los primeros años del secundario estuve en un seminario. Luego volví a Castex a recobrar el sol y la fragancia de la infancia perdida”, cuenta el artista.

 

– Su formación académica como arquitecto, en La Plata, por la época que transcurrió debió ser intensa no solo en lo estrictamente académico sino también en lo político y lo humanístico. ¿Cómo influenció eso su pensamiento?

 

– Al principio de los 70 recalamos en La Plata y parecía que todo había sido hecho para nosotros. Yo vivía en una pensión en el barrio de la Facultad en donde había gran afluencia de gente. Los “ideólogos” hablaban todo el tiempo de Marx y Engels por lo que me puse a estudiar el materialismo dialéctico. En Arquitectura en esa época se discutía mucho. Con profesores como Togneri, Sotto y Winograd. Modelo de país mezclado con el Corbu, la arquitectura social y el proceso revolucionario del Tercer Mundo. También hubo un gran desarrollo artístico en esa época. Todo ello fue desembocando en creatividad, movilidad y militancia política por lo que fuimos luego reprimidos y perseguidos. Esa concepción del mundo y de una arquitectura social y humanista nos marcó para siempre.

 

– ¿Cómo articula su faceta de pintor/escultor/artista y su “yo” arquitecto?

 

– No hay una síntesis sobre aspectos del proceso de diseño. En mi opinión, no veo una contradicción entre función y resoluciones plásticas en la arquitectura. Solo aparecerían como fuerzas en pugna si no podemos armonizar estos aspectos que tienden a ser complementarios. Clorindo Testa empezaba el diseño generalmente con un dibujo en perspectiva o sea la imagen y al desarrollarla le iba incorporando las funciones internas. Nosotros generalmente arrancamos con un croquis en planta. Ya con el tiempo ese ida y vuelta va perdiendo rigidez y cuando hacés una línea ya se te disparan posibles resoluciones. Lo de la arquitectura como “escultura habitable” fue un planteo que hablábamos mucho con Raúl Fernández Olivi y Eduardo Di Nardo. De hecho muchas veces me relacioné con artistas para resolver aspectos de algunas obras.

 

La escultura más centrada en el vacío y no en la masa. Aquí creo que los arquitectos podemos arrogarnos el mote de “escultores” casi como escultores inversos.

 

Tal vez los que no queremos o podemos, transitar esos ambiguos espacios, sentimos la necesidad de definirnos para “clarificar” el proceso de diseño o puede ser una especie de herramienta procedimental. Y aquí, esa libertad para moverse entre el arte y la arquitectura, sin ataduras ni complejos creo que definen cabalmente al trabajo de Clorindo Testa. Usted lo nombra, incluso trabajaron juntos. ¿Se siente identificado con estas reflexiones?

 

– Desde la arquitectura podemos evidenciar algunos componentes del ámbito en que vivimos, integrar la obra al paisaje, romper barreras entre el adentro y el afuera, reforzar las expansiones, generar estéticas que tengan que ver con el lugar. Tiene que haber en todo este proceso creativo. Esa actitud de ir hacia una arquitectura para acá, con símbolos, lenguajes propios y resoluciones plásticas, siempre me interpeló.

 

– Su obra ha ahondado en proyectos y monumentos con una pesada carga histórica/arqueológica sentimental para los pampeanos...

 

– Hemos desarrollado propuestas de arquitectura muy variadas. Ejemplo de ello es que durante 20 años (1988- 2008), estuve a cargo del área de Patrimonio arquitectónico de Cultura de la provincia, área que en un primer lapso de casi 15 años fue impulsada por Norma Durango. Esta tarea nos llevó a tener que resolver la conservación y revalorización de sitios y monumentos históricos en casi todo nuestro territorio. En ocasiones el trabajo consistía en la restauración de uno o varios monumentos como en el caso del Parque Luro, tarea que realizamos para Turismo de la provincia con el arquitecto Fabián Tueros, la decoradora de interiores Claudia Lasierra, y el artesano Piero Navas. En otras ocasiones teníamos que resolver proyectos, diseños y construcción de enterratorios de los restos de caciques ranqueles como los casos de Mariano Rosas y Gregorio Yancamil, trabajos que realizamos con las agrupaciones ranqueles, el investigador José Carlos Depetris y los artistas Fernández Olivi, Rubén Schaap, Mario Eyheramonho, Marcelo Casto, Marcelo Pifarré, el herrero Jorge Falkenstein o el carpintero Oscar Didio y otros artesanos y constructores del lugar. Y en ocasiones eran obras nuevas para resolver las demandas culturales educativas y sociales como el Crear, variadas bibliotecas, museos, escuelas o centros culturales. A esto se agrega toda la actividad privada del estudio pero algunos aspectos del diseño se mantenían y otros no, según el tema, el lugar, el paisaje y la opinión e idiosincrasia del comitente.

 

En algunas ocasiones he recurrido a la pintura cuando necesitaba resolver los temas de formas y paisajes. Siempre tuve la preocupación de incorporar los colores y formas de la llanura y el monte de caldén tan identitaria. Por eso es cierto que en mi obra hay una carga de simbolismos.

 

– Es interesante lo que refiere, con respecto a sus búsquedas y, como suele pasar en las búsquedas artísticas, que en determinado punto de madurez se acerquen inevitablemente a conceptos casi arcaicos y en la arquitectura solemos volver a esas ideas y tipos casi primitivos. Y es aquí donde La Pampa parece constituirse en un ambiente propicio para el despliegue de estas indagaciones, casi como un lienzo invitándonos a crear sin distracciones banales.

 

– Repetidas veces me veía enfrentado a una realidad que tenía que resolver, algunas veces en medio del desierto. Es importante tener que estudiar la historia del lugar, hablar con el edificio, o el sitio, cómo fue el poblamiento, las pautas culturales, etc. En el enterratorio del Cacique Mariano Rosas, por ejemplo, intervenía mucho el simbolismo, todas las medidas tenían que ser múltiplos de 4 para respetar y valorizar la cosmogonía del pueblo ranquel, y el acceso del cráneo debía ser por el Este, y debían estar representadas en las tallas del enterratorio 4 dinastías ranqueles. Todo esto lo tenés que estudiar o trabajar con los propios descendientes, con la gente del lugar, consultar a historiadores, escultores, etc. Cada tema es un poco así. No pensar que uno necesariamente entiende, sabe e interpreta de antemano sino que hay un momento para aprender.

 

– Sus trabajos parecen buscar una especie de re-descubrimiento de nuestras historias y en otros casos una reivindicación de nuestros paisajes. ¿Es así?

 

– Una parte es el rescate histórico de la obra realizada por las vivencias de nuestros antepasados (pueblos originarios, criollos, inmigrantes, también el concepto de espacio indígena) en los tres paisajes de nuestra provincia (la llanura, el monte y el jarillal). Y por otro lado esos elementos disparan nuevas y recurrentes imágenes que luego uno intenta trabajar como propuestas de diseño. La tarea de rescate en casi toda la provincia me ayudó a tener la posibilidad de buscar incorporar formas, costumbres y usanzas y respetar esa variada estilística y el uso que en su momento tuvieron nuestros antiguos monumentos, edificios y sitios históricos, y ver de realizar en cada caso, la composición general de la obra. Igual esta actitud la he visto en muchos artistas y arquitectos pampeanos. El re-descubrimiento implica generar algo nuevo teniendo en cuenta lo que somos, como dijo Rodolfo Kusch, “entre el Ser y el Estar Americano”.

 

– Además de arquitecto, es un prolífico pintor. ¿Cómo se conectan, influencian y retroalimentan entre sí estas facetas para usted?

 

– A través del tiempo con la pintura he priorizado el tema del rescate. Tanto de sitios y parajes rurales como de personajes. Un mandato de poner en evidencia como decíamos anteriormente qué somos, dónde vivimos y quiénes fueron algunos de nuestros hombres y mujeres referenciales por distintos motivos y de hecho representan vivos sentimientos en distintos sectores populares: Vairoletto, Ricardo Nervi, Calfucurá, la Reina Bibiana, Pincén, Bustriazo Ortiz. En los paisajes me motiva lo de la lejanía en la pampa, los colores, el viento. Aparecen algunas pinturas sobre Sitios y Monumentos históricos: la Pulpería de Chacharramendi, el Valle de Chilhué, el Almacén Santalla en Rolón, la rastrillada de los chilenos, etc. que a veces estuvieron ligados a los trabajos de restauración y revalorización que realizábamos. En este plano de rescate me interesa representar también la problemática de la falta de agua en el oeste, el río robado etc., que hacen a nuestra identidad, y es motivo de una larga lucha en donde aparecen también los aspectos culturales, donde los artistas se manifiestan. Técnicamente me interesa trabajar con pinturas grandes con mucha visualización y de rápida resolución. Por eso utilizo mucho la espátula que le da sensaciones de manchas de colores que se relacionan.

 

En la Tierra Baya nos movilizan temas como la falta de agua, la revalorización de los pueblos originarios, el monte de caldén único en el mundo, la memoria, nuestros valores culturales entre otros. Los artistas intentamos intermediar con propuestas que sinteticen los sentires y estéticas del pueblo.

 

– Cuando habla de rescate, me remite a algo olvidado, dejado de lado ¿Siente eso? ¿Qué tal vez los pampeanos “olvidamos”, consciente o inconscientemente parte de nuestro pasado y es necesario ser rescatado para poder avanzar?

 

– Hay una concepción de que nuestra provincia tiene 8.600 años ya que el hallazgo y análisis de los restos del remoto cazador de Casa de Piedra así lo determina. Este fue uno de los ejes del aprendizaje con el que iniciamos desde Cultura de la Provincia por el año 1988, tareas de rescate y revalorización de nuestro Patrimonio. Esa concepción histórica milenaria, nos introduce en una cosmovisión distinta. Incorporamos a nuestros antepasados originarios como habitantes y gobernantes de la pampa, lejos del concepto de “desierto” con el que se justificó la usurpación. La Mapu ya no es solo un valor de uso sino un valor cultural. Lo del rescate es parte de la tarea de hacer conocer esta visión, y se traduce, en este caso, en tareas como las del señalamiento del espacio indígena, la construcción de enterratorios ranqueles, el relevamiento y propuestas para las tipologías de vivienda milenaria de los puesteros en Chos Malal al sur de la Humada, de las represas mapuches del Cerro de los Viejos, los dibujos rupestres, etc.

 

Esta realidad, como profesionales creativos o artistas, nos posiciona muy diferente en y con nuestro medio. ¿Cómo lo influenció en su trabajo cuando se hizo evidente esto para usted? ¿Cómo cambio su óptica de pintor-arquitecto; arquitecto-pintor con nuestro medio físico minimal y nuestro pasado histórico denso y particular?

 

– En esos años de trabajo profesional hacia fines de la década del ochenta en adelante, de mucho aprendizaje a veces nos poníamos en contacto con la historia y sus intérpretes en los sitios y parajes en pueblos y ciudades. Sería muy largo relatar las experiencias de tantos años compartiendo, relevando y generando algunas respuestas de intervenciones sobre antiguas construcciones.

 

La derrota cultural que tuvo la “conquista del desierto” es producto del trabajo continuo de muchos historiadores, investigadores, arqueólogos, antropólogos, periodistas, poetas, músicos, artistas y del deseo de los descendientes de recomponer su propia cosmogonía.

 

Entre ellos baste nombrar a Eliseo Tello un indagador del alma ranquel que a principios del siglo XX andaba por los ranchitos hablando con los dispersos de la represión, rescatando su idioma, su historia y los tahiles de las abuelas. Y a Edgar Morisoli que nos habló del “camino de los zapadores” a poco de empezar nuestro trabajo de relevamiento, alentando con su gesto a seguir el rastro.

 

La concepción milenaria de nuestra Región, es la que hoy se enseña en las escuelas de La Pampa y es importante para nosotros haber participado y seguir participando como profesionales en dar continuidad a esa transformación cultural.

 

* Arquitecto

 

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