Coser y cantar
En su cuento "Casa tomada", Julio Cortázar le hace decir a su relator: "Yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada". Uno bien podría decir que el bueno de Julio necesitaba deconstruirse, con ese chiste machista. Pero desde la perspectiva de la literatura, acaso estaba cometiendo un pecado peor, la falta de perspicacia. Las mujeres tejiendo están muy lejos de no hacer nada: lo suyo es una conspiración silenciosa, un urdir de tramas que, tarde o temprano, se transforman en los telones de nuestras vidas.
Hilos.
El recuerdo viene a cuento de lo que ocurrió el jueves pasado en el Medasur, con motivo de la inauguración de la muestra "El hilo visible" de la artista visual Paula Rivero. Un hecho cultural extraordinario por donde se lo mire. Para empezar, por la asistencia de público, que colmó el auditorio de ese complejo cultural, con la presencia de unas 350 personas, algo bastante fuera de lo común para una muestra de arte.
La performance que allí tuvo lugar estuvo a cargo exclusivamente de mujeres. Un grupo de tamboreras recibían al público que se iba acomodando en las butacas. Cuando esto concluyó y se retiraron en fila, quedó solo un bombo legüero tocando un patrón similar al del latido de un corazón (junto a los hilos y las tramas, el corazón era el gran símbolo de la muestra). Con ese ritmo de fondo, el grupo de danza Las Corporales desarrolló su coreografía, que ya había comenzado fuera de la sala, un juego teatral con telas y madejas. Una narradora, acto seguido, esboza el marco teórico de la muestra, que, en palabras de la artista, parte de comparar el entramado de las relaciones humanas con el arte textil: "Esto nace con lo que se tejía en las rondas de madres, tías, que yo lo he vivido personalmente y mucha gente de mi generación, especialmente mujeres. También se tejían secretos, apoyos mutuos, muchas cosas que estaban vedadas de algún modo, y controladas por una cierta hostilidad del mundo masculino".
La performance incluyó también un breve clip de video (única instancia en la que se advierte la intervención de una inteligencia artificial); una extraordinaria experiencia de meditación colectiva, basada en imágenes de la muestra, y una exquisita canción interpretada por el grupo En Obra: Guillermina Gavazza, Belén Martínez y Pamela Díaz.
Corazón.
Al cabo, las participantes formaron una larga fila para saludar y agradecer al público. No eran menos de veinte mujeres, bien empoderadas, todas con el corazón distintivo en el ojal. En el centro, rodeada de su madre y su nieta, Paula parecía toda una rock star, de no ser por el tono calmo y sencillo de su breve discurso.
Cabe preguntarse qué pensarían aquellas tías, aquellas abuelas que hacían ronda para tejer y conspirar en silencio, si se enteraran de estos nuevos oficios femeninos: las tamboreras, las narradoras, las corporales. Probablemente esbozarían una sonrisa cómplice.
A no dudarlo, habrían aprobado el modo suave en que se transmitió el mensaje, entre telas rústicas de color crudo, voces al borde del susurro, colores pastel. Un bálsamo en medio de un clima social donde el discurso dominante parece una competencia de gritos destemplados, palabras soeces y expresiones de odio explícito.
Trama.
En realidad, con todo lo impactante que fue, aún de no haberse dado toda esa performance igualmente la muestra -que continuará hasta el 25 de septiembre- es una experiencia atemporal conmovedora, por varios motivos.
Impresiona el volumen de la producción de Rivero, cuya última muestra "Arenas - Pálida llanura" tuvo lugar hace escasos tres años. Continúa aquí la línea temática, con preeminencia del dibujo, 10 especialmente de rostros y cuerpos femeninos, intervenidos no ya con acrílico u óleo, sino con tinturas naturales, hechas artesanalmente con café o con plantas autóctonas.
Lo que se agrega ahora es la intervención con hilos cosidos, y también con el collage, especialmente de pequeñas fotografías de niños que parecen sacados del álbum familiar de cualquiera de nosotros. El efecto es emocionante. Ese mundo imaginario que se va construyendo en la secuencia de cuadros, de telas -que incluyen un conmovedor rincón a cargo de las colegas Mariela González y Bibiana González y su proyecto "Devoción"- se parece mucho a ese otro mundo en el que querríamos vivir.
En España se usa la expresión "es coser y cantar" para significar una tarea fácil, sin complicación alguna. Es esa actividad femenina ancestral, la de la urdimbre, que no se consideraba un trabajo, que hasta -como en Cortázar- podría pasar por una forma de no hacer nada.
No hay nada fácil ni sencillo allí. A veces, no hacer nada es lo más difícil. Y lo más necesario.
PETRONIO
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