Sabado 27 de abril 2024

La inercia de los cuerpos

Redaccion Avances 07/01/2024 - 12.00.hs

El autor reúne una serie de cuentos y relatos y una especie de “nouvelle” que entusiasman, conmueven o suscitan la introspección, además de cumplir el principal propósito literario que es la emoción estética del lector.

 

Gisela Colombo *

 

La fusión de editoriales nacionales de larga tradición con empresas multinacionales que operan en distintos países y hasta continentes concentró lo publicable en un grupúsculo de autores que, en general, han ganado fama, sea por un premio o (en muchas más ocasiones) porque se dedican a alguna otra disciplina más popular como lo son la televisión o el streaming. Quizá queda algún representante de la radio también. Políticos, cónyuges de alfombra roja, economistas y celebridades de la farándula son los únicos que merecen esas ediciones que, en su escala, licúan los gastos de edición y permiten el abastecimiento de muchas bocas de expendio. Las exigencias del mercado y las crisis económicas obligan a las grandes editoriales, a pensar en poner la imprenta a trabajar sólo si se puede aspirar a un negocio considerable.

 

Pero como consecuencia de este fenómeno es que irrumpió la fundación de una industria editorial poco desarrollada en el siglo pasado. Se trata de editoriales jóvenes, movedizas, abiertas a las innovaciones, pequeñas y efectivas a la hora de la selección. Firmas animadas por el mismo concepto de las fintechs literarias, cuya pequeñez les permite la adaptación a las condiciones cambiantes. Está regado el interior de estas empresas. A ellas agradeceremos pronto por garantizar la tradición local y no rendirse a las traducciones o a textos dudosamente calificados aunque bien taquilleros por motivos extraliterarios.

 

Enero.

 

A estos editores, flexibles y ágiles, pertenece la editorial “Enero”, radicada en Bella Vista, Buenos Aires. En octubre llegó a mis manos un libro de Isabel Gigli dedicado a una experiencia como becaria en el sur de Italia. El texto me pareció muy cuidado y la edición, absolutamente estética y no convencional. Pero hace unos días conocí otro libro del catálogo de Enero que también promete unas horas de buena ficción.

 

Marcelo Arias es escritor y docente universitario. Licenciado en Letras, Magister en Ciencias Sociales y conductor de radio. En 2016 publicó “La barrera del sonido” y en 2018, “Un mundo estrecho: novela de viaje”. Pero Arias también ha escrito un ensayo sobre el periodismo televisivo llamado: “La noticia televisiva, resplandor de un discurso inquietante”, en 2014.

 

En este caso, desde el mismo título, el texto atrapa: “La inercia de los cuerpos”.

 

Su autor reúne una serie de cuentos y relatos y una especie de “nouvelle” (novela breve o cuento largo) que entusiasman, conmueven o suscitan la introspección, además de cumplir el principal propósito literario que es la emoción estética del lector.

 

No extraña que así sea porque el creador no sólo tiene una formación sofisticada en términos literarios, su actividad docente y la radio quizá obren como estudios de mercado que insten a un uso del lenguaje llano, fácil de leer, ágil y popular.

 

El conjunto está constituido por ocho cuentos/relatos. En “Vida de perro” hay una indagación acerca del sentido que se establece a partir del paralelo con un perro que desquicia al protagonista con sus ladridos eternamente activos. En “La finitud” el escritor hace una reversión del cuento “El fin”, que ya revertido por obra de Borges, relata el final de la vida de Martín Fierro.

 

Completa así la historia de Hernández al estilo de los relatos suburbanos de cuchilleros que tanto gustaban al autor de “Ficciones”. Varias referencias, el cariz de los hechos y algunas citas intertextuales lo acreditan. No obstante, el ingenio para titularlo también invita a una reflexión más filosófica que anecdótica.

 

Luego, en “La inercia de los cuerpos” que da lugar al título de la obra aparece la vocación más novelística del creador. Vemos una nouvelle que sondea el tópico del relato de viaje con todo lo que la tradición propone. Un moderno Ulises más atento a su pequeño tesoro de río que al deseo de retornar a la senda escogida y perdida en peripecias. ¿El narrador? Un amigo del dueño del velero que desconoce toda norma de navegación, toda circunstancia tormentosa y, en fin, es dueño de una incertidumbre respecto a los peligros y las resoluciones que se suscitarán en la travesía. “Una metáfora para la aventura de vivir”, diríase.

 

En esta historia hay una mención a la marina mercante que podría suscitar el recuerdo de un marino que no fue. Que reemplazó sus desafíos aventureros con una florida imaginación que le dictó más de ochenta libros: Emilio Salgari. Podríamos extender el barrunto a otros escritores representados en los personajes restantes. En tal caso, la arquetípica novela de viaje se congregaría otra vez: escribir, recorrer una historia, es un modo de viajar en cuerpo y espíritu hacia destinos superadores. En “La entrega” el autor desnuda su interés en la historiografía poniendo en boca de uno de los constituyentes de 1816 la denuncia de traición hacia un colega. El lenguaje aquí es tan diferente al del resto de los textos que conviene observar con detalle la reconstrucción lingüística y estilística del romanticismo vigente entonces, cuando los hechos habrían ocurrido.

 

“El espacio que ella ocupa” narra la visión de un propietario de departamento con la vecina nonagenaria que cruza cotidianamente y, sin embargo, no deja de ser un misterio para él. En este caso, las sugerencias no descartan la posibilidad de que haya un ingrediente fantástico en esa criatura fantasmagórica en que se convierte la vecina sin nombre. Es en virtud del enigma, de sus silencios, del tamaño exiguo de su departamento, de sus discursos alucinados, pero también influyen las opiniones del resto de los vecinos sobre ella. Más allá del género, aquí el texto sondea la finitud con planteos que luchan con una visión existencialista. En suma, el tema pasa a ser la mayor tragedia humana que consiste en aspirar a la plenitud y, en cambio, estar destinados a la mortalidad.

 

En “Ese muchacho” la narrativa se ocupa de lo que Tomás Eloy Martínez cuenta bajo el nombre de “Santa Evita” en una novela emblemática. Pero el verdadero referente, según el autor, es un cuento de Rodolfo Walsh llamado “Esa mujer” que registra el hecho real. El destino de los restos de Eva Perón y la manipulación del cuerpo embalsamado son el núcleo del relato. El narrador resulta ser un miembro del grupo militar que oscurece este capítulo siniestro de la historia argentina.

 

En “Descuidos” un heladero sufre un robo extraño: el delincuente tiene disponibles cuarenta mil pesos pero sólo decide tomar ocho mil. Un tiempo después vuelve a la heladería para darle una resolución heterodoxa al conflicto. Una resolución que renueva cierta esperanza social, por excepcional que sea el caso. La víctima se conduce con una sensibilidad inesperada para quien sufre estos daños permanentemente. Allí radica el efecto.

 

En el último cuento, “La memoria” el fútbol toma la palabra y el homenaje incuestionable despierta una sensación de nostalgia que enternece.

 

Este libro de cuentos bien escrito, popular y diverso emerge como otro logro de Corina Materazzi, la editora de “Enero editorial”. Y es también mi recomendación de hoy para nuestros lectores.

 

* Docente y escritora

 

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