Martes 06 de mayo 2025

Nueva antología de Grossman

Redaccion Avances 07/07/2024 - 09.00.hs

Retratista elogiado por Sara Facio, con su retiro de hace una década completó una carrera de medio siglo que comenzó en el diario Noticias, consagrándose en la revista Humor.

 

Angel Berlanga *

 

A veces la narrativa de Eduardo Grossman sobre su trabajo, su oficio, su arte, impresiona hacia cierta relativización, como si no terminara de conjugarse con esto de ser uno de los mejores fotógrafos argentinos del último medio siglo, y acaso el más reconocido retratista entre sus pares. “Siempre me sentí como alguien a quien las cosas le pasan por casualidad”, dice, por ejemplo, Grossman. Lo dice en la galería ArtexArte, donde el miércoles 26 de junio se inauguró Nueva Antología, una formidable muestra de 131 fotografías tomadas entre 1972, Buenos Aires y 2018, Londres. En simultáneo ArtexArte presenta un libro precioso, 150 páginas que contienen casi la totalidad de las imágenes exhibidas y unos escritos autobiográficos en torno a recorridos, inquietudes, medios periodísticos por los que pasó, afectos, territorios. Un acontecimiento, porque se trata además del primer libro grande, que acerca escala con la calidad y la importancia histórica de la obra de Grossman.

 

La muestra.

 

En las paredes de la planta baja hay cuarenta y cinco retratos en blanco y negro, muchos de ellos icónicos: Atahualpa Yupanqui abrazado a su guitarra junto a unos claveles, el Polaco Goyeneche ante una pared que carga muñequitas y pinturas con su imagen, Borges lapicera en mano escribiendo un libro, la cara muy pegada al papel. También hay otros prácticamente desconocidos de Isidoro Blaisten, León Gieco, Elis Regina, Sixto Palavecino, Bárbara Mujica, Guillermo Saccomanno. “Para mí siempre se han cruzado los caminos entre expresión personal y encargo profesional. No sentía el retrato como algo propio más allá del personaje, pero fui descubriéndolo de a poco”. Ya en 1982 hizo una primera muestra, armada a pulso en el estudio del pintor Castagnino en San Telmo; nueve años después Sara Facio lo ponderaba como uno de los grandes retratistas del país. “Tengo diez veces más retratados que los que están en esta muestra, pero cuando busco y rebusco llego a lo sumo a unos cincuenta, que son los que para mí juntan expresividad y calidad técnica. Y después está eso inefable, que es que me guste; tengo retratos en los que me cae bien el personaje, pero a la foto... le falta algo”.

 

La de Alejandro Dolina fumando es otra foto icónica: “Fuimos amigos de la primera juventud, jugamos al fútbol un montón, un tipo cada vez más genial, al que escucho todas las noches desde hace cuarenta y pico de años”. El retrato de Borges es precioso: “Pero bueno, eso fue una casualidad total”, dice. “Yo pasaba todos los días por Galería del Este y él estaba firmando ejemplares en la Librería del Retiro: como estaba con la cámara, le hice unas diez fotos”.

 

En la planta baja de la galería hay también un par de vitrinas con insignias de su trabajo. Isabel Sarli en la portada de Playboy, Charly en la de Caín, Federico Moura en la de Soy; una serie de copias en miniatura de Alfredo Alcón; cajitas de rollos, carnets de prensa, acreditaciones para cubrir las llegadas al país de François Miterrand o Juan Pablo II en 1987; catálogos de muestras previas, entre ellos uno llamado 4F que refiere a una compartida con Carlos Bosch, Adriana Lestido y Oscar Pintor; una libreta de apuntes para Grises peces viscosos, una serie de imágenes con actores que recrean escenas de los libros de Roberto Arlt, uno de sus escritores favoritos.

 

En los otros dos pisos de ArtexArte se despliegan otras series, que en el libro aparecen como capítulos. Inicios: una draga monstruosa en Dock Sud, el Estrella Patagonia en el Riachuelo; Periodismo: Cámpora que saluda en la puerta del avión que lo llevará a México, un oligarca y un paisano que asoman de perfil sobre el lomo de una vaca en la Rural, Alfonsín en el balcón de Casa Rosada tras el levantamiento militar de Semana Santa; Europa, con predominio de imágenes de un viaje con Chela en 1975 por Lisboa, Londres, Nápoles; Buenos Aires, un rinoceronte en el zoológico, palomas y barcos en la niebla del viejo Puerto Madero, escenas de carnaval en Barracas, bares, esquinas, y La Boca, siempre; Álbum, fotos familiares no convencionales, en la que también aparecen amigos y abundan imágenes de Miramar.

 

Que te provoque algo.

 

Grossman nació el 5 de octubre de 1946, en el centro de Buenos Aires, y se crió en Munro. A los 12 se mudó con su familia a Barrio Norte: “Todavía funcionaban el tranvía y el trolebús”, apunta, y también que se refugió en la lectura y el jazz. “Entré a Arquitectura porque no sabía qué hacer con mi vida. La universidad contribuyó en mi preparación en la vida, en la política, en la participación, en pensar la sociedad, en mi relación con la gente. Ya en el secundario simpatizaba con el peronismo, y en la facultad pasaba algo raro: los únicos peronistas éramos Juan José Camero y yo (se ríe). Ahí estabas con el PC o estabas con los garcas”.

 

De adolescente había incorporado nociones básicas de laboratorio, porque a su mejor amigo del colegio le gustaba la foto y había armado uno en la piecita de su casa.

 

Para 1970 su arquitectura languidecía y apareció un trabajo en el departamento publicitario de Renault; al año siguiente compró con un socio una Zenza Brónica, con la que sacaría las primeras fotos que atesora: algunas están en la muestra.

 

A fines de 1973, a poco de salir a la calle el diario Noticias, lo convocaron para la redacción. “Fue una época de muchísima tensión: ser fotógrafo de Noticias era estar en la línea de fuego. Y luego aparecen las Tres A. Siempre había que buscar una estrategia para que no sepan quién eras si estabas sacando fotos en el bando contrario, y aun en el propio bando tenías que tener cuidado, porque estaba lleno de comisarios políticos. Mucha adrenalina. Al diario lo cierran en agosto del ’74, después de la muerte de Perón: cubrí el funeral. Y en el ’75 entraron a la casa en la que vivíamos con Chela, dieron vuelta todo. Plata no teníamos, así que... Pero nos cagamos en las patas: estaba Isabelita, el clima de violencia en Buenos Aires era de terror, aparecían muertos por todos lados. Vendimos el departamento y nos fuimos ocho meses a Europa”.

 

Cuando el golpe del ’76, era parte de la agencia Sigla, una cooperativa de ex fotógrafos del diario. Clandestinamente le pasaban materiales a los fotógrafos de agencias y medios del exterior: “Fotos de represión en las canchas, actos de milicos, cosas que pudieran servir para la campaña contra el Mundial 78, sobre todo en Europa”, cuenta. “Nos encontrábamos en una esquina o en un café y les pasábamos los rollos por debajo de la mesa”. Entre el 82 y el 85 trabajó para los medios de Perfil y al año siguiente montó otra agencia con Tito La Penna para las publicaciones de Ediciones de la Urraca. Luego llegaría su temporada en Clarín, de 1991 a 2009: allí se retiró como editor fotográfico de la revista Ñ, y desde entonces se dedicó a sus proyectos personales.

 

Nueva antología se exhibe en ArtexArte, Lavalleja 1062, Buenos Aires. De martes a viernes, de 14 a 20, y sábado de 15 a 19. Gratis.

 

* Página/12

 

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