Lunes 05 de mayo 2025

Un encuentro intercultural

Redaccion Avances 26/05/2024 - 06.00.hs

Hace hoy 30 años se iniciaba en La Pampa el Primer Encuentro de Salud y Medicina de los Pueblos Indígenas realizado en la Argentina, al mismo tiempo que en Santa Fe se incorporaban por primera vez en la Constitución los derechos de los pueblos originarios.

 

Horacio Oscar Pracilio *

 

A pesar de la larga lucha histórica por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios en Latinoamérica, la pobreza y la falta de acceso a la educación y los servicios de salud refleja aún el mayor nivel de desigualdad e inequidad. En 1992, año de la conmemoración de los 500 años del inicio de la Conquista de América, muchas agrupaciones indígenas se movilizaron en toda la región y organizaron los contra-festejos por “los 500 años de resistencia indígena”. En el mismo año, Rigoberta Menchú Tom, líder indígena guatemalteca es reconocida con el Premio Nobel de la Paz, y aunque la ONU declaró al 1993 como Año Internacional de los Pueblos Indígenas, hasta hoy no ha cesado el despojo, la marginación, la enfermedad y la muerte de miles de indios en el continente americano.

 

En la Argentina la población indígena se estima en casi un millón de aborígenes, pertenecientes a 35 pueblos oficialmente reconocidos, que viven en zonas desfavorables situadas en su mayoría en áreas de frontera, en condiciones de extrema pobreza, similares al resto de América. Hasta el regreso de la democracia, los pueblos originarios eran vistos con la definición jurídica de la Constitución de 1853, excluidos y aculturados, sin saber su número, su identidad, su distribución geográfica y sus condiciones de vida. Con el retorno del Estado de Derecho en 1983, la situación fue replanteada para que las comunidades étnicas recibieran un trato legal igualitario sin perder sus diferencias culturales. El primer cambio cualitativo se dio con la ley 23.162 de 1984, que autorizaba los nombres indígenas en el registro civil. En 1985 se aprobó la ley 23.302, que reconoció la personería jurídica de las comunidades indígenas, la adjudicación de tierras por reparación histórica y creó el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI).

 

Pero recién en 1994 la política decide renovar las instituciones retrógradas como “el trato pacífico con los indios”, y el Artículo 75, inciso 17 de la Reforma de la Constitución Argentina declaró “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural, y reconocer la personería jurídica de sus comunidades”. También propuso reconocer “la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan, así como regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano”. Por último, dispuso “asegurar la participación de las comunidades indígenas en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afectan”, en forma concurrente con las provincias.

 

En La Pampa.

 

Mientras en Santa Fé y Paraná deliberaba la Asamblea Constituyente, y sin que se hubiera establecido una relación entre ambos acontecimientos, en La Pampa se realizaba el “Primer Encuentro de Salud y Medicina de los Pueblos Indígenas” de la República Argentina. Entre el 26 y el 28 de mayo de 1994, o sea hace hoy precisamente treinta años, más de trescientas personas se reunían en la localidad de Toay, que ese año cumplía su centenario, para participar de un encuentro intercultural e interdisciplinario inédito en nuestro país. Por primera vez en la historia de la salud y la medicina argentina, representantes de los pueblos originarios de todas las provincias y comunidades tuvieron la posibilidad de tratar sus problemas y compartir experiencias con sus pares de otras etnias y con profesionales de distintas disciplinas vinculados con la salud.

 

La elección de La Pampa como sede de este inédito encuentro, propuso situarnos en el lugar donde los pueblos originarios del centro-sur de nuestro territorio (pampas, mapuches, ranqueles, puelches, vorogas) resistieron más de dos siglos el avance del hombre blanco hasta el fin de sus vidas. La Pampa Central fue zona de convergencia de las “rastrilladas” por las cuales transitaba el indio en sus dominios, y Toay fue precisamente un sitio de cruce de las mismas y también de asentamiento de numerosas familias de antiguo linaje ranquel. Sus descendientes ven hoy con orgullo reflejada la imagen indígena en el escudo oficial de la provincia, siendo La Pampa la única provincia argentina que la ha adoptado, así como se manifiesta en la toponimia de sus departamentos y localidades.

 

El evento fue una iniciativa de la Cátedra de Salud, Medicina y Sociedad de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP, y fue organizado en conjunto con la Universidad Nacional de La Pampa, una entidad de apoyo a los pueblos indígenas y la agrupación ranquel de Toay, con apoyo nacional y provincial. El Ministerio de Bienestar Social de La Pampa facilitó el alojamiento y comida para los participantes de otras provincias, y el Ministerio de Educación de la Nación ofreció el transporte gratuito con ómnibus que salieron de La Plata, Trelew, El Bolsón, Tartagal y Formosa, recogiendo participantes de otras provincias. La Organización Panamericana de la Salud facilitó la presencia de expertos internacionales. Dado que el Gobernador de La Pampa, Dr. Rubén Marín, era convencional constituyente, el Encuentro fue cerrado en Toay por el Vicegobernador. Dr. Manuel J. Baladrón, diciendo: “Por algo nosotros somos del otro lado de la zanja de Alsina”.

 

Uno de los fundamentos del encuentro fue la propuesta de analizar los problemas de salud en base a un nuevo paradigma. El modelo médico vigente, tan arraigado en la medicina como en la población, está basado en la enfermedad. Pero cuando el cólera regresó trágicamente al continente americano, en nuestro país los únicos muertos fueron indígenas. El nuevo modelo médico propone una perspectiva antropológica, es decir centrado en la persona humana, con su entorno social y cultural, y en la promoción de la salud individual, familiar y comunitaria. Con el retorno de la democracia, las universidades comenzaron a incorporar el modelo bio-psico-social en la educación médica, de lo cual la Cátedra de Salud, Medicina y Sociedad de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP fue pionera en la Argentina de 1984. Desde aquel encuentro en La Pampa, que permitió conocer las numerosas experiencias de equipos y programas de salud en comunidades indígenas, mucho se ha avanzado en el terreno de la salud intercultural, que se incluye ya en varios planes de estudio de las profesiones de la salud.

 

Experiencias compartidas.

 

Desde todos los rincones del país, el 25 de mayo de 1994 llegaron hasta La Pampa representantes de comunidades indígenas mapuches, tehuelches, kollas, tobas, guaraníes, mocovíes, chaguancos, chanés, pilagás, wichís, chorotes, chulupiés, tapietés, diaguitas, calchaquíes y ranqueles. Junto con ellos, trabajadores de la salud, investigadores y estudiosos de diversas provincias y universidades, funcionarios y representantes de organismos municipales, provinciales, nacionales e internacionales. Durante tres días, más de trescientos participantes compartieron experiencias, visiones, reclamos y proyectos. Además, las actividades de confraternización como los almuerzos colectivos en la Escuela 62, el espectáculo musical en el Aula Magna de la UNLPam y la rogativa en el Parque Aborigen de Toay, fueron excelentes pretextos para este intercambio intercultural entre quienes nunca antes se habían visto y que a partir de allí descubrieron que tenían muchas cosas en común.

 

En la conferencia inaugural en Toay, el antropólogo Carlos Coloma explicó que “la salud indígena se encuentra en íntima relación con el medio ambiente por sus nexos con la cultura material y simbólica, por ello es altamente dependiente de la situación ambiental, agraria o de grandes proyectos que afectan la disponibilidad de la tierra”. Por otra parte, señaló que “la adaptación cultural a la enfermedad hace que la población no clasifique las patologías por su expresión orgánica, como se realiza en la medicina occidental, sino a partir de una intrincada trama multicausal en la que se integran los aspectos de espiritualidad y del comportamiento humano, a partir de sus valores, creencias, normas y tabúes sociales”. Por último, destacó que “la medicina tradicional indígena está plenamente vigente y no se trata de un vestigio cultural en vías de desaparición, por el contrario, su tendencia histórica demuestra su capacidad de adaptación a la dinámica de los cambios introducidos en el proceso de modernización y su permanencia a pesar de la introducción vertical de la medicina occidental”.

 

El ámbito más sustancioso del encuentro fueron los talleres de trabajo, donde los representantes de las comunidades tuvieron la oportunidad de plantear sus problemas en forma participativa, formulando reclamos y propuestas concretas: “Sabemos que no tenemos poder político ni económico, pero exigimos que los gobiernos nos den posibilidades de participación como cualquier ciudadano, porque somos un pueblo dentro de una nación; nosotros queremos nuestra medicina, pero también la medicina científica, porque tenemos enfermedades que nos son ajenas; que no nos llamen ‘herejes’ cuando realizamos nuestras ceremonias religiosas, porque esto es para nosotros salud mental y espiritual; no queremos que nuestros niños se les siga maltratando, que se los esconda, que no se los comprenda porque son aborígenes, ya que cuando no aprenden en la escuela porque no se les enseña bien dicen: ‘es por el coeficiente mental’”.

 

Reparación histórica.

 

El encuentro de Toay se propuso además poner en la agenda política argentina la problemática general de los pueblos originarios, esperando que pudiera contribuir a “reconocer y respetar la diversidad cultural de los pueblos que componen nuestra Nación, y que sirva como un aporte real de la formulación de propuestas para mejorar las condiciones de vida y salud de los pueblos indígenas de Argentina, y el comienzo de una reparación histórica largamente postergada”. En las conclusiones finales se expresó que “el problema de la salud debe considerar el contexto general de la problemática indígena, que tiene que ver con un conflicto aún no resuelto entre los pueblos originarios y el Estado dominador, que depende de la restitución de los derechos fundamentales como el territorio, la libre determinación y el reconocimiento como pueblos”. Y que sólo de allí pueden surgir los demás derechos como la educación, la salud y las prácticas medicinales. Se destacó que el concepto de territorio para los pueblos originarios es más amplio que el de tierra, porque “para nuestra cosmovisión el territorio comprende la totalidad del hábitat, ya que tiene que ver con la armonía de vivir el hombre con la naturaleza toda, y comprende por tanto el derecho al uso, al control y administración de los recursos naturales existentes en el territorio”.

 

Con respecto a las medicinas tradicionales, se recordaron las pautas establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de respeto a la medicina de los pueblos originarios, “ya que nuestra medicina no está al servicio del lucro como la medicina occidental, sino al servicio de la vida. Los pueblos originarios no nos oponemos a que nuestros conocimientos, aprendidos durante miles de años de experimentación y enseñanza sean usados para beneficio de la humanidad, pero reclamamos la reivindicación de los derechos intelectuales para los pueblos indígenas de esta sabiduría y conocimientos aportados a la humanidad”. Precisamente sobre este punto, Coloma había señalado que “2000 empresas trasnacionales del mundo han duplicado su capital y parte de ese capital ha sido incrementado con el conocimiento indígena. El ingreso anual de los laboratorios médicos equivale a 45.000 millones de dólares con productos medicinales de plantas desarrolladas y elaboradas por la población indígena a través de millones de años, sin tener en cuenta la riqueza por la producción de especies vegetales que están difundidas por todo el mundo”.

 

Sin embargo, a 30 años de aquel histórico encuentro y de la reforma constitucional, y a 140 años de la llamada “conquista del desierto”, a pesar de los esfuerzos de algunos actores sociales y políticos, muchos pueblos indígenas de nuestro país siguen excluidos aún de la tenencia de la tierra en la que viven, continúan padeciendo la marginación, la exclusión social, la discriminación, la transculturación, la violencia institucional, la enfermedad y la muerte. Si bien en cuarenta años de democracia se ha ido generando una conciencia social sobre sus derechos, sigue siendo una fuente de conflictos en varias provincias, en particular por la explotación de los bienes comunes naturales como el gas, el petróleo o el litio en los territorios reivindicados por las comunidades indígenas. Por último, en el nuevo contexto político nacional, donde por un DNU se deroga la Ley 26.737 de protección de tierras rurales, conocida como la Ley de Tierras, es posible anticipar una proliferación de disputas territoriales, por la priorización de actividades económicas sobre los territorios indígenas, que es abiertamente contradictoria con sus derechos.

 

A pesar de todo esto, que demuestra la lamentable vigencia de las conclusiones del encuentro de Toay, quienes tuvimos la oportunidad de vivir aquel inolvidable momento, con las emotivas vivencias de un saludable intercambio humano entre personas de diversas culturas, podemos asegurar que el producto fundamental de este histórico evento fue la sensación que se percibía en muchos rostros cobrizos, que en una Argentina democrática podrían volver a ser protagonistas, pero esta vez de otra historia menos trágica que la anterior.

 

* Médico sanitarista pampeano. Profesor Titular de la Cátedra de Salud, Medicina y Sociedad de la UNLP entre 1985 y 2017.

 

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