Domingo 06 de julio 2025

Una fábula que se repite

Redaccion Avances 06/07/2025 - 09.00.hs
Jemmy Button (ex Orundellico) y Orundellico (ex Jemmy Button).

Esta lectura resignifica a protagonistas de la historia nacional, de nuestros pueblos originarios, que el colonialismo europeo y nacional cooptaron y avasallaron, pero que luego fueron reivindicados y convertidos, incluso, en personajes de ficción.

 

Sergio De Matteo *

 

Entrecruzamos la existencia (real) del nativo Orundellico, de origen yagán o yámana, bautizado como Jemmy Button (c. 1815-1864) por Robert Fitz Roy, y la del lonko Panguitruz Gnerr (c. 1825-1877), conocido como Mariano Rosas, apadrinado con dicho nombre por su captor, el estanciero y político Juan Manuel de Rosas.

 

La experiencia de ambos responde a la estrategia de apropiación colonialista de los recursos naturales y humanos, tanto en su faceta europea como nacional, además de la imposición de una cultura y una religión ajena a la originaria. Las tradiciones y modos de vida que habían definido a sus pueblos (yámana y ranquel) durante generaciones son suplantadas por las legitimadas por la civilización. El bárbaro debe adaptarse a la educación y a la política del vencedor, del ilustrado, a las referencias intelectuales o bibliotecas de la elite hegemónica.

 

Por lo tanto, en esa perspectiva siempre es necesario desmontar las ideas de los difusores de la pedagogia colonialista, aquella que analizara Arturo Jauretche y, por sobre todo, la que planteaba “Civilización y barbarie, esa zoncera madre que las parió a todas: Todo hecho propio por serlo, era bárbaro y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar” (Manual de zonceras argentinas, 1968).

 

Orundellico o Jemmy.

 

Transcurría 1830 cuando cuatro nativos de Tierra del Fuego son embarcados en la nave Beagle y llevados a Gran Bretaña para “civilizarlos y evangelizarlos”, según los planes del capitán Fitz Roy.

 

No sólo los secuestran (o intercambian por botones de colores) sino que también humillan con los nombres que les propinan, burlonamente, al yagán James Button y a los alacalufes York Minster, Boat Memory y Fuegia Basket. Viven en las afueras de Londres y los educan en Church Missionary Society; incluso visitan el Palacio de Saint James para que los conociera el rey Guillermo IV y la reina Adelaida. El interés antropológico, en realidad, encubría los fines imperialistas y, de alguna manera, reafirma sus propósitos de dominación sobre el continente y sus riquezas.

 

En el viaje de regreso, en 1833, Charles Darwin cohabita con los nativos. El naturalista opinará sobre los fueguinos: “No he visto en ninguna parte seres más viles y miserables [...] Al ver tan repugnantes aspectos, cuesta creer que sean seres humanos y habitantes del mismo mundo”. Luego de la readaptación a su entorno, Fitz Roy invita a Jemmy a embarcarse y partir nuevamente a Inglaterra, pero se niega; había encontrado esposa y aquella era su tierra y su gente.

 

Panguitruz o Mariano.

 

En el año 1834, casi en la misma época en que Orundellico es secuestrado por los ingleses, Panguitruz y otros niños ranqueles son tomados prisioneros en la laguna de Langueló. La partida militar los traslada engrillados hasta el campamento de Santos Lugares y luego los llevan ante la presencia del gobernador Juan Manuel de Rosas. Al enterarse de que Panguitruz es hijo del cacique Painé Gnerr, el Restaurador lo hace bautizar y se convierte en su padrino. Cuenta la historia oficial que entre rebencazos y muestras de afecto aprende a leer y escribir, se hace diestro en las faenas rurales. “Nadie bolea, ni piala, ni sujeta un potro del cabestro como él”, registra Lucio V. Mansilla.

 

En 1840 los jóvenes ranqueles montan los mejores caballos y escapan, arreando una buena tropilla.

 

Después de varias peripecias retornan a Leubucó. En el ‘58 del siglo XIX Panguitruz asume la conducción del cacicazgo que pertenecía a la dinastía de los zorros y nunca más abandona el territorio ni la lengua, aunque firma con el nombre cristiano. De acuerdo a Mansilla “Mariano Rosas conserva el más grato recuerdo de veneración por su padrino; hablaba de él con el mayor respeto, dice que cuanto es y sabe se lo debe a él...” (Una excursión a los indios ranqueles, 1870).

 

Destinos.

 

Para desgranar la situación vivida por Orundellico y Panguitruz Gnerr pondremos foco en dos citas de índole filosófica y literaria. Jorge Luis Borges nos dice por medio del narrador del cuento “El Sur” que “A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”, y en el brevísimo texto “La trama” arriesga que “al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías”. Sin duda, tanto la vida del yagán como la del ranquel está supeditada por una historia que repite metodologías de vasallaje, de violación de derechos que, por antonomasia, sucede con todo un pueblo, con toda una cultura. He aquí que surgen los temas de la identidad cultural, la asimilación, la diversidad y la resistencia (el ejemplo más claro en nuestro territorio pampeano es la de Yancamil, que jamás se rinde al opresor).

 

El pensador alemán Walter Benjamin, que se suicida para no ser atrapado por la Gestapo, en su libro Sobre el concepto de historia (1939/1940), en la tesis VI expone que “tampoco los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer”. En ese sentido, hay que pasar el cepillo a contrapelo de la historia, para resignificar a aquellos que han quedado invisibilizados y olvidados, pero también para que en el tiempo-ahora veamos como se reproduce la maquinaria colonialista de discriminación, racismo y exterminio. ¿Acaso las muertes de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel no encajan dentro de esa matriz de los vencedores? ¿Acaso la persecución de Evo Morales o el encarcelamiento de Pedro Castillo no repite el dispositivo disciplinador imperialista? Entonces el resguardo del patrimonio, el ejercicio de la memoria y la reivindicación de estos acontecimientos permite volver a poner sus biografías en el presente.

 

Algunas ficciones.

 

Tanto la historia de Jemmy Button como la de Mariano Rosas han sido ficcionalizadas. Algunas de ellas son las novelas Jemmy Button (1950), de Benjamín Subercaseaux; Jim Botón y Lucas el maquinista (1960) o Jim Botón y los 13 salvajes (1962), de Michael Ende; La Tierra del Fuego (1999), de Sylvia Iparraguirre; Hacia los confines del mundo (2005), de Harry Thompson; Jemmy Button: El Indio de Darwin (2007), de Rufino Fernández; El Fueguino. La cautivante historia de Jemmy Button (2009), de Arnoldo Canclini, y Soy Jemmy Button, el salvaje (2013), de Francisco Hervé Allamand.

 

Mariano Rosas es retratado por Lucio V. Mansilla en Una excursión a los indios ranqueles (1870); es aludido en la novela La tierra plana (2007), de Horacio Beascochea; en el cuento “Zorro cazador de leones” (en Escritores de La Pampa, 2009), de Edgardo Reinhart; en la novela La cabeza de Mariano Rosas (2018), de Sergio Schmucler; en Güor. Museos y restituciones (2023), de Fernando Marín; así como en la obra poética de Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

 

Pirámides.

 

Tanto Jemmy como Mariano, es decir, Orundellico y Panguitruz Gnerr, fueron víctimas del colonialismo, así como sus pueblos. Las simetrías o repeticiones, con el colgajo de muertos que dejan los vencedores, se reúnen en sus existencias hasta el punto en que donde vivieron hay dos pirámides. En el caso del lonko ranquel, con placas alusivas de su paso por la historia, con sus linajes y símbolos; en cambio respecto al yágan, sólo hay dos placas recordatorias, una para Fitz Roy y otra para Charles Darwin, ninguna para recordarlo a él ni a los suyos.

 

* Colaborador

 

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