Miércoles 01 de mayo 2024

Cortarse el cabello en un lugar distinto

Redacción 20/02/2023 - 01.03.hs

Los que tenemos algunos años vamos observando, al principio con cierta sorpresa pero a esta altura con más naturalidad, cambios que se van produciendo todo el tiempo.

 

Pasa en todas las profesiones y oficios, y ni hablar de lo periodístico donde nada se parece a lo que era. Y en realidad sucede en cada rubro, y como ya hemos dicho en más de una oportunidad hay oficios de los que quedan solamente los recuerdos. No hay más lustradores de zapatos por las calles, los canillitas son contados con los dedos de las manos, y otros trabajos van dejando de ser, como el zapatero remendón -aunque quedan algunos, y muy buenos--, pero por ejemplo la tecnología impuso que no haya más telefonistas, ni serenos (reemplazados por los sistemas de alarma); que el oficio gráfico -linotipistas y otros afines-- casi se extinguiera y nada tiene que ver con aquellos de la tipografía de Gútenberg.

 

Pero hay oficios que vienen del fondo de la historia y persisten, y nada hace pensar que vayan a dejar de ser. Un ejemplo muy clarito es el de los peluqueros y peluqueras, que en estos tiempos se aggiornan con las barberías que se multiplican por todas las ciudades.

 

Dónde nace el oficio.

 

Dicen los que dicen saber que la peluquería se inició en el Antiguo Egipto, y que el cabello y el modo en que se lucía diferenciaba a las distintas clases sociales, por lo que resultaba importante como se usaba. Servía para diferenciar a los esclavos de los altos estratos de la sociedad; y mientras a los oprimidos se les rapaba, los pertenecientes a clases más altas lucían su pelo más sano y cuidado.

 

Se le asigna a Alejandro Magno acudir a recetas para teñir y dar forma a sus peinados; y a los egipcios ser los inventores de las primeras pelucas y tintes, aunque con un material por entonces, obviamente, rudimentario.

 

Yendo muy atrás, en la Prehistoria, se cortaba el cabello con elementos por supuesto muy elementales, como piedras planas afiladas que hacían las veces de navajas y/o tijeras. Pero desde siempre el hombre (y la mujer, claro) cuidó de alguna manera su cabello.

 

Antiguos peluqueros

 

En nuestra ciudad hubo distintas generaciones de personas que se dedicaban al oficio, y los que tienen algunos años deben recordar --entre otros-- a Salvatore Del Pópolo (en Avellaneda casi Alsina), Angel Bayarsky (en calle Gil), Julián Domínguez (esquina de Quintana y Pellegrini), metros más allá Rufino Rodríguez (Pellegrini, cerca de Alsina), y también a Benjamín y Nelfi Rulli, el Gringo De Giovanni, Tito Peralta y tantos otros. Y por supuesto peluquerías que se dedicaban a atender el cabello de las mujeres, como Rudolf, Marisa Jordanes, Graciela Piatti, y muchas más.

 

Hoy en día, más allá de los típicos salones de corte de cabello aparecen las barberías que se multiplican por decenas y hacen un trabajo más o menos parecido. Están en las calles céntricas, en las avenidas más transitadas de la ciudad, de a decenas en Toay, y aún en la Avenida Perón que une a Santa Rosa de la vecina localidad.

 

Original emprendimiento.

 

Por estos días, andando la ciudad, hemos podido observar que en un amplio baldío se instaló desde hace un tiempo un carromato -suerte de casilla que se puede arrastrar con un vehículo-- que su dueño utiliza no sólo como su vivienda sino también como "Salón de Peluquería y Barbería".

 

El original emprendimiento se ubica en un terreno que tiene 1.200 metros cuadrados (30 por 40), que por años lució totalmente abandonado, en calle Catamarca, entre Salta y Jujuy, en pleno barrio Tomás Mason.

 

Y lo cierto es que los pocos vecinos que quedan de los que fueron tradicionales familias de la zona, recuerdan que allí vivía la familia Esteben.

 

Los Esteben.

 

Un grupo que estaba conformado por los padres, José y María Urbana (ella de origen ranquel), y sus hijos varones Angel, Mario y Jorge; y las mujeres Pety y Licha. En ese lugar en una casita que estaba en el fondo del terreno, vivió esa familia que también era dueña de una quinta ubicada en cercanías del Aeropuerto.

 

Eran todos conocidos porque don José era propietario de una verdulería en el viejo mercado (donde hoy está el Centro Municipal de Cultura). Con el tiempo cada hijo tomó su rumbo, fallecieron los abuelos y el lugar en calle Catamarca quedó deshabitado por años.

 

Idea original.

 

Eso hasta que Miguel Ángel Esteben (47) uno de los nietos -hijo de Mario-- se instaló allí y comenzó a poner las cosas en orden hasta llevar el carromato y quedarse a vivir.

 

Pero no sólo eso, sino que llevado por alguna idea innovadora se propuso que en el lugar funcionaría con el oficio que aprendió hace bastante tiempo: el carromato sería la peluquería del barrio. ¿Algo un poco loco? Habrá a quién le parezca eso, pero lo cierto es que Miguel está convencido que su exotismo es una oferta "distinta y necesaria".

 

Cerca de la naturaleza.

 

El joven aceptó conversar un poco acerca de lo que a algunos se les ocurre una extravagancia: "Es que hay que salir del encierro de cuatro paredes y por qué no pensar algo distinto... mirá qué terreno, esos árboles, los gualeguay, los caldenes. Estoy desmalezando todo, lo voy a parquizar y a embellecer y en algunos meses lo van a ver cambiado. Te digo más: esos dos pinos que tiró el viento los voy a dejar tal como están", asegura. Y señala a los añosos ejemplares que fueron arrancados de cuajo por una tempestad y muestran sus raíces todavía brotadas al que ingresa al lugar.

 

30 años de oficio.

 

Miguel cuenta que aprendió el oficio con Tito Peralta -peluquero icónico de la ciudad, que tenía su salón precisamente al lado del Mercado Municipal--, y después hizo cursos en una academia para obtener su título de Peluquero.

 

"Y así ya llevo 30 años en el oficio... tuve un salón en la 9 de Julio frente al Jockey y después en la 25 de Mayo... Antes trabajé en Buenos Aires en un lugar donde éramos un staff de 50 personas; y me pareció todo muy despersonalizado... y además no me gusta tener patrones y por eso me volví a Santa Rosa", precisa.

 

Aquí tuvo su propio salón, pero primero Macri -lo menciona expresamente-- y después la pandemia atentaron contra su trabajo. La idea de hacer algo distinto rondaba en su cabeza, y cuando vio el "motorhome" que se vendía lo fue a ver y dijo "esto es lo que quiero".

 

"Me miraban raro".

 

"Primero lo instalé ahí en la calle" -señala hacia fuera del terreno--; y fue un momento que "los vecinos me miraban un poco raro, hasta que se acostumbraron. Después lo metí aquí y ya me decidí a quedarme y empezar con el oficio en el carromato", y muestra las comodidades conque lo fue restaurando hasta dejarlo en condiciones.

 

La peluquería y barbería "Staff ilusión" ya está trabajando y tiene su clientela, que es un poco la habitual de Miguel. "Los que me conocen ya vienen por su cuenta, pero además están los que me contactan por mi celular (2954 532453), o en mi Instagram y se van sumando", comenta.

 

Lo que viene.

 

Miguel Ángel Esteben piensa en poner en perfectas condiciones el amplio terreno para que el cliente que llegue "esté más en contacto con la naturaleza... mirá esos árboles, esta sombra", dice y casi se regocija imaginando cómo puede quedar el lugar adaptado como peluquería-barbería. Un emprendimiento que, no caben dudas, es bien distinto a lo que todos conocemos.

 

"Estoy en pleno armado de todo esto... puse todo al día, tengo las tasas municipales en orden y voy a seguir dándole forma a este sueño", expresa Miguel Ángel en el final.

 

¿Una extravagancia? Para algunos tal vez... para otros un gesto de audacia comercial que quizás valga la pena intentar. Que es algo original, que nadie tenga dudas.

 

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