Miércoles 24 de abril 2024

Norma Durango y una vida que no pasa inadvertida

Redacción 09/01/2022 - 00.04.hs

La política puede ser hermosa para que la realidad sea mejor, aunque está claro que no siempre pasa. Hay dirigentes que no debieran estar, pero también los que hacen honor al cargo que les toca ocupar.

 

MARIO VEGA

 

Tratar de pintar la vida de una persona pública para una nota periodística no es sencillo. O en todo caso da lugar a diversas interpretaciones. Porque si bien hay una enorme cantidad de aristas, situaciones e historias para contar; está la natural susceptibilidad de una buena porción de la sociedad que cree a esas figuras públicas privilegiadas, las considera como gente que está -o cree estarlo- por encima de los demás. Personajes que ven todo desde una perspectiva cómoda y no pocas veces inmunizada de las cosas no tan buenas que verdaderamente le sucede al común de las personas.

 

Y lo cierto es que hay un poco de todo eso... No obstante pienso que a la mayoría de quienes les ofrecieran ser funcionarios -y más ocupando los más altos cargos ejecutivos y/o legislativos, como sería una Diputación o una Senaduría Nacional-, se vería absolutamente halagado.

 

El descrédito de la política.

 

Aunque estará también el que de ninguna manera aceptaría -pensando en las grandes responsabilidades que se asumen; y alguno argumentando aborrecer la política como si fuera un mal endémico de la sociedad. Aclaro en este punto que opino que de ninguna manera es así.

 

No obstante cabe admitir que es verdad que los vaivenes de nuestro querido país, los avatares a los que estamos expuestos todo el tiempo, con inexplicables inequidades, injusticias múltiples, inestabilidad económica, pobreza (¡¡!), y tantas otras inseguridades que nos acosan todo el tiempo, conllevó al descrédito de la clase política.

 

Fue por eso en algún momento vino el "que se vayan todos" (y al final no se fue ninguno), y muchas otras expresiones que hablan del desprestigio de quienes deben conducir.

 

Pero cabe decir que -como en todas las actividades-, hay funcionarios que no funcionan (al decir de Cristina), pero otros demuestran ser probos y honestos, y a ellos se los debería eximir de aquella generalización.

 

La hija del ferroviario.

 

Y un caso sería el de Norma Haydeé Durango, quien recientemente dejó el cargo de senadora nacional, y que todo indica ahora tendrá el tiempo para dedicarle a sus nietos que -precisamente por esa cuestión de la política- debió retacearle a sus hijos.

 

Aunque hay que decir que el término de su mandato no significa, de ninguna manera, que se vaya de la política.

 

Nació en Doblas, y vivió allí hasta los 15 años, cuando se fue a estudiar, primero a Darregueira, a un colegio religioso y luego a Santa Rosa.

 

Y cuenta Norma: "Mi padre se llamaba Amador y mi madre Herundina. Le decíamos Nina... fue una abuela abrazadora de todos sus nietos que se dedicaba al cuidado de la casa y mi padre orgulloso ferroviario, jefe de la estación. Tengo dos hermanos mayores que yo, a los que adoro: Graciela y Hugo. Ellos pasaron por momentos dolorosos: han perdido a sus compañeros por lo que los tres estamos solos... Aunque es un decir, porque tenemos hijas, hijos, nietos y muchos amigos", se consuela.

 

Los hijos un poco lejos.

 

Norma señala que su familia "es muy unida y nos vemos seguido... y obviamente mis hijos, que viven en Bariloche, son mi mayor orgullo. Jimena es ginecóloga recibida con mérito en la UBA y fue durante años integrante de la agrupación Médicos Sin Fronteras, y así vivió una experiencia solidaria en África hasta que con la llegada de su hijo interrumpió sus campañas. Maximiliano es profesor de Educación Física recibido en el Cenard, y es un andinista audaz, creativo y que hoy administra el refugio Lynch en la cima del Cerro Catedral. Mis hijos fueron y son la luz de mis ojos... estoy orgullosa de ellos: son una mujer y un varón empoderados y feministas, honestos, trabajadores, son buenas personas", los define.

 

La familia se completa con "dos nietos a los que adoro: Pedro y Juana. Lamento tenerlos tan lejos y espero que en esta nueva etapa de mi vida pueda visitarlos con más frecuencia... porque tener nietos es la situación de vida más afectuosa que una puede vivir", reflexiona.

 

Aquellos tiempos.

 

En Doblas fue que Norma hizo la primaria y estudió parte de la secundaria. "Estudié piano, y también inglés. Me recibí de maestra en la Escuela Normal de Santa Rosa y de profesora y casi licenciada en Letras en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad de La Pampa; y además hice capacitaciones y posgrados entre las que se destacan la de Patrimonio Cultural de la Universidad de Barcelona donde viví un tiempo; y tengo otro posgrado de la Unesco en Legislación Cultural del Mercosur", puntualiza.

 

"¿Mi niñez? Fui feliz, muy feliz. Doblas es un pueblo amable donde todos nos conocemos y teníamos un grupo de amigas y amigos que disfrutábamos de la pileta, de la escuela, de venir a bailar a Santa Rosa a los boliches, o a los pueblos. Fue una adolescencia linda, que disfruté mucho, sana y responsable... pero muy alegre".

 

Una dura etapa.

 

Dice que se casó "muy joven, y enseguida tuvimos a nuestros hijos... fue una etapa dura porque estábamos en plena dictadura. A mí se me había terminado el contrato en el Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de La Pampa que conducía el querido Hugo Chumbita... por supuesto nunca me lo renovaron. En tanto Omar, mi ex marido, trabajaba en la Provincia... siempre temeroso de ser exonerado porque nuestro pasado militante es esa época nos 'condenaba'. Eran tiempos en que nuestros amigos caían presos o se iban de la ciudad, o los obligaban a irse... Y yo con una beba de meses vivía obsesionada".

 

Dando clases en Doblas.

 

Por entonces sólo se quedó "con el trabajo del instituto José Manuel Estrada, de Doblas, al que le agradezco tanto... me mantuvo esas horas de clases por años, con una actividad que me permitió tener continuidad laboral. Era duro ir al pueblo casi a diario; tomar dos micros, uno hasta Ataliva Roca y otro desde allí hasta Doblas... volvíamos la mayoría de las veces a la tardecita, a dedo, con gente muy solidaria que nos levantaba en la ruta en Ataliva Roca", se remonta en el tiempo.

 

Una cuna peronista.

 

No hay que insistirle demasiado para que hable de política. "Es que siempre estuvo en mi casa... nací en cuna peronista, mi padre fue intendente de Doblas y desde chica escuché hablar de Eva, de Perón y de la doctrina. Y heredé también la capacidad de participación y estoy orgullosa de haber sido la primera secretaria general del Centro de Estudiantes de la Facultad de Humanas, y de haber tenido una activa intervención en las luchas por la nacionalización de la Universidad de La Pampa y en la transformación del Profesorado en Facultad. Ahí aprendí verdaderamente a batallar por lo que queríamos, a involucrar a la sociedad para que nos acompañara, a darme cuenta que la lucha y la política con compromiso hace que las cosas cambien".

 

La función pública.

 

Cuándo volvió la democracia Norma fue contratada "junto a una querida colega, Doris Gonzalo, para investigar sobre la literatura pampeana que estaba invisibilizada, y pudimos hacer un trabajo pionero publicando nuestro primer libro, rescatando a poetas escritores, escritoras, cantores que no siempre eran conocidos ni reconocidos".

 

También sería ayudante de cátedra en la Facultad y elegida por votación Coordinadora del área de Letras. "A los pocos días el gobernador Rubén Marín me ofreció la Dirección de Cultura y así empezó mi camino en la función pública... estuve 18 años y creo haber dejado un camino importante en la revalorización de la actividad cultural pampeana".

 

Sí sería inesperado, al menos para ella, que en 2003 le ofrecieran ser candidata a vicegobernadora con Carlos Verna, "una oportunidad que creo haber desempeñado con convicción, con diálogo, con seriedad", evalúa.

 

A Buenos Aires.

 

Los problemas de salud empezaron a aparecer, y cuando concluyó su mandato en 2007 fuea Buenos Aires: "A curarme de una enfermedad grave, y en paralelo fui directora del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón, un maravilloso lugar conocido como Museo Evita que respeto y quiero y al que pudimos darle la visibilidad que hoy tiene a nivel nacional e internacional".

 

Volvería a ser vicegobernadora pero con Oscar Mario Jorge como primer mandatario, y luego -hasta hace días nomás- senadora nacional. "He sido una mujer muy afortunada, porque la vida y el peronismo -como dice Marín- me lo dieron todo, y agrego también mi agradecimiento a las y los pampeanos que me votaron. Pero yo quise mucho el trabajo y puse mucho esfuerzo y templanza para lograr lo que hoy soy", sostiene.

 

La ruta y el auto...

 

Como quedó dicho, la vida pública puede ser sacrificada si se toma con seriedad y compromiso, y Norma Durango rememora que "cuando estaba en Cultura casi no tenía un sábado ni un domingo para disfrutar con amigos y familiares... siempre un acto, una fiesta provincial, una charla, una inauguración, un viaje, en fin... la ruta y el auto eran mi lugar, parte de mi trabajo pero no lo he padecido, no padecí los cargos que he transitado".

 

Hay tristeza, y una deuda.

 

Ahora, de nuevo en el llano deberá adaptarse... "Sí, frenar de golpe no es fácil. Fueron muchos años levantándome muy temprano para organizar la agenda del día, juntarme con las y los asesores, estudiar... No lo sé, pero tengo la esperanza de que todo estará bien... me siento orgullosa pero tengo claro que los políticos y las políticas tenemos una deuda con el pueblo que no hemos podido saldar todavía en democracia: hay mucha pobreza y mucha tristeza en nuestro pueblo y nosotros somos parte de esa responsabilidad. Tengo claro que nada está ganado para siempre y tendré que seguir luchando", reafirma.

 

Una buena persona.

 

Conozco a Norma de muchos años... Diría que trato a todos -y todas, como insiste ella- los protagonistas de nuestra política lugareña desde décadas atrás. Y por supuesto escuché en tanto tiempo las más diversas consideraciones (de todos/as)... buenas y no tantas. Tuvimos con Norma, en general, una relación de respeto, salvo una vez que una diferencia que salvamos oportunamente nos distanció... sólo un poco.

 

Cabe decir que de Norma alguien podría cuestionar -o no- sus posicionamientos políticos, pero no habrá nadie que niegue su condición de mujer trabajadora, luchadora, generosa, y optimista. Sí, una buena persona...

 

Y cómo digo siempre ese es un título que no se otorga en ninguna universidad, sino que se recibe en la calle, y tiene que ver con el modo de relacionarse, con los gestos... Y entiendo -lo creo firmemente- que no hay otro premio más importante que se le pueda adjudicar a una persona en la vida. ¿O alguien no está de acuerdo con eso?

 

Quién es Norma Durango.

 

Pero la pregunta se la transfiero a ella, y la responde: "Me preguntás quién es Norma Durango... y te contesto: una mujer que tuvo la posibilidad de tener los cargos más altos en la provincia, que es feminista, trabajadora, y tuve la suerte de ser protagonista de acontecimientos importantes, de conocer y aprender de gente enorme, inteligente, amorosa", reconoce.

 

Agrega que siente haber recibido "un gran reconocimiento no sólo de mis compañeros, sino también de buena parte de la sociedad... lo advierto en la calle cuando camino", se enorgullece no sin razón.

 

Aunque admite: "Si alguna vez hice algo que no gustó fue por representar a mi gobierno y cumplir con mi mandato. Siempre tuve espaldas para aguantar, no por heroína sino porque tengo un compromiso con nuestra historia peronista y con un país muy castigado, que necesita de todos porque lo malo no termina de irse y lo bueno está tardando en llegar".

 

Algún privilegio.

 

En el repaso de un transcurrir con el que le habrá resultado difícil aburrirse, Norma expresa que "otro momento imborrable es haber llevado las obras de Ortiz Echagüe al Museo Reina Sofía, las que hoy están en Carro Quemado. Inaugurarla en el Reina Sofía de Madrid con la presencia de las más altas autoridades fue emocionante y un privilegio".

 

Por supuesto pudo conocer "a todos los presidentes argentinos, y mantuve una excelente relación con los gobernadores pampeanos, con los intendentes, con las bibliotecas populares, con las organizaciones sociales... Sí, creo haber trabajado duro, dejando una huella".

 

No deja de mencionar que "también fue un privilegio poder hablar en Estados Unidos, en Nueva York, y en Bali, Indonesia, representando a mi país ante delegados de la ONU de todo el mundo. Eso sí lo considero un privilegio que pocas personas podemos vivir y contar...", sonríe al mencionarlo.

 

Enfatiza en el final, por si hiciera falta, que practica "la lealtad: soy pampeana, peronista y marinista de pura cepa".

 

Y si Norma, quien lo va a poner en duda...

 

"Mi plan es no tener plan".

 

Si bien la función pública tiene aspectos que tornan un privilegio ocupar un cargo, hay también en eso cuestiones que sobrellevar. Porque no todo es tan fácil.

 

Y vaya si lo sabe Norma Durango, porque si bien estuvo en lugares importantes, y le dedicó su vida a la función pública, también esa actividad le pasó factura: "Sí, fue todo muy difícil en el tema salud. Pero nunca le tuve miedo a la muerte y creo que mi fortaleza hizo que pudiera reponerme... estoy muy medicada pero sana. El estrés me produjo un cáncer de páncreas que milagrosamente pude sobrellevar, y en 2018 tuve una obstrucción grave que me llevó a tener siete operaciones", precisa.

 

Dice que le encanta caminar, "y también lo hago por necesidad dado que soy diabética. Pero me gusta recorrer la ciudad, tomar nota de todo y suelo llamar a los intendentes para aportarles alguna cosa o decir si algo veo que está mal.

 

Dediqué mi vida a la función pública y a criar a Jimena y Maximiliano... y además formé parte de esa juventud maravillosa que luchaba por un país mejor", explica con satisfacción.

 

Una de sus pasiones es la lectura: "Para la función, para entretenerme, para estudiar... Leo obsesivamente y un poco desordenada, y por eso tal vez me anote en alguna materia de la facultad... para hacerlo más ordenadamente. Pero además me gusta el teatro, un poco el cine... Diría que soy buena y activa espectadora, y muy mala deportista".

 

Expresa ser "amiguera... me gusta la vida social aunque también me llevo bien con la soledad... Aunque juntarme con amigos y comer un asado es lo que más disfruto".

 

Sobre el porvenir afirma no tener plan. "Espero lo que me proponga la vida... descansaré y veré... No creo que la vejez sea una enfermedad, así que seguiré militando siempre comprometida con el peronismo y con las organizaciones no gubernamentales en defensa de las mujeres, en la ampliación de derechos, en la igualdad", concluye.

 

Cenando con Serrat.

 

Cuando se habla de privilegios en la función pública -nos pasa también a los periodistas, que gozamos de algunos- nos referimos a anécdotas como ésta que cuenta Norma Durango.

 

"En Cultura conocí artistas, escritores y a los intérpretes más importantes, pero hay uno muy especial: Juan Manuel Serrat. Vino dos veces a La Pampa y tuvimos una relación profesional amable...", rememora.

 

Y sigue: "Cuando se enteró que yo iba a Barcelona me dio el teléfono de su oficina; y como había dicho que le interesaba la temática indígena le llevé un par de libros... Llamé a su oficina y una secretaria obviamente me dijo: 'deje lo que trajo en portería'. Lo hice y me fui. Pero pasaron cuatro días y escuché la voz de Serrat al teléfono: "¡Cómo es que estás aquí y yo recién me entero! Vente a comer a casa conmigo y mi mujer esta misma noche!'. Me envió un auto que me llevó al barrio del Montjuic donde vive. Fue una noche inolvidable, con su familia... un gesto enorme de una estrella como él para con una humilde mujer que había llegado desde La Pampa", casi se emociona Norma al evocarlo.

 

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