Laura y Victoria, dos hermanas por apropiación
El 27 de mayo, las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaban la recuperación de la nieta número 90, Laura Ruiz Dameri, nacida en la ESMA en agosto de 1980. Su historia se emparenta con la de la actual diputada nacional, Victoria Donda y supera cualquier ficción de terror.
IRINA SANTESTEBAN
Laura es la hija de Silvia Beatriz María Dameri y Orlando Antonio Ruiz y nació en agosto de 1980 durante el cautiverio de su madre en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro clandestino de detención que funcionara durante la dictadura militar de 1976-1983.
Silvia y Orlando fueron secuestrados junto a sus dos hijos, Marcelo y María de las Victorias, cuando Silvia estaba embarazada de cinco meses. Sobrevivientes de la ESMA vieron a toda la familia en este lugar, por donde pasaron alrededor de cinco mil secuestrados, la mayoría de los cuales hoy está desaparecido.
En agosto de 1980, Silvia dio a luz una niña a quien llamó Laura, siendo atendida por el capitán médico Octavio Capdevilla. Luego la madre y sus tres hijos fueron trasladados a la "Quinta de Pacheco" en la zona norte del Gran Buenos Aires, que era utilizada por la Armada como centro clandestino de detención. A partir de allí, no se supo más nada de los niños ni de sus padres.
Silvia y Orlando eran militantes montoneros y, como tantos jóvenes en aquellos turbulentos años, sufrieron la represión y persecución junto a sus pequeños hijos. El primero de ellos, Marcelo, nació en 1976. Luego la familia partió al exilio y la segunda hija, María de las Victorias, nació en Suiza en 1978. En 1979 viajaron a Cuba y a comienzos de 1980 decidieron regresar al país. Toda la familia fue secuestrada en mayo de 1980, cuando Silvia estaba embarazada de Laura.
Milagrosamente recuperados.
Marcelo fue localizado por las Abuelas de Plaza de Mayo de Córdoba, ciudad en la que había sido abandonado en 1980, en la Casa Cuna, con un cartel donde se mencionaba su nombre. Fue adoptado por una familia de buena fe y finalmente fue recuperado en 1990, aunque siguió viviendo con su familia adoptiva y manteniendo relación con sus parientes biológicos.
Su hermana María de las Victorias fue abandonada en Rosario, en el Sanatorio de Niños, en diciembre de 1980, también con un cartel con su nombre. Dieciocho años después, Victoria se reconoce en una foto publicada en un diario, que mostraba a bebés y niños desaparecidos junto a sus padres. El 4 de enero de 2000, los análisis de ADN confirmaron su identidad, como María de las Victorias Ruiz Dameri. Al día siguiente, Marcelo y Victoria se reencontraron en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, y juntos comenzaron la búsqueda de su hermana menor, Laura.
En un comunicado, las Abuelas de Plaza de Mayo, califican al caso de la familia Ruiz Dameri como "uno de los más emblemáticos de apropiación", ya que los tres niños fueron llevados deliberadamente a diferentes puntos del país, para evitar que la familia en algún momento se reuniera. "Pero la verdad tarde o temprano sale a la luz, los tres hermanos recuperaron su identidad y juntos podrán reconstruir la historia familiar que el terrorismo de Estado les quiso robar", expresaron las Abuelas.
Hermanas de apropiación.
La historia de Laura se entronca con la de otra nieta recuperada, la número 78, que es la actual diputada nacional María Victoria Donda Pérez. Tanto Laura como Victoria fueron apropiadas por el mismo represor, el ex prefecto Antonio Azic, quien, no conforme con haberse robado en 1977 a una bebé hija de desaparecidos, volvió a repetir el mismo delito en 1980, inscribiendo a ambas como hijas propias.
La historia de Victoria Donda supera toda capacidad de asombro respecto a la crueldad de los represores del llamado Proceso de Reorganización Nacional. Su propio tío, el ex jefe de Operaciones de la ESMA, Adolfo Donda Tigel, quien se encuentra actualmente detenido en el Liceo Naval de La Plata, está acusado de cometer 62 crímenes de lesa humanidad, entre ellos, haber entregado a su hermano y a su cuñada, y secuestrar a Victoria para entregarla a su apropiador, el ex prefecto Antonio Azic.
Luego de treinta y dos años y gracias a la labor infatigable de las Abuelas de Plaza de Mayo, tanto Laura como Victoria hoy conocen su verdadera identidad, pueden disfrutar de afectos familiares y reconstruir historias, de los que fueron privadas durante más de treinta años por los militares que tomaron el poder en 1976.
Sin embargo, los represores, cómodamente presos en instalaciones militares o hasta en sus propios domicilios, ni siquiera han demostrado un atisbo de arrepentimiento. Muchos de ellos conocen el destino de los más de 300 jóvenes que todavía permanecen privados de su identidad, sin embargo no dan a conocer esos datos, que permitirían a muchas abuelas y abuelos conocer a sus nietos antes de morirse. Ya son muchos los que fallecieron sin llegar a conocerlos.
"Servir a la Patria".
Es ingenuo pensar que bestias capaces de estos actos de genocidio puedan ser capaces de remordimientos. La intervención del general Luciano Benjamín Menéndez, durante el juicio oral que se desarrolla en Córdoba contra él y otros siete represores, demuestra que tanto él como Donda o Azic, no sólo no están arrepentidos, sino que están convencidos de que "sirvieron a la Patria" combatiendo a los subversivos. ¿Cuánto puede haber de subversivo en un bebé que es separado brutalmente de su madre a pocos días de nacido?
Antonio Azic no sólo fue un apropiador de dos bebas, fue uno de los máximos torturadores en la ESMA. Carlos Lordkipanidse, una de las víctimas de ese centro clandestino de detención, recordó que en una oportunidad Azic lo torturó mientras sostenía a su hijo Rodolfo, de apenas veinte días de vida, y amenazaba con asesinarlo.
"Cuando yo estaba atado a la cama -relató Lordkipanidse- Azic viene y me dice: 'Si no hablás, yo le reviento la cabeza contra el piso a tu hijo'. Yo le dije que no tenía nada que decir, entonces me lo puso en el pecho y me pasó corriente eléctrica a mí. No sé si Rodolfo sufrió el dolor, porque no me lo puede contar: entonces sólo tenía veinte días". ("¿Con qué libros se educó esta bestia?", canta León Gieco en "El Angel de la Bicicleta").
Hilos azules.
La historia de Victoria Donda no son sólo momentos de horror. También sabe de actos de infinita ternura por parte de su madre, María Hilda Pérez. Lidia Viera, la detenida que la acompañó en el parto y sobreviviente de la ESMA, le contó a Victoria que su madre se empeñó en perforar los pequeños lóbulos de su hijita para pasarle un par de hilos azules, con la esperanza de que algún día le devolvieran su identidad.
Su abuela materna, Leontina Puebla de Pérez, fue una de las mujeres fundadoras de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Y casualmente (o no), Victoria comenzó a militar muy joven, en un centro barrial que llevaba el nombre de la fundadora de las Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor.
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